Cuando Ameca, este robot humanoide creado por Engineered Arts, se dio a conocer en las redes sociales en 2021, el impacto fue tremendo. «De la noche a la mañana se convirtió en una sensación. Conseguimos 24 millones de visitas en un solo post de Twitter», comentó entonces Morgan Roe, director de operaciones de la compañía británica. Es uno de los robots de su línea Mesmer, un sistema «para construir robots humanoides de apariencia realista, potentes, elegantes y rentables», dicen en su web. Su expresividad facial, increíblemente humana, es tan asombrosa que causa iración y sorpresa. Pero no solo eso, muchos también lo adjetivan como siniestro, escalofriante y aterrador, en consonancia con la hipótesis del «valle inquietante», término acuñado por el japonés Masahiro Mori.
En 1970, este experto en robótica apuntó que, a pesar de que un robot con similitudes humanas empieza por generarnos una reacción emocional positiva, a medida que ese parecido aumenta, la empatía se transforma en repulsión. Precisamente por eso Ameca no está exageradamente humanizado: carece de género, su cuerpo es de plástico y metal y su cara es de color gris. El mismo enfoque han seguido en Boston Dynamics para crear al que hoy se considera el humanoide más avanzado, el nuevo Atlas, totalmente eléctrico. «No buscamos que parezca un ser humano. Como ingenieros, queremos dejar claro que se trata de una máquina», afirma David Robert, consejero y asesor de esta empresa estadounidense.
Otros modelos de androides, en cambio, persiguen justamente lo contrario: parecerse todo lo posible a las personas, tanto que apenas puedan distinguirse unos de otros. Esta es la intención del ingeniero nipón Hiroshi Ishiguro, creador de Actroid y también de Geminoid, un androide avatar que es una réplica de sí mismo y al que, según dice, pronto podrá enviar a las reuniones de trabajo en su lugar. En su país ya se han celebrado bodas entre humanos y robots, y en el futuro, piensa Ishiguro, conviviremos con androides con grandes dotes conversacionales capaces de cuidarnos, con los que incluso podremos establecer relaciones sentimentales. ¿Deberíamos alegrarnos ante tal perspectiva? ¿Son estos ingenios la solución para una sociedad que sufre cada vez más de soledad no deseada?
Y una pregunta más: ¿hasta qué punto es necesario y conveniente que los robots sociales, es decir, los que han sido diseñados para interactuar con seres humanos tengan apariencia humana">