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Una gigantesca nube de polvo del Sáhara avanza amenazadoramente hacia Estados Unidos, ¿es peligrosa?

Aunque su presencia no es inusual en la región del Caribe, alcanzar el territorio continental norteamericano no ocurre con la misma frecuencia.

Sergio Parra
Sergio Parra

Periodista especializado en temas de ciencia, naturaleza, tecnología y salud

Actualizado a

Nube de polvo del Sáhara
NOAA

La Capa de Aire Sahariana (Saharan Air Layer) es una corriente atmosférica cargada de polvo que cada verano se alza desde las arenas del norte africano. 

Como una oleada dorada que viaja sin pasaporte, un coloso invisible hecho de partículas finísimas se abre paso desde las entrañas del desierto más gigantesco del planeta. Se trata de una nube de polvo sahariano, una formación estacional que este año amenaza con envolver el sureste de Estados Unidos en un velo turbio y rojizo

Aunque su presencia no es inusual en la región del Caribe, alcanzar el territorio continental norteamericano no ocurre con la misma frecuencia, y menos aún con tal intensidad.

La protagonista de esta travesía es la Capa de Aire Sahariana (Saharan Air Layer), una corriente atmosférica cargada de polvo que cada verano se alza desde las arenas del norte africano. 

El fenómeno se activa cuando las olas tropicales —perturbaciones comunes en esta época— levantan grandes cantidades de arena y las proyectan hacia el oeste. Este año, el fenómeno parece tener más fuerza: los vientos alisios han transportado una densa concentración de partículas hasta las puertas del hemisferio occidental.

Una nube gigantesca

La nube puede alcanzar hasta 4 kilómetros de espesor y está compuesta por minerales, restos orgánicos y otros componentes transportados desde el corazón del Sahara. Su viaje, de más de 8.000 kilómetros, es impulsado por la interacción entre el aire seco del desierto y la humedad del Atlántico. 

Es un espectáculo de escalas planetarias, pero no exento de consecuencias. A su paso, esta nube puede deteriorar la calidad del aire, reducir la visibilidad y, paradójicamente, también traer ciertos beneficios climáticos: los expertos señalan que puede actuar como inhibidor de huracanes, algo especialmente relevante este año, dado que la Oficina Nacional de istración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) prevé una temporada ciclónica intensa.

En su camino hacia el norte, las primeras víctimas ya han sido testigos del fenómeno. Islas caribeñas como Puerto Rico, Barbados, Jamaica y Trinidad y Tobago han quedado cubiertas por un velo amarillento que tiñe los cielos y reseca el aire. Ahora, los modelos meteorológicos predicen que la nube alcanzará estados como Florida, Luisiana, Alabama y Misisipi entre miércoles y jueves.

En su punto álgido, se espera una notable reducción de la visibilidad y un aumento leve de las temperaturas nocturnas, antes de que los vientos más suaves contribuyan a disipar esta masa suspendida.

Riesgos sanitarios

Más allá de su efecto visual —los cielos teñidos de rojo y las puestas de sol de inusitada belleza son algunas de sus postales más icónicas—, la nube plantea riesgos sanitarios concretos. Las autoridades sanitarias recomiendan a personas con asma, alergias o afecciones respiratorias evitar la exposición prolongada. El uso de mascarillas en exteriores es aconsejable durante los días de mayor concentración de polvo, especialmente para los grupos vulnerables.

Esta nube de arena, aunque fugaz, actúa como un recordatorio del delicado equilibrio entre los sistemas naturales del planeta. Aunque para muchos será solo una curiosidad meteorológica o una excusa para capturar fotografías de cielos insólitos, para otros puede representar un desafío serio a su salud y bienestar. Lo cierto es que su llegada coincide con un aumento global de eventos extremos, y su observación debe ir más allá del mero espectáculo visual.

 

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