Huelga decirlo: sufrir una enfermedad crónica puede alterar la salud mental. No en vano, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, más del 40 por ciento de los pacientes con cáncer y artritis reumatoide, y casi el 30 por ciento de los diabéticos, padecen depresión. Pero hay otro factor que estas y otras enfermedades graves tienen en común: la inflamación.
Hoy los científicos creen que, en muchos casos, la inflamación puede exacerbar los problemas de salud mental. Y esta línea de investigación está dando lugar a nuevos fármacos y perspectivas de tratamiento. «A lo largo del curso clínico de la depresión, la inflamación parece desempeñar al menos algún tipo de papel», afirma Wolfgang Marx, de la Universidad Deakin.
La depresión siempre se había considerado un caso de mal funcionamiento de los neurotransmisores, recuerda Marx. Pero en las últimas décadas han convergido múltiples líneas de demostración científica para sugerir que, si bien los neurotransmisores son importantes, el sistema inmunitario está relacionado con la salud mental, y la inflamación puede alterar el estado de ánimo. A medida que sumamos conocimientos sobre el número de moléculas que intervienen en el proceso inflamatorio, también aumenta el número de estudios que relacionan diversas citoquinas inflamatorias con la depresión clínica, así como con el trastorno bipolar y la esquizofrenia.
Algunas de las pruebas más robustas de que la inflamación puede causar estragos en el cerebro proceden de la investigación de un fármaco llamado interferón alfa, una citoquina inflamatoria segregada por las células infectadas que actúa como un potente antivírico. En su versión sintética se usa para tratar la hepatitis C, los melanomas malignos y otras dolencias. Pero los efectos secundarios incluyen la psicosis y la depresión: una cuarta parte de los pacientes con hepatitis C que lo toman desarrollan depresión.
Podría haber distintas formas en las que la inflamación perjudique la salud mental. Entre ellas, apunta Marx, la inflamación crónica podría perturbar la producción de serotonina y otros neurotransmisores, inhibir la formación de células cerebrales y dañar su capacidad de establecer nuevas conexiones. El hipocampo, responsable de la memoria, la regulación emocional y el estado de ánimo, parece ser el más afectado.
Martin Oeggerli
Micrografía coloreada de los microorganismos del intestino, cuya salud depende de nuestras elecciones dietéticas. Los alimentos antiinflamatorios son fundamentales para nuestro bienestar.
Las moléculas implicadas en la inflamación están siendo objeto de estudio, así como las formas por las que podrían alterar los procesos cerebrales. Por ejemplo, ciertos tipos de linfocitos T y citoquinas atraviesan la barrera hematoencefálica y afectan a la microglía, las células inmunitarias del sistema nervioso central. En condiciones normales, la microglía repara los daños y elimina las células lesionadas, pero si está estimulada por una inflamación excesiva, parece dañar las neuronas, explica Eléonore Beurel, bioquímica de la Universidad de Miami.
Para entender cómo se desarrolla la depresión asociada a la inflamación, algunos investigadores han buscado factores de riesgo claves en las primeras etapas de la vida. Se sabe que los traumas en la infancia elevan el riesgo de padecer depresión en la edad adulta, en particular del tipo que no responde a los tratamientos. La inflamación podría explicar esta correlación y ayudar a mitigarla, apunta Andrea Danese. Este psiquiatra infantil del King's College de Londres ha descubierto que los menores de 10 años víctimas de maltrato y abandono presentan niveles elevados de varias moléculas inflamatorias al cumplir los 30. «Las personas con antecedentes de maltrato infantil tienden a sufrir depresiones más crónicas y persistentes, y a responder peor a los tratamientos convencionales –dice–. La inflamación puede ser una de las razones biológicas que lo expliquen».
Mientras la ciencia descifra el papel de la inflamación en la salud mental, la esperanza es dar con más formas de combatir la depresión. La posibilidad parece más prometedora para el 30 por ciento de los pacientes que se estima no responden a tratamientos estándar como los antidepresivos y que, según los estudios, suelen presentar los mayores niveles de inflamación.
Muchos estabilizadores del estado de ánimo y otros psicofármacos ya tienen efectos antiinflamatorios. Y una amplia gama de medicamentos antiinflamatorios también parecen aliviar la depresión, según un análisis llevado a cabo en 2019 por científicos chinos, que revisaron 26 estudios con más de 1.600 personas. En comparación con los sujetos que tomaron un placebo, quienes tomaron medicamentos o suplementos antiinflamatorios –incluidos AINE, estatinas, ácidos grasos omega-3 y antibióticos– refirieron una reducción de sus síntomas depresivos, sobre todo cuando los combinaron con antidepresivos.
Es importante trabajar con un médico para probar varias intervenciones simultáneas, dice Marx, porque los problemas de salud mental son complejos.El riesgo de sufrir depresión puede estar ligado a la genética, los factores ambientales y la experiencia vital, y el estado de ánimo también se ve influido por numerosos procesos. Los medicamentos tradicionales tampoco son siempre necesarios; las soluciones que han funcionado para frenar otros tipos de inflamación también pueden tener efectos en este caso.
La dieta mediterránea se ha relacionado con una reducción de los síntomas depresivos, según descubrieron Marx y sus colegas en una revisión de investigaciones completada en 2020. Esto puede deberse a que sus ingredientes clave –frutas y verduras, legumbres, pescado rico en omega-3, frutos secos crudos y cereales integrales– tienen propiedades antiinflamatorias. También se ha demostrado que dormir lo suficiente, pasar tiempo al aire libre y meditar son formas de reducir la inflamación y mejorar el estado de ánimo.
Este enfoque holístico resulta prometedor. «Haciendo ejercicio, disfrutando de la naturaleza y llevando una alimentación sana podemos marcar una diferencia sustancial –dice Marx–. Tanto en la salud física, como en la mental».
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¿INTESTINO FELIZ, CEREBRO FELIZ?
La ciencia tiene cada vez más pruebas de la relación entre la salud intestinal y la salud mental. En 2017, un equipo de investigadores estadounidenses descubrió que un microbioma intestinal sano es sumamente importante para quienes sufren depresión y ansiedad. La dieta es solo uno de los muchos factores que influyen en el microbioma, pero como nuestro proceso digestivo dura más o menos un día, cambiar los alimentos que comemos puede afectar a nuestro cerebro y a nuestra salud mental en cuestión de 24 horas.
La dieta mediterránea, cada vez más popular en todo el mundo, puede reducir en un tercio el riesgo de depresión. Este tipo de alimentación se centra especialmente en comer vegetales, añadir cantidades moderadas de proteína animal y reducir las grasas saturadas. También incorpora fibra, que mantiene el equilibrio del microbioma intestinal.
Los nutricionistas recomiendan consumir unos 30 gramos de fibra al día. Estos son algunos de los alimentos más ricos en fibra.
FUENTE DE FIBRA Y GRAMOS DE FIBRA POR TAZA
Legumbres 12-18 g
Bayas 8 g
Cereales integrales 5-7 g
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Este artículo pertenece al número de Marzo de 2025 de la revista National Geographic