En la noche de densa niebla, una figura sigilosa camina sobre un tronco caído: es una zorra roja, una cazadora nocturna experta, cuya silueta se funde con la oscuridad. Allí donde los humanos no veríamos nada, ella se ha especializado en afinar sus sentidos: al caer el sol, el bosque se convierte en su territorio. Cazar de noche tiene ventajas: hay menos competencia, menos peligro, y el silencio amplifica cada sonido. Los zorros (Vulpes vulpes) son depredadores oportunistas: roedores, aves, insectos y frutas forman parte de su variada dieta.
En la oscuridad, dependen sobre todo del oído: son capaces de detectar sonidos débiles como el roce de una presa entre la hierba. Su oído es tan fino que pueden detectar el más leve movimiento bajo tierra: se detienen, escuchan con atención y, al localizar la posición de la presa, saltan sobre ella en una fracción de segundo y una precisión milimétrica. La oscuridad de la noche no es un impedimento: es su aliada.