¿Te imaginas ser un científico famoso y tener que poner en riesgo tu salud para demostrar tu teoría? Pues bien, justo esa es la historia de Barry Marshall, un médico australiano que, para poner a prueba una de sus sospechas, hizo algo que muy pocos se atreverían: se infectó a sí mismo con una bacteria peligrosa.
Corría la década de 1980 y, en aquel momento, la comunidad médica estaba convencida de que las úlceras gástricas eran una causa directa del estrés, de la comida con exceso de picante o de la acidez estomacal. No obstante, Marshall no apoyaba esas ideas y, de hecho, estaba en contra de ellas. Junto a su colega Robin Warren, trazó una nueva teoría: detrás de la afección se encontraba una bacteria, la Helicobacter pylori, la verdadera causante. Pero había un problema: nadie les creía. Así que Marshall pensó: ¿qué mejor que tomarse a sí mismo de conejillo de indias?
de la universidad AL LABORATORIO
Barry Marshall nació en 1951 en Kalgoorlie, una ciudad minera en el oeste de Australia. Desde bien pequeño, su entorno se dio cuenta de que el joven Marshall mostraba una curiosidad muy especial por entender cómo funcionaba el cuerpo humano. Por ello, nadie se sintió extrañado cuando, alcanzada la madurez, el joven se decantó por estudiar medicina en la Universidad de Australia Occidental, donde se graduó en 1974. Al cabo de poco tiempo, Marshall ya estaba ejerciendo de médico, desplazándose entre los hospitales locales.
Pero en una de esas estancias, concretamente durante la formación en el Hospital Royal Perth, se encontró un punto de inflexión. Marshall conoció al patólogo Robin Warren, un hombre tranquilo que llevaba años investigando una extraña bacteria detectable en las biopsias gástricas de pacientes con úlceras, y la cual captó completamente la atención del médico. ¿Acaso era posible que existiera una relación entre la bacteria y la enfermedad?
Y no pasó mucho tiempo hasta que empezaron a colaborar. Juntos, cultivaron y estudiaron la bacteria en un entorno controlado en el laboratorio, analizando al mismo tiempo a los pacientes afectados y recopilando un sinfín de evidencias. Sin embargo, cuando intentaron publicar sus hallazgos, la comunidad científica les dio la espalda. Y tenía una explicación: en ese momento, se pensaba que el ácido del estómago era demasiado hostil para albergar cualquier forma de vida. Es decir, la teoría de Marshall era inaceptable.
Yutaka Tsutsumi, M.D. Professor Department of Pathology Fujita Health University School of Medicine
Helicobacter pylori visto al microscopio electrónico
EL EXPERIMENTO QUE LO CAMBIÓ TODO
Pero este no se dio por vencido. Cansado del escepticismo, el médico australiano tomó una decisión extrema: decidió infectarse a sí mismo con Helycobacter pylori. Así, en 1984, bebió un caldo contaminado con la bacteria, la cual él mismo había cultivado en su laboratorio, y esperó pacientemente a que su teoría se volviese realidad. Y así fue. Al cabo de pocos días, Marshall comenzó a experimentar los síntomas más clásicos de la úlcera: dolor abdominal, náuseas, pérdida de apetito… ¡Estaba en lo cierto!
Con el objetivo de ganar la credibilidad de la comunidad, Marshall acudió a realizarse una endoscopia. Y las pruebas le dieron la razón: la mucosa de su estómago estaba inflamada, demostrando que, no solo la bacteria había sobrevivido en su interior, sino que lo había enfermado. Afortunadamente, el malestar no duró mucho tiempo y los antibióticos pronto hicieron su efecto, lo cual reforzaba todavía más su hipótesis: si la causa era una infección, entonces también existía una cura real.
Al cabo de poco tiempo, toda la comunidad científica hablaba del experimento. La historia de Marshall llamó la atención de los médicos, de los expertos y de los medios de comunicación, quienes empezaron a estudiar profundamente a la bacteria. Es decir, Marshall no solo había demostrado su hipótesis, sino que también había dado comienzo a una auténtica revolución médica.
Asociación Colombiana de Gastroenterologia
DE LA INCREDULIDAD AL NOBEL
Sin embargo, el reconocimiento no fue inmediato. De hecho, pasaron varios años hasta que sus colegas aceptaron de forma generalizada los efectos de la Helicobacter pylori en el estómago. Pero cuando lo hicieron finalmente, el impacto fue enorme: en lugar de tratar los síntomas con antiácidos o dietas, los médicos comenzaron a erradicar la enfermedad con antibióticos mucho más efectivos.
Y el cambio salvó miles de vidas y mejoró el bienestar de muchas otras, así como evitó el riesgo de complicaciones en muchos pacientes graves, como era el caso del cáncer gástrico. Barry Marshall y Robin Warren habían transformado para siempre la forma de entender la enfermedad.
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Barry Marshall y Robin Warren posando tras la ceremonia del Premio Nobel
Y finalmente llegó el reconocimiento: en el año 2005, ambos recibieron el Premio Nobel de Medicina por el descubrimiento. No obstante, para entonces, Marshall ya era toda una leyenda de la medicina: se trataba del médico que desafió al sistema, que se enfermó a sí mismo para probar una idea y que demostró que a veces, para cambiar el mundo también hace falta coraje.