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Alba Sánchez, doctora en ciencias biomédicas y farmacéuticas: "Los astronautas se preparan durante años para ir a Marte, aun conociendo los peligros"

La científica granadina nos cuenta de primera mano cómo se realiza una de las simulaciones más completas para estudiar las dificultades a las que se enfrentarán los exploradores del planeta rojo.

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Daniel Pellicer Roig

Biotecnólogo especializado en biomedicina y enfermedades raras

Actualizado a

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Imagen cedida por Alba Sánchez

Las condiciones de aridez del desierto de Utah lo hacen un lugar idílico para probar tecnologías espaciales y crear protocolos para los futuros astronautas.

Los rayos de sol bañan una pequeña estructura en un desierto rojizo y aislado. En él, una instalación con estética futurista da cobijo a 8 pioneros y pioneras que habitan aquel entorno hostil. Para obtener electricidad utilizan placas solares, fuera hay aparcados vehículos preparados para la exploración, y necesitan trajes especiales cada vez que han de salir al mundo exterior. No es Marte, pero estas instalaciones de la Mars Society situadas en el desierto de Utah son una de las simulaciones más exactas del planeta rojo que se pueden encontrar en la Tierra.

Entre el equipo de pioneros, Alba Sánchez, granadina y doctora en ciencias biomédicas y farmacéuticas por la universidad de UCLovaine, nos relata la experiencia de cómo es vivir en este entorno durante dos semanas. En ese tiempo, tanto ella como los otros 7 investigadores internacionales realizaron experimentos para observar los cambios que sufre el cuerpo durante las exigentes condiciones de un largo periodo de aislamiento.

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Imagen cedida por Alba Sánchez

Las instalaciones de Utah están compuestas por distintos módulos unidos por pasillos recubiertos por materiales aislantes, de forma similar a como serían las instalaciones marcianas.

La vida en Marte no es sencilla

Marte es frío, muy frío, su temperatura en la superficie oscila entre los -70 °C y los -120°C, por lo que es imposible sobrevivir más de unos segundos sin la protección adecuada. La gravedad del planeta, 3 veces menor que en la Tierra, también puede cambiar la distribución de los fluidos corporales y, con el tiempo atrofiar los músculos y aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas. Además, su finísima atmósfera está formada principalmente por dióxido de carbono, por lo que es irrespirable.

Pero con ropa calefactable y respirando con un traje de buzo no es suficiente, ya que el planeta rojo también carece de un campo magnético global que lo proteja frente a las partículas cargadas que envía el Sol. Lo que en La Tierra se transforman en preciosas auroras boreales, en el planeta rojo bombardean constantemente la superficie y ionizan las moléculas orgánicas, destruyéndolas y transformando las inorgánicas en radiactivas. Por ello, uno de los grandes quebraderos de cabeza es evitar que este fino polvo radiactivo se cuele en las instalaciones espaciales y pueda depositarse en los pulmones de las primeras personas que lleguen al planeta.

En Utah la simulación no es tan fidedigna, ya que ningún comité de ética aprobaría poner en riesgo la vida de los investigadores tan gratuitamente. Por tanto, no hay frío tan extremo, el aire es respirable y el polvo es similar al que podemos tener en nuestra casa. Pero lo que sí que experimentan las personas que van a las instalaciones es el aislamiento, así como todos los protocolos que seguirían si se encontrasen en Marte. El menú está compuesto por comida liofilizada, y el espacio es extremadamente limitado para todos los de la tripulación.

Cómo llegar a Marte

Según nos explica en una entrevista telefónica, la casualidad quiso que Alba llegase a las instalaciones de Utah: «Un día en la universidad vi una chica con un logo en el polo y le pregunté qué era la Mars Society». Según le explicó, se trata de un proyecto anual en el que un comité de selección elige 8 proyectos competitivos que puedan ser de interés para comprender los efectos que el entorno marciano podría tener sobre el cuerpo humano.

Concretamente, el proyecto que presentó Alba estaba muy centrado en los conocimientos que había adquirido durante sus estudios. Diseñó, con ayuda de otros expertos, un modo de medir en muestras de sangre y saliva los efectos de las misiones espaciales en el sistema inmunitario.

 

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Imagen cedida por Alba Sánchez

La Dra. Sánchez realizando las pruebas necesarias en las instalaciones de la simulación.

«Sabemos que el sistema inmunitario sufre durante las misiones espaciales y que no producimos las mismas células en el espacio que en la Tierra» Nos explica. «Ahora bien, ¿estos cambios son fruto de la radiación y de la microgravedad? ¿O puede que sea el propio aislamiento el que induzca esas alteraciones?» Para hallar la respuesta, decidió que mediría los anticuerpos (pequeñas proteínas que bloquean patógenos) en sangre antes y después de la simulación.

El aislamiento nos cambia muy rápidamente

Tras analizar los resultados, observó que las condiciones de aislamiento disminuían los anticuerpos igGs, los más habituales. Estos anticuerpos están especializados en combatir bacterias, hongos y virus, así como en neutralizar toxinas. Por tanto, tras aquellas dos semanas de aislamiento, los exploradores eran ligeramente más susceptibles a padecer enfermedades.

Tanto ella, como los demás investigadores de las instalaciones observaron otros cambios interesantes en el organismo, como que la médula ósea producía más células granulocíticas (las células que actúan como primera defensa del organismo) y que la microbiota variaba sensiblemente. Este último cambio es especialmente relevante, ya que en los últimos años se han descrito interacciones entre la microbiota y el cerebro que podrían afectar significativamente al estado psicológico de los participantes en una misión espacial.

Aunque como nos indica Alba; «Al final esto es exploración espacial, pero ayuda hoy en día en la Tierra» Y es que lo realmente importante de este tipo de investigaciones es su aplicación al mundo real. Por ejemplo, en ambientes hospitalarios, donde la microbiota podría tener un papel fundamental a la hora de ayudar en la rehabilitación del paciente. Además, esta investigación, así como las otras llevadas a cabo por sus compañeros pueden servir como referente para otros experimentos más completos y exhaustivos.

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Imagen cedida por Alba Sánchez

La Dra. Sánchez sujetando un cartel de "Sin ciencia no hay futuro" durante una simulación de exploración

Ante la pregunta de si, tras su experiencia, se plantearía realizar un viaje a Marte, Alba contestó que era una pregunta muy compleja y que habría que verse en la situación. Explicó que en esas condiciones los astronautas se exponen a un enorme estrés psicológico, ya que «todo ha de salir perfecto o te mueres». Además, tanto el viaje de ida, como el de vuelta, duran de 6 a 9 meses y, la estancia en Marte ha de durar periodos muy concretos de tiempo para que la alineación de los planetas permita realizar el viaje. Es decir, que como mínimo serían 2 años. Teniendo todo eso en cuenta contestó que sí, que le gustaría explorar Marte, pero sabiendo que es, potencialmente, un sacrificio.

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