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Lo que una sola bolsa de snack puede hacer al medio ambiente (y lo que podemos aprender de ello)

El Parque Nacional de las Cavernas de Carlsbad recibe miles de visitantes al día: pero fue suficiente que a uno de ellos se le cayera una bolsa de comida para que todo el ecosistema de la cueva corriera peligro.

Paula Mateu

Periodista especializada en Medio Ambiente

Actualizado a

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Carlsbad Caverns National Park VÍA: Facebook

Imagen de la bolsa de Cheetos que protagoniza este incidente.

Si algo nos ha demostrado este siglo, es que los seres humanos tenemos la capacidad de alterar la vida en nuestro planeta: la crisis climática es la mejor prueba de ello. Sabemos que las acciones tienen reacciones; y en alguna que otra conversación de sobremesa, alguien menciona el efecto mariposa, y otro alguien se fascina. Pero aunque sepamos esto, a nuestra especie le cuesta a veces identificar los impactos de su acción: bien porque son lejanos, porque son indirectos, porque son demasiado abstractos o, simplemente, porque son difíciles de asumir. 

Pero... ¿Y si algo tan simple como una bolsa de snack pudiera recordarnos que nuestro impacto es innegable?

Así fue como el descuido de un turista perturbó todo un ecosistema

Justo debajo del desierto de Chihuahua y las montañas de Guadalupe (sureste de Nuevo México y Texas occidental), se extiende una red con más de trecientas cuevas formadas por disolución de piedra caliza, algunas de las cuales (122) se integran en el Parque Nacional de las Cavernas de Carlsbad.

El parque recibe miles de personas cada día, y el personal comprende que algunos impactos incidentales pueden ser "difíciles o imposibles de prevenir"; como por ejemplo, el fino rastro de pelusa que deja cada uno de los pasos en la cueva. Otros impactos, sin embargo, son evitables.

El 6 de septiembre, el Parque Nacional de las Cavernas de Carlsbad realizó una publicación con la que notificaba de uno estos impactos que se hubiesen podido evitar: a un turista se le había caído una bolsa de snack llena fuera del sendero de la Gran Sala. Un (probable) accidente que, según explican, tuvo "un impacto enorme" sobre el ecosistema de la cueva.

El maíz ablandado por la humedad de la cueva formó el ambiente perfecto para albergar vida microbiana y hongos. Los grillos, ácaros, arañas y moscas de la cueva pronto se organizaron en una red alimentaria temporal

"El maíz procesado, ablandado por la humedad de la cueva, formó el ambiente perfecto para albergar vida microbiana y hongos. Los grillos, ácaros, arañas y moscas de la cueva pronto se organizaron en una red alimentaria temporal, dispersando los nutrientes a la cueva y las formaciones circundantes", alega el parque. Los mohos se extendieron más arriba en las superficies cercanas y se temía que las bacterias que habían proliferado pudieran impactar en los murciélagos.

Aquella bolsa no estuvo más de cinco horas allí; y una vez fue encontrada, los guardabosques pasaron veinte minutos retirando cuidadosamente los restos extraños y los mohos de la superficie de la cueva, según cuentan en esta misma publicación. 

Así que sí: únicamente era una bolsa de comida y únicamente estuvo durante unas horas... Pero aquello fue suficiente para romper el equilibrio de la cueva. "A escala humana, una bolsa de refrigerio caída puede parecer trivial, pero para la vida de la cueva puede cambiar el mundo. Grande o pequeña, todos dejamos una huella dondequiera que vayamos. Dejemos que el mundo sea un lugar mejor del que encontramos", finaliza el personal.

Desde Yellowstone hasta las Galápagos: el impacto de la comida

iStock
iStock / roundhill

Oso buscando comida en un campamento.

El caso de los Cheetos en las Cavernas de Carlsbad sirve como ejemplo de cuán alto puede llegar a ser el impacto de pequeñas cantidades de comida para los ecosistemas naturales; pero no es el único.

En los parques nacionales de Yellowstone, los osos, que en su entorno natural consumen bayas, peces y pequeños mamíferos han sido atraídos en ocasiones por la comida de los visitantes, lo que puede modificar los hábitos alimentarios de los osos, que pueden aprender a buscar en la basura o, directamente, a robar a las personas. Esto no únicamente afecta a la nutrición de los osos; sino que además, puede poner en peligro tanto a estos animales como a los humanos, ya que el o directo con la vida salvaje aumenta los riesgos de accidentes.

En el caso de las Islas Galápagos –un ecosistema altamente regulado, debido a que las especies evolucionaron en aislamiento– algunos animales como iguanas o pájaros han sido atraídos por también por alimentos humanos; y aunque en este caso el riesgo de incidentes no es tan alto, existe igualmente un peligro sobre la salud de estas especies y una posible afectación a su reproducción.

Y en cuanto al plástico...

iStock
iStock / Ian Dyball

Foca atrapada en una red de pesca.

Carlos Arribas, responsable de la red de residuos de Ecologistas en Acción, es claro al describir el efecto devastador que el plástico puede tener sobre los ecosistemas marinos. Atragantamientos o bloqueos en las aletas de las tortugas y otros animales son algunos de los daños mecánicos que la fauna marina puede sufrir a causa de las piezas plásticas. Pero el peligro no se limita únicamente a lo visible.

Además de los enredos y la ingestión de plásticos, que pueden causar lesiones o incluso la muerte, los microplásticos y los químicos que se desprenden de estos materiales también están entrando en la cadena alimentaria, tanto de los animales marinos como de las personas. "Si han aparecido microplásticos incluso en la orina humana, imagina la afectación en la fauna marina", explica el experto.

En palabras de Arribas, hay por lo tanto dos tipos de efectos: uno a corto plazo y más vistoso, como es el de las tortugas que quedan atrapadas en el plástico, y otro a largo plazo, que se verá influido por las sustancias desprendidas. Sin olvidarnos, claro está, del tiempo que necesitan las bolsas para degradarse.

Arribas explica que muchos de los residuos terrestres llegan al mar a través de los ríos y que, a pesar de que en algunas desembocaduras se cuenta con redes para evitar que los grandes objetos lleguen al océano, el sistema en muchas ocasiones no es óptimo y además, la cantidad de residuos a gestionar es muy alta.

Por otra parte, si bien es sabido que el plástico tarda muchísimo tiempo en descomponerse, el período necesario para que esto ocurra es todavía mayor en el mar, ya que según explica Arribas, "a cierta profundidad no alcanza la radiación solar", lo que ralentiza todavía más el proceso.

"Ahora mismo, la situación es de desastre"

El portavoz de Ecologistas en Acción, que vive cerca de una desembocadura fluvial en España, ve "desesperante" la cantidad de plásticos que llegan y considera que, en general, "ahora mismo, la situación es de desastre". "Se están haciendo campañas, pero en muchos casos la actuación se deja a la voluntariedad de las personas: no se dan incentivos ni penalizaciones suficientes", alega Arribas.

La esperanza, por ahora, está puesta en un convenio que está siendo trabajado por las Naciones Unidas y que, en palabras de este organismo, espera llegar a finales de 2024 para convertirse en un acuerdo global que acabe con la contaminación por plásticos.

En el caso de España, además, estamos pendientes de que se publiquen los datos de recogida selectiva de botellas de plástico de menos de 3 litros para el año 2023; ya que según la cifra resultante, el Estado podría verse obligado a incorporar un Sistema de Depósito y Retorno para las botellas, lo que recuperaría la antigua práctica de pagar unos céntimos a modo de "fianza" que son devueltos al consumidor al devolver el envase.

"Es una medida muy eficiente: sencilla y con un alto impacto", argumenta Arribas, quien cita el caso de Australia como ejemplo de sus buenos resultados. "Después de implantarlo realizaron un estudio de contaminación plástica en las costas y vieron que la cifra se había reducido drásticamente... El impacto es directo", concluye el experto.