Las sociedades modernas emiten cantidades preocupantes de CO2, lo que finalmente acelera el cambio climático. También conocido como anhídrido carbónico, se encuentra en la atmósfera en una proporción media de 380 partes por millón. El problema es que la tarea de eliminar ese carbono resulta ser una empresa mucho más ardua y compleja de lo que habíamos imaginado.
Mientras que algunas startups están invirtiendo sumas astronómicas en sistemas industriales colosales para extraer el contaminante del aire, con instalaciones que pueden llegar a costar cientos de millones de dólares, otros innovadores están explorando soluciones más naturales y sostenibles, que podrían ofrecer una esperanza más accesible y duradera.
Para Jason Aramburu y Morgan Williams, la respuesta a este desafío se encuentra en esta segunda alternativa: aprovechar el poder de las plantas para realizar el trabajo pesado. En lugar de seguir el camino tradicional de quemar residuos vegetales para generar energía y luego capturar el carbono resultante, Aramburu y Williams se inspiraron en una práctica ancestral que transforma la biomasa residual en una sustancia similar al carbón conocida como biochar.
Este material puede almacenar carbono durante décadas, incluso siglos. Si se hace correctamente, el biochar tiene el potencial de secuestrar hasta 2.000 millones de toneladas métricas de carbono cada año, al mismo tiempo que mejora los rendimientos agrícolas.
¿Qué es el Biochar?
El biochar es un tipo de carbón producido mediante la pirólisis, un proceso que calienta la biomasa a altas temperaturas en ausencia de oxígeno.Este proceso no solo concentra el carbono en una forma muy resistente a la descomposición biológica, sino que también genera energía renovable.
Cuando se aplica al suelo, el biochar mejora la retención de agua y nutrientes, lo que puede aumentar la productividad agrícola y restaurar suelos degradados.
La innovación lograda
Jason Aramburu y Morgan Williams decidieron darle un giro radical al proceso de producción de biochar. En lugar de transportar los residuos agrícolas desde los campos hasta una instalación de biochar, optaron por llevar la instalación directamente a las granjas. Esa empresa estadounidense se convertiría en Applied Carbon, anteriormente conocida como Climate Robotics.
El resultado es una máquina, arrastrada por un tractor y alimentada por una cosechadora, que arroja los residuos de cultivos en una tolva donde se trituran. Luego, se secan utilizando gas caliente reciclado del reactor de pirólisis, que es el siguiente paso en el proceso. En el pirólisis, los residuos se convierten en biochar y gas de síntesis, que se utiliza para alimentar la máquina. El biochar se apaga con agua, se esparce sobre el suelo y se mezcla utilizando una grada de discos.
Applied Carbon
La máquina desarrolada por Applied Carbon.
Aunque la máquina suena relativamente compleja, Aramburu afirma que simplifica la producción y logística del biochar hasta el punto de que es más económica y tiene una mejor contabilidad del carbono.
Applied Carbon ha producido cinco prototipos en los cuatro años que lleva en existencia. El actual está diseñado principalmente para residuos de maíz, pero Aramburu sugiere que también puede trabajar con una variedad de otros cultivos, incluyendo arroz, trigo, paja y caña de azúcar. Requiere un tractor pesado y puede cubrir aproximadamente una hectárea por hora, aunque Aramburu señaló que aumentar la velocidad es una de las mejoras en las que el equipo está trabajando.
Un desafío logístico
A pesar de sus beneficios, la producción y distribución del biochar presenta desafíos logísticos significativos. Encontrar suficiente biomasa, transportarla a una instalación de biochar y luego llevar el biochar de vuelta a los campos agrícolas es costoso y consume mucha energía. Estos obstáculos pueden reducir significativamente los beneficios de carbono del biochar. Esta nueva tecnología podría suplir este problema.
Hace más de 2.000 años, las civilizaciones en América del Sur lo producían para mejorar los suelos en la cuenca del Amazonas. Hoy en día, aproximadamente el 10% de los suelos en la región aún muestran evidencia de esta práctica. Sin embargo, la producción en ese entonces era laboriosa y se realizaba esencialmente in situ.
Aramburu y Williams, como muchos otros, creen firmemente en el potencial del biochar como una solución para la eliminación de dióxido de carbono. Sin embargo, la pregunta clave sigue siendo: ¿cómo escalar esta solución de manera efectiva? Resolver estos desafíos logísticos y encontrar formas eficientes de producir y distribuir biochar a gran escala será crucial para desbloquear su potencial completo como herramienta de mitigación del cambio climático.