Si hay algo que ha causado una curiosidad asombrosa a lo largo de la historia, han sido esos momentos en los que se han juntado ciencia y religión. Estas dos disciplinas, a menudo consideradas como enfrentadas, han llegado a encontrar momentos de ideas comunes y de gran o y apoyo. Y uno de los grandes representantes de esos instantes ha sido Georges Lemaître: un clérigo belga que cambió para siempre nuestra concepción del Universo.
En un momento dominado por las ideas del gran Albert Einstein, Lemaître se atrevió a sugerir algo impensable: que el Universo no era estático, como se creía, sino que se estaba expandiendo. Esta idea, la cual Einstein calificó como “abominable”, se convertiría posteriormente en uno de los pilares de la cosmología moderna al dar origen a una nueva visión del cosmos: el Big Bang.
DE SEMINARISTA A CIENTÍFICO
Georges Lemaître nació en 1894 en Charleroi, en Bélgica, en el seno de una familia acomodada. Desde joven, demostró poseer unas dotes excepcionales para las matemáticas, pero pronto descubrió que su vocación era doble: a los números se sumaba la fe. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial lo sorprendió antes de poder decidir qué camino seguir en su vida, por lo que pausó su vida personal para luchar en ella como artillero del ejército belga.
Pero con el fin de la contienda, llegó el momento de dar los primeros pasos: comenzó una formación religiosa y, finalmente, fue ordenado como sacerdote católico en 1923. Sin embargo, Lemaître no se sentía satisfecho: sentía grandes inquietudes por comprender la explicación de todo lo que le rodeaba y, además, estaba convencido de que la ciencia y la religión no eran enemigas, sino disciplinas complementarias hacia la verdad.
EL ORIGEN DE LA DISPUTA
Decidido a formarse y a alimentar sus dos vocaciones, optó por desplazarse, primero a Inglaterra y posteriormente a Estados Unidos, para estudiar física y astronomía. Y fue allí donde satisfizo sus ansias de conocimiento y entró en o con las teorías de Einstein sobre Relatividad General, las cuales estaban transformando completamente el panorama científico del momento. Justo entonces, Lemaître empezó a preguntarse: si el Universo obedece a las leyes de Einstein, ¿por qué debemos asumir que es estático?
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Georges Lemaître y su hermano Jacques tras alistarse en la I Guerra Mundial
Así, en 1927, el sacerdote publicó un artículo poco conocido en una revista belga donde proponía un modelo de Universo muy diferente al existente: un modelo en expansión. Según sus cálculos, no solo las galaxias se alejaban unas de otras, sino que todo el Cosmos, en su conjunto, estaba creciendo como si fuera un globo que se infla. Pero lo que más sorprendía era su origen: según Lemaître, se trataba de un “átomo primitivo”, un punto inicial del Universo, que posteriormente se conocería como el Big Bang.
EL DÍA QUE EINSTEIN SE EQUIVOCÓ
Pero el verdadero punto de inflexión llegó cuando Lemaître presentó sus ideas en una conferencia a la que también asistía el propio Einstein. El alemán fue tajante, y rechazó al sacerdote diciendo: “Sus cálculos son correctos, pero su física es abominable”. Para Einstein, la idea de un Universo cambiante chocaba con su ideal de una creación eterna y estable. De hecho, él mismo había introducido una constante cosmológica en sus ecuaciones para mantenerlo en equilibrio.
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Einstein y Lemaître charlando tras una conferencia en 1933
No obstante, el tiempo jugaría a favor del belga. En 1929, el astrónomo Edwin Hubble observó que las galaxias se alejaban unas de otras a velocidades proporcionales a su distancia, lo que confirmaba experimentalmente el modelo de Lemaître. Aun así, lamentablemente, durante años, el mérito de la expansión fue atribuido a Hubble, mientras Lemaître permanecía en el anonimato, quizás por haber publicado su teoría inicialmente en francés y en una revista poco leída fuera de Bélgica.
No fue hasta el año 1922, en orta reunión científica con Einstein, que el físico alemán reconoció públicamente su error. Según los testigos, Einstein se levantó tras la presentación de Lemaître y exclamó: “Esta es la explicación más hermosa y satisfactoria de la creación que he oído nunca”
EL PADRE DEL BIG BANG
Sin embargo, lejos de buscar la fama, Lemaître continuó su carrera con bastante humildad. Siguió refinando su teoría del “átomo primitiva”, llegando a anticipar muchos conceptos que hoy forman parte del modelo del Big Bang, e incluso fue uno de los primeros en proponer que la radiación de fondo de microondas, que no sería detectada hasta 1965, era una prueba del origen caliente del Universo.
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Lemaître dando una conferencia con una pizarra de fondo.
Pero Lemaître también fue un arduo defensor del legado científico. Durante la Segunda Guerra Mundial, se preocupó por preservar documentos y trabajos esenciales para la historia de la ciencia. Entre ellos, se encargó de publicar los escritos de Antoine Lavoisier, recopilados por su mujer, Marie-Anne, ejecutado durante la Revolución sa.
Finalmente, Lemaître falleció en 1966, poco después de enterarse del descubrimiento de la radiación cósmica de fondo, la prueba definitiva de su teoría. Sin embargo, no vivió suficiente para ver cómo el término “Big Bang”, que inicialmente se usó con tono burlón, se convertía en el eje de la cosmología moderna. Pero su visión permanece: la de un universo dinámico, nacido del calor extremo, revelado no solo por la fe, sino que por una unión con la razón.