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Los nuevos 33 pioneros de National Geographic

National Geographic Society fue fundada en 1888 por 33 pioneros decididos a difundir el conocimiento del planeta y todo cuanto en él habita. Hoy otros 33 referentes simbolizan aquel esfuerzo compartido por hacer del mundo un lugar mejor.

Actualizado a

AFootit NatGeo33 rev

National Geographic fue fundada en 1888 por 33 audaces pensadores –científicos, exploradores y académicos– decididos a dar una nueva dimensión a nuestra forma de experimentar y entender el mundo, un desafío crucial para su época. Mucho ha cambiado ese mundo desde entonces, pero en National Geographic nos sigue inspirando la idea de que las personas impulsadas por el empeño compartido de hacer del planeta un lugar mejor pueden generar impactos enormes. Con este espíritu presentamos la edición inaugural de los 33 de National Geographic, una iniciativa que destaca y honra a visionarios, creadores, iconos y aventureros internacionales convencidos de que nuestro mundo necesita soluciones imaginativas y acciones urgentes.

Yvon Chouinard

ICONO

El muy poco común magnate que fundó la marca de aventura por excelencia y la donó para salvar el planeta.

Yvon Chouinard
Foto: Jonas Fredwall Karlsson

Yvon Chouinard fotografiado por Jonas Fredwall Karlsson en el río Snake, en el oeste de Wyoming.

Yvon Chouinard se ríe cuando intenta recordar cuál es la prenda más vieja de su equipo de aventura. «Casi todo lo que tengo es viejo –dice con una sonrisa–. Lo uso todo hasta que se cae a pedazos». A sus 86 años, el fundador de Patagonia mira a su alrededor en el despacho de su rancho de Wyoming y levanta las manos para mostrar las mangas raídas de su desvaída camisa de franela. «Toda mi vida ha sido bastante sencilla, la verdad. No soy muy consumidor».

Puede sonar sorprendente, incluso hipócrita, viniendo del fundador de una empresa que año tras año factura 1.000 millones  de dólares en ventas. Pero Chouinard siempre ha insistido en que no fundó Patagonia para hacerse rico. «Me gano la vida –declaró a The New Yorker en 1977–, y con eso me basta y me sobra». Casi medio siglo después, en septiembre de 2022, se reafirmó en esa filosofía dejando atónito al mundo empresarial cuando anunció que donaba su empresa de 3.000 millones de dólares, destinando el 2 % de las acciones a una fundación cuyos beneficios podrían utilizarse para hacer el bien social y el 98 % restante a una organización sin ánimo de lucro de nueva creación, Holdfast Collective, cuyo cometido es defender causas medioambientales. «La Tierra es ahora nuestra única accionista», escribió Chouinard en la página web de Patagonia.

«Una vez que ganas lo suficiente para vivir, ¿para qué seguir en el negocio? –pregunta–. ¿Cuál es la responsabilidad de los empleados que continúan trabajando? ¿Seguir generando dinero o hacer algo bueno? Estamos haciendo un buen trabajo y cosas positivas con nuestros beneficios. Y ese es el motivo para seguir adelante. No es una cuestión de ego. Qué más da, si dentro de unos años habré muerto».

La decisión de donar la empresa surgió, en parte, a raíz de su inclusión en la lista de Forbes. Nunca se había visto a sí mismo como un multimillonario; que lo considerasen así le escoció. Sin Patagonia podría vivir como el hombre que sentía ser: un vaquero octogenario de un rancho del Oeste que ingresaba 60.000 dólares al año, conducía un Toyota Corolla de 1987 y vestía ropa de franela raída. «Sería igual de feliz viviendo debajo de un puente o durmiendo en  una furgoneta y surfeando sabe Dios dónde –dice Kris Tompkins, la primera directora ejecutiva transformadora de Patagonia, y una de las confidentes más cercanas de Chouinard–. Ese es el genio de Yvon».

La modestia de Chouinard le viene de familia. «Yo era un escalador que vivía con lo puesto. Esa filosofía la heredé de mi padre –dice–. No tenía un centavo. Comía comida para gatos, ardillas terrestres. Me colaba en las huertas para robar fruta».

Ha escalado en todos los continentes, y hoy es el deporte que más echa de menos. («Mi equilibrio está para el arrastre», suspira). Aun así, la conexión visceral del alpinismo con el paisaje le hizo darse cuenta de los cambios irreparables que el ser humano obra en el mundo, aunque solo sea raspando la roca al hacer deporte. Durante 70 años se ha esforzado en minimizar el daño al hacer negocios. «Patagonia no es una empresa sostenible –dice–. No existe tal cosa. Considero nuestra filantropía como el coste de hacer negocios, de usar recursos no renovables. Una vez te das cuenta de  ello, quieres hacer algo al respecto».

Yvon Chouinard
Foto: Jonas Fredwall Karlsson

Yvon Chouinard fotografiado por Jonas Fredwall Karlsson en el río Snake, en el oeste de Wyoming.

Chouinard hace continuas referencias a su pesimismo. Por ejemplo, está convencido de que la crisis climática no tendrá solución hasta que las personas hallen su conexión espiritual con la naturaleza, como hizo él en los picos de Wyoming y las paredes de Yosemite. Cree que las empresas jamás elegirán la sostenibilidad verdadera en detrimento de los dividendos de sus accionistas. Pero contrarresta ese recelo con su idealismo sobre el margen de maniobra del que goza cada individuo con los recursos de los que dispone; en su caso, una de las marcas de aventura más importantes del mundo. Su participación en Patagonia, dice, es mayor ahora que cuando se deshizo de la empresa hace dos años, porque debe asegurarse de que puede continuar funcionando a perpetuidad, o Patagonia no tendrá la menor posibilidad de cumplir la ambiciosa misión que se ha autoencomendado: «salvar el planeta». 

—Grayson Haver Currin

Selena Gómez

VISIONARIA

La superestrella que apoya la  salud mental en todo el mundo.

Selena Gómez
ESTILISMO: JAN-MICHAEL QUAMMIE; PELUQUERÍA: RENATO CAMPORA PARA JOICO; MAQUILLAJE: RAOUL ALEJANDRE EN CLM; MANICURA: TOM BACHIK PARA TWEEZERMAN

Selena Gómez fotografiada por Cass Bird en Los Ángeles.

La Selena Gómez de hoy –actriz nominada a los Globos de Oro, filántropa multimillonaria y empresaria– no sería posible sin la Selena Gómez de hace unos años, cuando la joven cantante batallaba con su salud mental. En 2018 vivió un episodio de psicosis, un estado en el que la persona experimenta una ruptura con la realidad, y más tarde descubrió que sufría trastorno bipolar.

La actriz decidió tomarse un descanso en su carrera y alejarse de los focos. Exploró diferentes tratamientos, entre ellos la terapia dialéctica conductual, un tipo de psicoterapia para pacientes que experimentan una angustia emocional intensa, y finalmente  identificó un conjunto de estrategias y un plan de tratamiento que le dieron resultado. «Fue una temporada muy intensa –dice Selena, de 32 años–. No es fácil. Pero por suerte hoy estoy en un momento mental mucho más sano y trato de no prestar atención a ningún ruido».

Cuando su carrera despegó de nuevo, con papeles aclamados por la crítica en Solo asesinatos en el edificio (producida por Hulu, que comparte empresa matriz con National Geographic) y el reciente musical Emilia Pérez, se sintió obligada a compartir su experiencia de manera que pudiese ayudar a otros. Lo hizo del modo más íntimo posible con el documental de 2022 Selena Gómez: mi mente y yo. «Estaba aterrorizada –dice sobre el proyecto–, pero no quería que otras personas controlasen la narrativa de mi experiencia. Quería tomar yo el control y ser sincera. Así es como me gusta hacer siempre las cosas». También destinó parte de los beneficios de su empresa de cosméticos, Rare Beauty, a la creación de Rare Impact Fund, una organización sin ánimo de lucro que facilita recursos de salud mental a jóvenes de todo el planeta. «Me encanta lo que hago más que nada en el mundo, pero es crucial que detrás  de una marca de cosméticos haya un propósito –afirma–. No quería que los demás  me viesen como algo inalcanzable con lo que nadie pudiera identificarse».

Desde su lanzamiento en 2020 Rare Impact ha donado millones de dólares a 30 organizaciones de cinco continentes, ayudando a grupos especializados en la educación, la respuesta  a las crisis y la prevención del suicidio. Entre ellos se encuentran el Ever Forward Club de Oakland (California), que apoya a hombres jóvenes en situación de riesgo, y Kolkata Sanved, que usa la danzaterapia como forma de rehabilitación para niños vulnerables en la India y en todo el sur de Asia. Elyse Cohen, presidenta de Rare Impact, señala que, al concienciar sobre estos problemas, Selena Gómez también aborda el «constante desafío» de recaudar fondos para implementar soluciones. Gracias a su labor, quien no haya sufrido personalmente problemas de salud mental puede entender mejor la necesidad de invertir en su atención.

Por su parte, el deseo de Selena Gómez es que la población sepa que hay ayuda disponible, un apoyo que puede ser tan privado o tan público como deseen. «Todavía no lo tengo todo resuelto –dice–. Aunque las cosas mejoraron una  vez que empecé a conectar con mis emociones». 

—Alexis Okeowo

Jason Momoa

CREADOR

El actor que utiliza sus superpoderes para proteger nuestros océanos.

Jason Momoa
ESTILISMO: STEVEN CONSTANCIO; PELUQUERÍA Y MAQUILLAJE: JENNIFER STANFIELD

Jason Momoa fotografiado por Jason Eric Laciste en el Parque Regional de Waitawa, cerca de Auckland, Nueva Zelanda.

Mucho antes de interpretar a Aquaman, legítimo heredero del reino submarino de Atlantis, el actor Jason Momoa ya sentía la llamada del agua. Oriundo de Hawai, Momoa pasó gran parte de su infancia en un pueblo de Iowa, donde vivía con su madre. Aunque era una zona de interior, sentía pasión por los ecosistemas acuáticos, y en el instituto cursó asignaturas de biología marina de nivel universitario. «Teníamos un montón de acuarios –relata un entusiasmado Momoa, de 45 años, al recordar las anguilas y los tiburones del campus–. Ahí empezó todo. Estudiando biología marina en Iowa».

Después del instituto, a los 19 años, logró un papel en Los vigilantes de la playa; no era una vía directa a la biología marina, pero sí un paso en dirección al mar. Así se abrió en su vida una nueva trayectoria y, con papeles en Juego de Tronos, Dune y por supuesto Aquaman, Momoa llegó a ser una estrella de Hollywood.

Su amor por el mar sigue ahí, y hoy se ve a sí mismo como altavoz de expertos cuyas voces no suenan tan alto como la suya. En 2022 se convirtió en Defensor  de la Vida Submarina del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

No hace mucho, frustrado por la cantidad de botellas de agua de plástico que veía en los aviones, fundó una empresa de botellas de agua de aluminio, Mananalu. Con acciones como una asociación con el sistema de embotellado reciclable Boomerang, Momoa siempre está buscando la sostenibilidad. «Trato de cambiar  las cosas –dice–, y de dar la cara». 

—Lauren Larson

Hamdi Ulukaya

VISIONARIO

El empresario que conecta a refugiados con empleos de calidad.

Hamdi Ulukaya
Foto: Jonas Fredwall Karlsson

Hamdi Ulukaya y su hija, Leyla, fotografiados por Jonas Fredwall Karlsson en su casa de Norwich, en Nueva York.

 

Hijo de ovejeros kurdos, Hamdi Ulukaya huyó de su Turquía natal al ser perseguido por defender los derechos de su pueblo. Mientras fundaba Chobani, una empresa de yogur griego, en el norte del estado de Nueva York, se acordaba a menudo de quienes huían de la persecución, y empezó a contratar a personas de un centro de refugiados cercano. En el ínterin ha creado Tent Partnership for Refugees, una ONG que ha ayudado a decenas de miles de desplazados a colocarse en empresas como Airbnb, UPS, Mastercard e Ikea. Chobani tiene hoy una plantilla que habla más de 20 idiomas. «Nuestro argumento es que no encontrará personas más leales y trabajadoras para su empresa –dice–. Nunca olvidarán que usted les abrió la puerta». 

—Alex Hoyt

Tayshan Hayden-Smith

CREADOR

El guerrillero de los jardines que lleva la horticultura a una nueva generación.

Tayshan Hayden-Smith
Foto: Robin Hammond

Tayshan Hayden-Smith fotografiado por Robin Hammond en el barrio londinense de North Kensington.

De pequeño, Tayshan Hayden-Smith soñaba con llegar a ser una estrella del fútbol. El minijardín de la vivienda social londinense en la que vivía se convirtió en su campo de juego y le inspiró una carrera profesional. Cuando el incendio de la Torre Grenfell devastó la misma comunidad en 2017, regresó a casa y empezó a reconvertir solares urbanos en espacios verdes. Fundó Grow to Know, que busca hacer la naturaleza más accesible para todos, al tiempo que educa a una generación nueva y diversa de jardineros. «En el jardín desaparecen los límites  y las barreras», afirma Hayden-Smith, que pone su granito de arena para que los barrios desfavorecidos vuelvan a florecer. 

Alex Hoyt

Edward Norton

ICONO

El actor que imagina una nueva  forma de conservar la fauna africana.

Edward Norton
Foto: Djeneba Aduayom

Edward Norton fotografiado por Djeneba Aduayom en Kenia.

Desde muy joven, Edward Norton aprendió lo que exige la protección del medio ambiente. Su padre, el abogado medioambiental Edward M. Norton, fundó Grand Canyon Trust y cofundó Rails to Trails Conservancy; y su abuelo materno, el promotor inmobiliario y urbanista James Rouse, fue un pionero en la política de viviendas para personas con ingresos bajos. «Me crie oyendo hablar de emprendimiento social, estrategias orientadas a misiones y captaciones  de fondos –explica el actor de 55 años–. Todo el mundo a mi alrededor estaba en permanente campaña, tratando de recaudar dinero. Lo cierto es que no recuerdo un momento en el que mi padre no estuviese buscando financiación para organizaciones medioambientales».

Norton se forjó una carrera propia en un ámbito diferente, apoyándose en películas como American History X, El club de la lucha y La última noche para convertirse en uno de los actores más valorados de su generación. Recientemente ha interpretado a Pete Seeger, leyenda de la justicia social, en Un completo desconocido, junto a Timothée Chalamet en el papel de un joven y apasionado Bob Dylan. Cuando saltó al estrellato, Norton supo enseguida que no le interesaba el típico y tópico papel de embajador famoso. «Si algo he tenido siempre claro es que no me interesa el rol decorativo  de salir en la foto o hacer  de portavoz descafeinado –declara–. No me interesa para nada lo que yo llamaría el trabajo de escaparate: salir a la palestra a defender una causa y luego marcharme a mi casa. No es que le quite importancia a esas labores, es que a mí simplemente no me llenan».

Lo que sí le llena, dice, es su trabajo con una organización radicada en Kenia, Maasai Wilderness Conservation Trust. Es presidente del consejo estadounidense del grupo, al que describe como «una organización que antepone el desarrollo económico y busca la manera de crear una economía preferencial a partir de los recursos naturales en beneficio de las comunidades», otra manera de decir que se dedica a idear maneras creativas de engranar el trabajo de los masai en defensa de sus tierras y la fauniflora que las habita con el progreso económico.

El grupo hace muchas de las cosas que cabría esperar de una organización conservacionista keniana. «Damos empleo a más de 220 guardas naturales comunitarios, hacemos cumplir la ley en materia de protección de la naturaleza, monitorizamos la biodiversidad… Todo eso», explica Norton. Pero, añade, el grupo también es un receptáculo para ideas más audaces.  Un proyecto del que está particularmente orgulloso canaliza los ingresos de la venta de créditos de carbono hacia las comunidades locales masai, que emplean ese dinero para financiar programas de sanidad, educación y conservación.

Edward Norton
Foto: Djeneba Aduayom

Fotografía de Edward Norton y Samson Parashina, presidente de Maasai Wilderness Conservation Trust, tomada por Djeneba Aduayom.

El asunto de peso que le preocupa resultaría de lo más familiar a su padre y su abuelo: lo que él llama «la estresante odisea» de captar financiación. Esto lo llevó a darse cuenta de algo. «No podemos permitir que el movimiento mundial por la conservación siga siendo una estrategia filantrópica financiada por donantes –afirma–. No se sostiene. Y no solo porque ese sistema le impide crecer, sino también porque es demasiado inestable de base».

Hace falta un nuevo modelo, y Norton se entusiasma cuando describe cómo cree que será: una reinvención del esquema de ecoturismo de lujo que sirva mejor a los esfuerzos de conservación. Según él y sus socios, el dinero de  los turistas que se gasta en lugares frágiles debería quedarse en el país o, mejor aún, en la comunidad. Norton y su equipo fundaron una empresa llamada Conservation Equity que invertirá en turismo en lugares críticos, pero además, y lo que es más importante, reinvertirá sus beneficios a nivel local en lugar de repartirlos entre los accionistas. Norton ve con optimismo las perspectivas del modelo. «Creo que lo que estamos haciendo no tiene precedentes –dice–. Si nos sale bien, diría que habremos aportado una nueva manera sobre cómo financiar, incentivar y estructurar económicamente la conservación a escala mundial. Creo que estamos a punto de demostrar lo poderoso que podría ser el turismo si lográsemos articular un modelo para competir con el capital de inversión privado».

Norton cree que estamos en un momento crucial que se presta a reinventar los mecanismos de la conservación. «Estamos en la era de la economía de la naturaleza. Nos estamos obligando a tenerla en cuenta dentro de nuestro sistema económico –dice–. No seré tan romántico como John Muir, pero creo que debe reconocerse que las necesidades de 8.000 millones de personas no pueden estar por debajo del valor espiritual de la naturaleza, porque la realidad dice otra cosa.  Si no conseguimos unos resultados económicos más resistentes y superiores a partir de la istración y la gestión restauradora de la naturaleza, perderemos». Y a Norton no le hace ninguna gracia perder.

—Sam Schube

Jennifer Uchendu

VISIONARIA

La activista climática que crea espacios para que los africanos procesen su ecoansiedad.

Jennifer Uchendu
Foto: Robin Hammond

Jennifer Uchendu fotografiada por Robin Hammond en  La Haya, Países Bajos.

Jennifer Uchendu llevaba años advirtiendo a sus compatriotas nigerianos de los peligros inminentes que entraña el cambio climático, pero pasaba por alto un problema relacionado con este tema que le estaba afectando: se sentía cada vez más ansiosa y abrumada.

Los habitantes del sur global sufren algunos de los efectos más dramáticos del cambio climático –ciudades inundadas, tierras de cultivo agostadas por la sequía, olas de calor insoportables–, y eso pese a que en muchos casos ni siquiera contribuyen significativamente al problema. Uchendu, que trabajaba como consultora de sostenibilidad en comunidades locales y había creado el blog SustyVibes para ayudar a los jóvenes a reducir su huella de carbono y fomentar una mayor responsabilidad, sentía que no podía cambiar las cosas lo bastante rápido.

Los líderes internacionales no parecían tomarse en serio los desafíos a los que se enfrentaba la comunidad de Uchendu. «Sentía ira y frustración –recuerda–. O hacía el difícil trabajo de explorar esas emociones o me rendía por completo y me dedicaba a otra cosa».

Hasta que en 2020 tuvo una idea. Comenzó un proyecto para validar y explorar las respuestas emocionales al cambio climático en su comunidad. El Proyecto Ecoansiedad en África (TEAP por sus siglas en inglés) es una organización con sede en Lagos que facilita a los jóvenes africanos reunirse y hablar sobre las emociones que les inspira el cambio climático. Dos años después, TEAP abrió una cafetería en su sede, ofreciendo así un espacio de reunión para sus .

La dirección de TEAP quiere instilar una conciencia de empoderamiento en las más de 700 personas que se han unido al proyecto. Da igual que el objetivo sea plantar más árboles o reducir la factura de la luz: las conversaciones entre los suelen sacar a colación dificultades comunes. «Aunque nos hemos unido por causa del cambio climático, no está fuera de lugar que salga el tema del paro o del alto precio de los alimentos, porque percibimos que estos son los impactos más generalizados del problema», declara Uchendu.

Desde entonces ha ampliado el TEAP a más estados de Nigeria y tiene previsto formar a organizadores para que establezcan espacios análogos en Sudáfrica, Ghana y Kenia. Mientras tanto, está llevando a cabo una investigación con la Universidad de Nottingham, en Inglaterra, sobre el impacto emocional del cambio climático en los residentes urbanos de grandes ciudades africanas, lo que puede concienciar sobre el problema de una forma más amplia.

En opinión de Uchendu, proporcionar un espacio para que los jóvenes africanos hablen de su ecoansiedad es un paso esencial en la lucha por un futuro mejor. «Que los jóvenes se sientan impotentes y paralizados no es solo una crisis de salud pública, sino un desastre para el cambio climático –advierte–. Para actuar hay que tener energía». Uno de tantos recursos valiosos que debemos proteger.  

—Charley Locke

Yvonne Aki-Sawyerr y Eugenia Kargbo

Visionarias

Las autoridades municipales que salvan a su ciudad de una emergencia climática.

Yvonne Aki-Sawyerr  y Eugenia Kargbo
Foto: Kristin-Lee Moolman

Yvonne Aki-Sawyerr y  Eugenia Kargbo fotografiadas por Kristin-Lee Moolman  en Freetown, Sierra Leona.

 

Hace una década, cuando la epidemia de ébola llegaba a su fin en Sierra Leona, Yvonne Aki-Sawyerr percibió los efectos de otra catástrofe: las selvas tropicales que rodean la capital del país, Freetown, se habían talado para construir viviendas y obtener combustible. «De repente me di cuenta del nivel de deforestación –relata–. Aparqué el coche y me eché a llorar». Hoy es habitual que las temperaturas del lugar rocen los 38 °C, acompañadas durante la estación lluviosa de inundaciones y corrimientos de tierra que se saldan con víctimas mortales, como el flujo de lodo que en 2017 causó más de 1.000 muertes. Sierra Leona es uno de los países del mundo más vulnerables al clima y también uno de los más pobres, lo que restringe en gran medida su capacidad para adaptarse a una crisis causada sobre todo por las naciones ricas que queman combustibles fósiles.

Suena desolador. Pero Aki-Sawyerr, que antes de ser elegida alcaldesa de Freetown en 2018 hizo campaña contra el comercio de diamantes de sangre y cofundó una organización para ayudar a mujeres y niños desplazados por la guerra civil, propone otra forma de verlo: «Lo que está mal puede corregirse», dice.

Nacida en Freetown, desarrolló en Londres una carrera en el ámbito de las finanzas y la promoción inmobiliaria, pero regresó para dirigir una respuesta nacional al brote de ébola. Como alcaldesa, una de sus iniciativas más importantes fue nombrar a la primera directora de políticas contra el calor de África, Eugenia Kargbo, para ayudar a los ciudadanos de Freetown a adaptarse a unas temperaturas cada vez más extremas. En el desempeño de su cargo, Kargbo ha instalado toldos para dar sombra a las vendedoras de los mercados al aire libre de la ciudad; también está haciendo ensayos con materiales resistentes al calor para proteger a los ocupantes de viviendas construidas con chapa ondulada. «Muchas de las personas de estas comunidades pasan calor tanto dentro como fuera de casa –dice Kargbo–. Queda mucho por hacer, pero uno de los principales problemas es la financiación».

Pese a las dificultades, las autoridades municipales han avanzado en la recuperación de los bosques perdidos. En los últimos cinco años la comunidad ha plantado más de 1,2 millones de árboles –el 82 % de los cuales han arraigado– en el marco del proyecto Freetown the Tree Town  (Freetown, la Ciudad de los Árboles). El arbolado ofrece más sombra a los ancianos, y las raíces protegen los barrios de los deslizamientos de tierra.

Aki-Sawyerr recuerda una tradición antaño común en su país: cuando nacía un bebé, se plantaba un árbol y se enterraba en sus raíces el cordón umbilical; era una forma simbólica de arraigar las personas a la tierra. La alcaldesa cree en el poder de las costumbres que nos vinculan con nuestro mundo. Y confía en que las generaciones futuras puedan redescubrirlas.

—Arielle Samuelson

Héctor Bellerín

VISIONARIO

El futbolista que sueña con un futuro más ecológico para el deporte.

Héctor Bellerín
Foto: Nanna Heitmann

Héctor Bellerín fotografiado por Nanna Heitmann en el estadio Benito Villamarín de Sevilla.

 

La transformación de Héctor Bellerín comenzó hace casi 10 años, cuando se hizo vegano. Como defensa del Arsenal, jugaba en la Premier League inglesa y buscaba una forma mejor de entrenar y recuperarse. «Aquello me abrió muchas puertas», dice Bellerín, de 30 años, sobre su incursión en el ecologismo. Empezó a trabajar con una organización sin ánimo de lucro para plantar árboles en la Amazonia: 3.000 por cada partido que ganaba el Arsenal.

Hoy, de vuelta en su España natal, Bellerín juega en el Betis y trabaja con el club sevillano para reducir drásticamente la huella de carbono del equipo con iniciativas tan creativas como instalar en el Benito Villamarín asientos fabricados con redes de pesca recuperadas del fondo marino. «Para mí es un sistema pionero –dice–. Muchos clubes del mundo quieren echar un vistazo a lo que estamos haciendo para actuar en esa misma línea».

También posee una participación en un equipo inglés de las divisiones inferiores, el Forest Green Rovers, que ha alcanzado la neutralidad de carbono con ideas tan innovadoras como servir comidas exclusivamente veganas a jugadores y aficionados o viajar a los partidos que juega su club en autobús eléctrico. «El club ha tenido sus altibajos futbolísticos –apunta Bellerín–, pero también ha demostrado a mucha gente del mundo del fútbol que hay un equipo dispuesto a ser radical». Los mejores defensas saben hacerse oír en el campo. Y Bellerín nunca ha tenido miedo de decir cómo hay que jugar. 

Alex Hoyt

Sana Javeri Kadri

Visionaria

La emprendedora que inspira un comercio de especias más sostenible y ético.

Sana Javeri Kadri
Foto: Nanna Heitmann

Sana Javeri Kadri fotografiada por Nanna Heitmann en el mercado de especias de Lalbaug, en Mumbai, la India.

 

La cruzada radical de Sana Javeri Kadri para revolucionar la industria global de las especias empezó con una pequeña acción. En 2016, mientras trabajaba en el departamento de marketing de un supermercado de San Francisco, se dio cuenta de que en las cafeterías de Estados Unidos estaba extendiéndose la moda de los cafés con leche «dorada». Sabía que el ingrediente clave de aquella bebida, la cúrcuma en polvo, se cultivaba sobre todo en su India natal. Y que a diferencia de lo que ocurría con las variedades de café, fruta o chocolate que llegaban directamente de la granja a la mesa, la cadena de suministro de la cúrcuma era bastante opaca.

Cuando a principios del año siguiente regresó a Mumbai, se puso a investigar y se percató de dos cosas. Algunos agricultores regenerativos de la India utilizaban unas técnicas de cultivo y procesamiento muy concretas que daban lugar a variedades muy superiores a todo cuanto había visto en Mumbai y en California. Y, sin embargo, ningún agricultor parecía estar beneficiándose de la nueva moda de la cúrcuma entre los consumidores preocupados por el bienestar. Por eso decidió reinventar la cadena de suministro.

El comercio mundial de especias hunde sus raíces en más de 500 años de colonialismo y se caracteriza por las largas cadenas de suministro, la escasa transparencia y la remuneración miserable de los productores. Las especias suelen pasar años en tránsito entre el cultivo y el comercio, perdiendo sabor y aroma en el proceso. Por eso Javeri Kadri invirtió el único dinero que tenía, 3.000 dólares de su devolución de Hacienda, en adquirir la cúrcuma más fresca que pudo encontrar y llevarla a California. «La envasaba a mano en el sótano de mi casa y luego la vendía en internet», recuerda. Gracias a su habilidad para publicitarse en Instagram y a algunos os clave en el mundo de la alimentación, el negocio despegó.

Hoy Diaspora Co. ofrece 41 especias, entre ellas pimienta negra en grano, cardamomo y mezclas procedentes de la India y Sri Lanka. A diferencia de las especieras convencionales, Diaspora trata directamente con más de 150 explotaciones, llegando a miles de agricultores que cobran, de media, cuatro veces el precio habitual por las especias orgánicas que cultivan. (Fairtrade International, en comparación, paga solo un 15 % por encima del precio de mercado). La alta calidad del producto permite a la empresa cobrar un precio elevado, lo que se traduce en una mayor inversión en sus socios agrícolas.

Además, ofrece a sus clientes un nivel de transparencia inigualable: identifica en qué explotaciones se cultiva cada especia, las fechas de cosecha y los precios de los contratos. «Como nos abastecemos en el sur de Asia, muchos dan por hecho que el producto debería ser barato, y eso es un problema –dice–. En esencia es consecuencia del colonialismo y del racismo, que nos lleva a devaluar tanto la mano de obra como el valor del producto».

Mientras tanto, la marca ha empezado a venderse en la cadena estadounidense de alimentación Whole Foods y trabajar con distribuidores al por mayor. Y esa es una diferencia que notará el paladar. 

—Elizabeth Dunn

Muhammad Mansoor Mohiuddin

VISIONARIO

El médico que ha descubierto un insólito colectivo de donantes de corazón.

Muhammad Mansoor Mohiuddin
Foto: Jonas Fredwall Karlsson

Muhammad Mansoor Mohiuddin fotografiado  por Jonas Fredwall Karlsson en la Facultad de Medicina de la Universidad  de Maryland  en Baltimore.

A veces, una tragedia es una oportunidad. Así ocurrió hace unos años, cuando un equipo quirúrgico del Centro Médico de la Universidad de Maryland, dirigido por Muhammad Mansoor Mohiuddin y Bartley Griffith, llevó a cabo un innovador y revolucionario procedimiento sobre un paciente de 57 años que padecía una insuficiencia cardíaca terminal. David Bennett no era candidato al trasplante de corazón tradicional por una serie de problemas de salud. Como él, miles de personas se enfrentan cada año a esta realidad, en parte porque en Estados Unidos existe una escasez de órganos crítica. Mohiuddin recomendó una alternativa: trasplantarle un corazón de cerdo, modificado genéticamente para reducir al máximo la posibilidad de rechazo.

El experimento, llevado a cabo en 2022, fue un éxito, al menos al principio. Bennett murió unos dos meses después de un fallo cardíaco debido a complicaciones inmunológicas. El segundo paciente de Mohiuddin, un hombre llamado Lawrence Faucette, vivió casi seis semanas. Murió en 2023 por un rechazo fulminante. Para Mohiuddin, punta de lanza en el campo de los xenotrasplantes (el proceso de trasplantar órganos de una especie a otra), cada intervención ofrece información valiosa sobre este prometedor campo.

En un futuro ideal tendríamos corazones más que suficientes para todos. Y aunque los cerdos usados en las intervenciones de Mohiuddin tienen unos 30.000 genes, solo 10 fueron alterados para adaptar su corazón a los humanos. Hay quien ve con malos ojos la idea de sacrificar cerdos para usar sus órganos, pero Mohiuddin cree que esta práctica serviría a un bien mayor. «Salvar una vida es siempre la prioridad», dice. 

—Chris Gayomali

Cole Brauer

AVENTURERA 

La navegante que lleva su deporte a nuevos fans.

Cole Brauer
Foto: Robin Hammond

Cole Brauer fotografiada por Robin Hammond a bordo de  la embarcación deportiva First Light en A Coruña, España.

 

Cole Brauer no fue una de esas niñas que se pasan la infancia en un club náutico. La navegación llegó a su vida cuando se fue a Honolulu a estudiar la carrera. «Simplemente busqué en Google "vela, Hawai"», dice, recordando a sus 30 años cómo conoció por casualidad el deporte que le cambió la vida. El año pasado, una década después de aquel comienzo, se convirtió en la primera mujer estadounidense en circunnavegar el globo en solitario, sin escalas y sin apoyo. Zarpó teniendo unos 10.000 seguidores en Instagram, el 85 % de los cuales eran hombres, algo bastante habitual en un deporte dominado por ellos. Tras 130 días en el mar acumulaba unos 500.000, con una composición demográfica diferente: la mitad eran mujeres. Inspirar a los demás es importante para Brauer, empeñada en demostrar lo que pueden hacer las mujeres… y quienes no crecieron con un pie en un yate. 

—Eva Holland

Adam McKay

CREADOR

El cineasta que ilumina con su sátira mordaz las terribles realidades del cambio climático.

Adam McKay
Foto: Sebastian Kim

Adam McKay fotografiado  por Sebastian Kim, August.

 

Hace unos años, cuando estrenó su sátira apocalíptica sobre un desastre natural No mires arriba, McKay buscaba una nueva forma de hablar sobre el desastre. «Por horrible que sea –dice, refiriéndose a la crisis climática–, es importante crear una cultura basada en afrontarlo con humor». Hoy McKay tiene en sus manos la máquina para hacerlo realidad: Yellow Dot Studios, de donde han salido éxitos tan virales como un falso anuncio de Chevron que yuxtapone imágenes idílicas de la naturaleza con una voz en off sobre nuestra inminente perdición alimentada por la gasolina. El enfoque, dice, «abre la puerta a la ira, la indignación, la frustración, la sinceridad en estado puro». Expresiones difíciles de ignorar. 

—Adam Rogers

Maya Gabeira

AVENTURERA

La surfista de olas gigantes que lucha contra la lacra de los residuos plásticos.

Maya Gabeira
Foto: Matthieu Paley

Maya Gabeira fotografiada  por Matthieu Paley en Nazaré, Portugal.

 

Durante buena parte del año, en Nazaré, un pueblo pesquero de Portugal, el mar es plácido. Pero en invierno, ciertas tormentas canalizan el oleaje por un cañón submarino que transforma las olas en unas montañas de agua en movimiento tan colosales que se las ha descrito como el Everest del océano.

Los surfistas de olas gigantes peregrinan a Nazaré desde 2011, cuando un vídeo de Garrett McNamara surfeando una ola de 24 metros consagró la rompiente como una de las más grandes del planeta. Durante buena parte de la última década, una de las pocas mujeres de esa selecta lista ha sido Maya Gabeira, una brasileña de risa contagiosa movida por lo que algunos consideraban un sueño descabellado: también ella quería surfear la ola más grande del mundo

Criada en Río de Janeiro, Gabeira tenía afición por la adrenalina, un asma terrible y un miedo intenso a «morir sin aire», como ella misma dice, lo que le provocaba una ansiedad grave. Aquello habría llevado a muchos a evitar las aguas abiertas, pero para ella fue todo lo contrario. «Seguramente haya pasado la mitad de su vida en el mar –dice Stephanie Johnes, directora del documental de 2022 Maya and the Wave (Maya y la ola)–. Ha vivido cosas muy duras, pero tiene una capacidad única para superarlo y salir indemne». 

Los primeros intentos de Gabeira en Nazaré acabaron en desastre. En 2013, al descender por la cara de una de las olas más grandes que había cabalgado, salió catapultada contra el agua y, una vez escupida a la playa, tuvo que ser reanimada con R. Aquella experiencia cercana a la muerte fue tan profunda como dolorosa. «Al otro lado hay oscuridad y sabiduría», dice. Salió del trance con una pierna rota, daños graves en la columna vertebral y una ansiedad todavía más intensa. 

Tres cirugías de columna y cuatro años de rehabilitación después, algo en su interior empezó a cambiar. «Me levanté de nuevo», dice, y se sintió más fuerte por ello. En enero de 2018 plantó cara en Nazaré a una megaola de 21 metros, la más alta jamás surfeada por una mujer. Dos años después batió su propio récord al surfear otra de 22 metros, la más grande surfeada esa temporada, tanto por hombres como por mujeres.

Maya Gabeira
Foto: ANA CATARINA TELES

Maya Gabeira

Como es natural, las horas que ha pasado en el mar la han hecho muy consciente de los problemas a los que se enfrentan los ecosistemas marinos, empezando por la gran presencia de desechos y plásticos. «Casi siempre veo un mar de basura –cuenta–. Esa es la realidad».

De niña oía hablar a su padre, miembro fundador del Partido Verde de Brasil, de los problemas de conservación y el valor de impulsar el cambio. «Cuando me adentré en el océano, fue como dar el paso desde ese mundo verde que me había enseñado mi padre hacia el azul». Ahora aprovecha su fama como una de las surfistas de olas gigantes más destacadas del mundo para abogar por soluciones. Desde 2021 es miembro de la junta directiva de la organización sin ánimo de lucro Oceana, y durante la pandemia fue una fuerza impulsora en la campaña del grupo para instar al mayor servicio de reparto de comida de Brasil, iFood, a utilizar menos envases de plástico. 

Sus habilidades de comunicación desempeñaron un papel fundamental en el éxito de aquella campaña. «Llegar al público le sale de forma natural –asegura Jim Simon, director ejecutivo de Oceana–. Y es receptiva a las aspiraciones de la gente de tener una conexión espiritual con el mar». 

En 2022 la Unesco la nombró Campeona del Océano y de la Juventud, un papel desde el que trabaja para conectar con los jóvenes en temas de conservación. «Como surfista, siempre intentas conocer el mar como la palma de tu mano –dice–. Y cuando amas algo, te preocupas por ello. Me siento muy afortunada de haber construido esta conexión con el océano y de poder salvarme a mí misma en sus aguas. Sería injusto no tratar de divulgar todo lo que he aprendido en el mar».

El año pasado Gabeira se retiró, aunque sigue viviendo en Nazaré con sus dos perros. «No puedo fingir que lo hacía porque era divertido –dice, refiriéndose a surfear olas gigantes–. Estás persiguiendo algo. Y yo, con todas las preocupaciones que entonces tenía en la cabeza, lo que perseguía era momentos para estar presente o ser consciente». Sea lo que fuere lo que buscara aquellos años, parece haberlo hallado en el poder formidable del océano.

Molly Langmuir

Isabel Cristina Gámez y Óscar Andrés Méndez

CREADORES

Los constructores que dan un nuevo uso a los residuos plásticos en todo el mundo.

Isabel Cristina Gámez  y Óscar Andrés Méndez
Foto: Robin Hammond

Isabel Cristina Gámez y Óscar Andrés Méndez fotografiados por Robin Hammond en Bogotá, Colombia.

La idea era sencilla, pero trascendente. ¿Y si fuese posible usar la basura plástica que ensucia un país para ayudar a resolver su crisis de vivienda? En el caso del arquitecto Óscar Andrés Méndez y su socia, la ingeniera electrónica Isabel Cristina Gámez, esa inspiración culminó en  un invento que encarna sus valores fundamentales.

Su empresa con sede en Colombia, llamada Conceptos Plásticos, transforma  el plástico, incluidas bolsas, envases de aperitivos y botes de champú, en un sistema de construcción modular a base de ladrillos y columnas. Los bloques, con un aire a los de Lego, están hechos de plástico en un 95 %; los constructores solo tienen que añadir el techo y las ventanas. Desde que en 2010 fundaron su empresa en Bogotá, el equipo ha perfeccionado  su concepto para que sea cada vez más eficiente. Una vivienda estándar de dos dormitorios, cuarto de baño, salón, comedor y cocina utiliza hoy en torno a cinco toneladas de plástico desechado y se puede construir en unos cinco  días con un coste de entre 3.600 y 6.500 euros, mucho menos que la construcción tradicional. Además, las estructuras resisten terremotos e incendios, están bien aisladas y en absoluto son efímeras: cada edificio debería durar más de 200 años, dice Méndez. Al principio, Conceptos Plásticos se asoció con empresas privadas y una ONG para construir casas y escuelas en Colombia, unas 50 hasta ahora. En 2017 Aboubacar Kampo,  un médico que por entonces trabajaba como representante de Unicef en Costa de Marfil, se puso en o con ellos para explicarles que la basura plástica que obstruía los sistemas de alcantarillado estaba contribuyendo al estancamiento del agua y a la propagación de la malaria. En el país escaseaban las escuelas, y las que había  en muchas comunidades rurales, hechas de bloques de adobe, debían reconstruirse constantemente en la estación lluviosa. «Tenemos la solución», pensó Méndez. Solo quedaba compartirla.

Mediante un acuerdo por valor de tres millones de dólares firmado con Unicef, Conceptos Plásticos levantó una nueva fábrica en Abidján y contrató mano de obra, sobre todo mujeres, para buscar el plástico necesario. Hasta ahora se han edificado 550 aulas a partir de más de 3.500 toneladas de plástico; esto ha supuesto un ahorro de un 40 % con respecto a los métodos de construcción tradicionales. La iniciativa ha generado una economía circular que elimina los residuos del medio ambiente, mejora el sistema educativo con edificios bien diseñados y crea puestos de trabajo.

Méndez y Gámez están negociando un proyecto escolar similar en Etiopía e investigando cómo construir letrinas en los campos de refugiados de Sudán del Sur. Para compartir su tecnología en lugares donde la construcción de nuevas fábricas puede presentar dificultades, han diseñado una versión mini de su sistema que puede transportarse en contenedores de 12 metros. Puede basarse en basura, pero, como dice Kampo,  «el concepto no es solamente hermoso, sino también brillante». 

—Eric Wills

Björk

ICONO

La artista polifacética que da una lección de pragmatismo medioambiental.

Björk
ESCENOGRAFÍA: ANDREW LIM CLARKSON; ESTILISMO: EDDA GUDMUNDSDOTTIR

Björk fotografiada por Vidar Logi en Londres.

Björk siempre parece habitar un universo alternativo, un espacio onírico de ambición creativa libre de las limitaciones que constriñen a los simples mortales. Y por eso resulta todavía más impresionante cuando inyecta en su obra una dosis de fría realidad. En enero estrenó la filmación de un concierto de su reciente gira Cornucopia. El espectáculo contaba con las características florituras de Björk, como psicodélicas proyecciones gigantes de hongos y la muestra de un manifiesto medioambiental que hace un llamamiento explícito al problema más urgente de nuestro tiempo: «El acuerdo climático de París es una utopía moderna imposible de imaginar, pero superar nuestros desafíos medioambientales es la única forma de sobrevivir».

Un día de invierno del año pasado explicaba por Zoom a qué se refería: a redefinir lo posible. «Si lees la lista [de objetivos del acuerdo climático de París], te parece totalmente inalcanzable –dice–. Y creo que lo que debemos hacer es marcarnos otras metas, que sí sean alcanzables». Aunque las búsquedas artísticas de Björk siempre han sido elevadas, su ecologismo se basa en preocupaciones prácticas. Está en el nivel más alto de éxito y fama que puede alcanzar una estrella del pop: es desde hace décadas una visionaria querida en el mundo entero y capaz de llenar estadios en cualquier lugar, pero sigue actuando con el espíritu y los principios de un grupo indie de los noventa. «Cada dos años trato de elegir una causa por la que lucharé con todas mis fuerzas –cuenta–. Pero intento escoger algo que sea posible cambiar en la práctica. Algo que sea tan importante que cambie las cosas, pero tan pequeño que esté en mi mano hacer algo al respecto».

Björk, de 59 años, lleva los últimos dos años volcada en la lucha contra las piscifactorías salmoneras comerciales de su Islandia natal. A raíz de que millares de salmones escapasen de una jaula, existe el temor de que los ejemplares se crucen con especies nativas o transmitan enfermedades y parásitos, lo que provocaría una pesadilla ecológica en toda regla. «A veces ha sido difícil salvar la brecha entre los veganos de la generación Z y, pongamos, los ganaderos que matan corderos en otoño para venderlos en las carnicerías. Pero en este proyecto de piscicultura van todos a una», asegura. Para concienciar sobre el tema, sacó una canción inédita de su archivo y contrató a Rosalía para que le pusiera voz. Los beneficios de la canción, titulada «Oral», están financiando varias demandas en curso contra la pesca comercial.

Su próxima meta es captar activistas medioambientales para que soliciten al presidente francés que prohíba la pesca de arrastre de fondo en las aguas protegidas del país. Otro objetivo en apariencia modesto, pero con potencial de generar un impacto tangible. «Intento aprovechar al máximo el hecho de venir de un país pequeño y virgen –dice–. En vez de hacer 10 cosas, [trato de] hacer una sola cosa bien y llegar hasta el final […], no limitarme a aparecer en la foto de una campaña, dejarme ver en una fiesta y volver a mi casa sin saber en qué va a quedar todo». 

—Carrie Battan

Jeremy Jones

AVENTURERO

El snowboarder que une a los atletas para salvar nuestros inviernos.

Jeremy Jones
Foto: Jonas Fredwall Karlsson

Jeremy Jones fotografiado por Jonas Fredwall Karlsson en Olympic Valley, California.

 

Pionero del snowboard de alta montaña, Jeremy Jones vio cómo los helicópteros daban de pronto a las laderas más remotas. Pero desde el principio albergó sus dudas. «Sabía que cada vez que me subía a uno, estaba consumiendo recursos», dice. Así que empezó a hacer los ascensos a pie y la experiencia lo cautivó. «La tabla de snowboard es una herramienta para desafiarte a ti mismo y conectar con la naturaleza. Cuando te deshaces de las máquinas, la herramienta es mucho más eficaz».

Jones se convirtió en splitboarder: subía las laderas sobre esquíes que, al llegar a la cumbre, ensamblaba para formar una tabla de snowboard con la que descender. Y no tardó en fundar su propia empresa para fabricar el material necesario. Decidió donar el 1 % de las ventas a organizaciones medioambientales, pero al no encontrar ninguna entidad sin ánimo de lucro en el mundo de los deportes de invierno centrada en soluciones para el cambio climático, fundó la suya propia en 2007: Protect Our Winters, cuyas iniciales, POW, forman en inglés el término coloquial para la nieve en polvo.

Entre los atletas de élite adscritos al grupo están la esquiadora de fondo y oro olímpico Jessie Diggins y Tommy Caldwell, uno de los escaladores más destacados del mundo. Juntos representan los intereses de los millones de estadounidenses que consideran que estar al aire libre es parte esencial de sus vidas. POW dirige campañas para proteger los terrenos públicos y organiza mesas redondas con científicos del clima. Pero donde muestra su poder es en los viajes de presión a Washington D. C. «Nos presentamos en Capitol Hill con medallas de oro en la mano y con Tommy Caldwell al lado –dice Jones–. Y los secretarios dicen a los congresistas: "Tiene en su despacho a 30 millones de seguidores de Instagram. Debería recibirlos"». 

Alex Hoyt

Michelle Yeoh

ICONO

La ganadora del Óscar que pone el foco sobre las cargas que soportan las mujeres en zonas catastróficas.

Michelle Yeoh
ESTILISMO: DENA GIANNINI; PELUQUERÍA: ROBERT VETICA; MAQUILLAJE: SOO PARK

Michelle Yeoh fotografiada porJoyce Ng en Londres.

 

Hace una década, Michelle Yeoh estaba de visita en Katmandú con su ahora marido, Jean Todt, cuando la ciudad fue sacudida por un terremoto de magnitud 7,8. La pareja asistía a un evento en un hotel de pocas plantas de altura y escapó por los pelos de la devastación. «Cuando tembló la tierra, me caí al suelo al momento –recuerda Yeoh–. Tuvimos que salir a gatas porque no había forma humana de estar de pie».

Después del terremoto, Yeoh contempló atónita el grado de destrucción. Hubo cerca de 9.000 muertos y millones de desplazados. Lo que le dejó la huella más profunda fue lo impotente que se sintió. «Si no eres personal de emergencias, no intentes ayudar: lo único que conseguirás es estorbar», recuerda. Pero la actriz regresó a Nepal semanas después, en medio de réplicas y corrimientos de tierra, para trabajar con Live to Love International, una organización no gubernamental con sede en Nueva York que colabora con un convento local para prestar ayuda a las aldeas.

Volvió de nuevo al año siguiente para incorporarse a las iniciativas de ayuda del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Visitó bienes del Patrimonio Mundial de la Unesco en el valle de Katmandú y en pequeños pueblos de la periferia de la capital. Para Yeoh era vital llegar a la gente, tanto de las ciudades como de las aldeas remotas, con mensajes de esperanza: «Sabemos que estáis ahí –reitera–. No os hemos olvidado».

Criada en Malasia, la actriz de 62 años comenzó su carrera en Hong Kong en la década de 1980. En la pantalla subvirtió el papel de chica Bond en El mañana nunca muere, contribuyó a popularizar el cine asiático con Tigre y dragón y ganó un Óscar por Todo a la vez en todas partes, un momento que aprovechó para denunciar el edadismo sexista en su discurso de recogida del galardón.

Ahora lleva esa lente inclusiva a las zonas catastróficas; recientemente centró su atención en Turquía y Siria, devastadas por una serie de terremotos en 2023, el más fuerte de ellos de magnitud 7,8, igual de intenso que el que causó la tragedia de Nepal. Yeoh cree que es fundamental empoderar a las mujeres de esas zonas afectadas, porque a menudo son las primeras en ofrecerse para ayudar a los demás, pero tienden a sufrir violencia y abusos en una medida desproporcionada.

La experiencia de Yeoh en Nepal cimentó su creencia de que las mujeres son la fuerza motriz que impulsa la renovación de sus comunidades. Durante su visita a la región constató que las mujeres solían cargar con el grueso del trabajo duro, pero también se centraban en buscar soluciones sostenibles.

«Las mujeres se unen para resolver la situación –afirma–. Pude ver su resiliencia. Y tienen una gran visión de futuro». En una aldea rural del distrito de Sindhupalchowk, por ejemplo, Yeoh ayudó a inaugurar un centro de recogida de leche. Este tipo de trabajo humanitario la ha convencido de que, paso a paso, es posible el cambio. «Estoy convencida de que mientras uno tenga esperanza, seguirá adelante –insiste–. Y no hay nada más poderoso que eso».  

—Carina Chocano

Victor Glover

AVENTURERO

El astronauta que inaugura una nueva era de exploración espacial.

Victor Glover
Foto: Micaiah Carter

Victor Glover fotografiado por Micaiah Carter en el Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston.

«Seguimos citando la famosa frase del pequeño paso para el hombre que fue un gran salto para la humanidad», dice el astronauta Victor Glover. Pero, ¿qué pasará con esa expresión cuando lleguemos más allá? Glover está sentando las bases para averiguarlo, al prepararse para viajar a distancias jamás alcanzadas por un ser humano. En abril de 2026 viajará 8.000 kilómetros más allá de la Luna en la misión Artemis II, allanando el camino a futuros alunizajes y viajes a Marte. Para Glover, uno de los 17 astronautas negros de los más de 350 que la NASA ha enviado al espacio, este tipo de exploración es más que ir a un lugar lejano. «Nuestra mirada se eleva –dice–. Esa inspiración y apoyo colectivos unen a la gente». 

—Mosi Secret

Lucie Basch

VISIONARIA

Cofundadora de la app que lucha contra el desperdicio alimentario.

Lucie Basch
Foto: Robin Hammond

Lucie Basch fotografiada por Robin Hammond en París.

 

A los 24 años, Lucie Basch carecía de experiencia en programación. Sin embargo, lo que sí tenía esta emprendedora sa era una intensa rabia por la cantidad de comida que acaba en la basura, alrededor del 30 % de la producción mundial, que al pudrirse genera hasta un 10 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. Las panaderías, los restaurantes y las tiendas de comestibles suelen desechar los alimentos perecederos al final del día. Si se lograse conectar ese suministro con los consumidores que buscan el ahorro, la comida podría venderse con un gran descuento. Primero reunió a los proveedores y luego creó un equipo técnico. Gracias a su determinación, Too Good to Go es hoy el mercado de excedentes alimentarios más grande del mundo, con más de 100 millones de s en 19 países. «Creo que la clave del éxito ha sido que no nos limitamos a esperar, sino que de una vez dimos el paso», afirma. 

Elizabeth Dunn

Carlos Magdalena

AVENTURERO

El rescatador de plantas en peligro de extinción.

Carlos Magdalena
Foto: Joyce Ng

Carlos Magdalena fotografiado por Joyce Ng en los Reales Jardines Botánicos de Kew, en Londres.

 

Ha viajado hasta los acantilados de Mauricio y las selvas de la Amazonia en busca de especies vegetales en peligro de extinción. Pero para el Señor Don Carlos Magdalena, horticultor botánico de los Reales Jardines Botánicos de Kew, en Londres, y miembro de la Real Orden de Isabel la Católica, cultivar y preservar la flora cada vez más amenazada en su medio natural es otra aventura memorable. Entre sus éxitos está la propagación de un cafeto marrón (Ramosmania rodriguesii) de la isla Rodrigues, en Mauricio, y del nenúfar pigmeo (Nymphaea thermarum) de las aguas termales de Ruanda. Con el 45 % de las plantas con flor en posible peligro de extinción, su labor es vital. «Siempre digo que la obsesión tiene mala fama –dice–, cuando en realidad consigue cosas increíbles». 

Eric Wills

Shu Yang

VISIONARIA

La científica que encuentra soluciones en las estructuras naturales.

Shu Yang
Foto: Andreas Laszlo Konrath

Shu Yang fotografiada por Andreas Laszlo Konrath en Nueva York.

 

Tal como lo ve Shu Yang, la naturaleza tiene mucho que enseñarnos. Ingeniera química y biomolecular, utiliza la biomimética –el estudio de las estructuras que se dan en la naturaleza– para inspirar soluciones nuevas y a menudo más sostenibles que satisfagan las necesidades humanas. Dos proyectos recientes son un hormigón impreso en 3D que emula las propiedades observadas en las alas de  las mariposas y un adhesivo inspirado en la baba de caracol. ¿Qué es lo siguiente? «Tengo un montón de ideas», asegura Yang. 

—Anna Peele

Lewis Pugh

AVENTURERO

El nadador de resistencia en misión diplomática para proteger los lugares frágiles del mundo.

Lewis  Pugh
Foto: Jonas Fredwall Karlsson

Lewis Pugh fotografiado por Jonas Fredwall Karlsson en Ilulissat, Groenlandia.

El agua que fluía a través del manto de hielo de la Antártida Oriental estaba justo por encima de los 0 °C, pero Lewis Pugh solamente llevaba bañador, gafas y gorro de natación. Se sentía en plena forma, aunque había cogido algo de peso para mantenerse caliente en aquella aventura sin precedentes: nadar por un río de un kilómetro de largo que atravesaba el hielo. Se desplazaba metódicamente en el agua, con cuidado  de no tocar los carámbanos que colgaban sobre su cabeza. Hacía tanto frío que al principio apenas podía respirar; al cabo de diez minutos tenía las manos hinchadas y las venas moradas. En una costa rocosa lo recibió su equipo de apoyo, entre los que estaba Viacheslav (Slava) Fetisov, la estrella  del hockey ruso, ya retirado. «Lo saqué del agua  –recuerda Fetisov de aquel día de hace unos años–. Tenía la piel hecha polvo. Me dije: "Este tío es increíble"».

Algunos aventureros  se enfrentan a un desafío, como dijo una vez el escalador George Mallory sobre el Everest, solo «porque existe». Pugh, un nadador de resistencia sudafricano nacido en Gran Bretaña que ha completado expediciones en todos los océanos del mundo, aborda sus travesías polares por el motivo contrario: por la posibilidad de que, algún día, esos lugares no existan, al menos no como los conocemos ahora. Cada una de sus travesías está diseñada para fomentar misiones de índole diplomática: convencer a los Gobiernos de que declaren esas aguas como áreas marinas protegidas, libres de perforaciones en alta mar, pesca comercial y otras actividades perjudiciales.

Pugh, de 55 años, lleva casi cuatro décadas haciendo natación de larga distancia. En ese ínterin, dice, «nuestros mares han cambiado  de forma radical». Ahora nos enfrentamos a lo que él llama la tormenta perfecta de crisis marinas, con el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. «Empecé  a hacer travesías para divulgar un mensaje sobre la salud de nuestro planeta –dice–. Siempre ha sido una cuestión de justicia».

Pugh, abogado marítimo, es desde hace más de una década Defensor de los Océanos de la ONU. Su objetivo es que el 30 % de nuestros mares sean áreas marinas protegidas antes de 2030. Es una meta ambiciosa, pues se estima que hoy por hoy están protegidos menos del 3 %. Pero Pugh ha ayudado a la causa. En 2018, cuando se convirtió en la primera persona en cruzar a nado los 528 kilómetros del canal de la Mancha, el secretario de Medio Ambiente del Reino Unido lo estaba esperando en la meta, en una playa de Dover. Poco después, el Reino Unido comenzó a ampliar su protección marina y se convirtió en uno de los primeros países en apoyar el objetivo de 2030, animando a otras naciones a seguir su ejemplo.

Pugh completó su primera travesía de resistencia –de Robben Island a Ciudad del Cabo– en 1987, cuando tenía 17 años. Pero encontró su misión a mediados de la treintena, cuando nadaba en la bahía de la isla Decepción, una caldera volcánica frente al extremo de la península antártica. Aquel día de 2005 vio una pila de huesos que casi alcanzaba la superficie del agua. Eran restos de ballenas cazadas décadas antes. «Me dejó impactado –confiesa–. Me gusta pensar que esos huesos son un recordatorio de las locuras que puede cometer el ser humano».

Lewis  Pugh
Foto: Jonas Fredwall Karlsson.

Fotografía de Jonas Fredwall Karlsson.

 

Desde entonces ha nadado en un lago glaciar del Everest, a través del Polo Norte y desde Arabia Saudí hasta Egipto, una travesía por el mar Rojo que lo acercó a impresionantes arrecifes de coral. Aunque la mayoría de los países se han comprometido a limitar el calentamiento a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, le preocupa que ese cambio no se produzca con la suficiente celeridad. Más allá de ese umbral, señala, perderíamos entre el 70 y el 90 % de los arrecifes de coral del mundo. Y si llegásemos  a los 2 °C, probablemente desaparecería todo el coral del planeta. «Sería la primera vez en la historia de la humanidad que perdiésemos un ecosistema entero», dice.

En el camino ha encontrado un valioso aliado en Fetisov, capitán de los laureados equipos soviéticos de hockey de los años ochenta y actual diputado de la Duma rusa. En 2015, tras cruzar a nado el mar de Ross, en la Antártida, Pugh realizó el primero de varios viajes a Moscú. Allí conoció  a Fetisov, quien organizó reuniones con altos funcionarios. Al año siguiente el presidente ruso Vladímir Putin aceptó una iniciativa multinacional para establecer un área marina protegida de 1,5 millones  de kilómetros cuadrados en el mar de Ross, una de las más grandes del mundo. «¿Recuerda la diplomacia del ping-pong, en los años setenta? –pregunta Pugh–. Pues esto fue la diplomacia del bañador».

Completada su travesía por el hielo de la Antártida Oriental, Pugh regresó a Moscú en 2020, donde él y Fetisov esperaban obtener el apoyo de Rusia al establecimiento de otras tres áreas marinas protegidas en la Antártida. Sin embargo, esas negociaciones se han estancado y no está claro si Rusia está cumpliendo su compromiso anterior.

Hace poco Pugh estaba a 250 kilómetros al norte del círculo polar ártico, en la costa oeste de Groenlandia. Había ido a Ilulissat para nadar en un fiordo alimentado por uno de los glaciares más rápidos del mundo. Con una descarga de 46 kilómetros cúbicos al año, el glaciar contribuye a la subida del nivel del mar en todo el planeta. «Es la zona cero de la crisis climática», afirma Pugh. El agua estaba tan fría que solo se dio un chapuzón. «Metí la cabeza en el agua  y oí burbujitas –relata–. Era el aire que quedó atrapado en el hielo hace miles de años». Cuando salió a la superficie, oyó el rugido de los icebergs al desgajarse. Un recordatorio de que tendría que volver para darse otro baño. 

Alex Hoyt

Carla Pérez

AVENTURERA

La alpinista pionera que ayuda a escaladores con discapacidades a alcanzar nuevas alturas.

Carla Pérez
Foto: Nanna Heitmann

Carla Pérez fotografiada por Nanna Heitmann en Kyanjin Gompa, Nepal.

Carla Pérez percibe un cambio cuando cruza la línea invisible de los 8.300 metros sobre el nivel del mar. «Antes de atravesar ese muro conservas mucho control sobre lo que piensas y lo que haces», explica. Pero una vez la traspasa, las cosas cambian. Su cuerpo responde con lentitud. Y el frío y el agotamiento se tornan inexorables. Ahí es donde comienza la verdadera prueba.

Solamente cinco de los 14 ochomiles del mundo superan los 8.300 metros: el Everest, el K2, el Makalu, el Kanchenjunga y el Lhotse. Montañera pionera, Pérez ya ha hecho cumbre en los tres primeros sin oxígeno suplementario. Y planea coronarlos todos. Escalar de esta manera, sin el sistema de apoyo que ha ayudado a que los picos más altos del mundo estén al alcance de generaciones de escaladores, es el desafío preferido de esta ecuatoriana. También ayuda a otros a romper sus propios límites mediante un proyecto de accesibilidad llamado Más Allá de una Cima. El grupo ofrece a ecuatorianos con discapacidades salidas mensuales a las montañas, en parte como un homenaje a un tío de la escaladora nacido con parálisis cerebral. «Cada vez que escalaba una montaña me decía: "Dios mío, cómo le gustaría a mi tío estar aquí"», dice.

Esa alegría la acompaña desde las cimas más altas de su tierra natal hasta el Himalaya y más allá.

«Es la exploración de tu cuerpo, de tus límites, de las posibilidades que tienes –dice sobre lo que significa escalar sin oxígeno en un aire que cada metro que subes está más enrarecido–. Y, para mí, una conexión muy profunda con la Madre Tierra». Lo primero que hacemos cuando nacemos, señala, es respirar. 

Eva Holland

Sterlin Harjo

CREADOR

El narrador que da un micrófono a voces indígenas.

Sterlin Harjo
Foto: Djeneba Aduayom

Sterlin Harjo fotografiado  por Djeneba Aduayom en  el Museo Philbrook de Arte  en Tulsa, Oklahoma.

Tras más de una década haciendo películas, Sterlin Harjo, cuya obra suele tratar sobre temas indígenas, se planteaba dejar la profesión. «Mis películas llegaban a festivales y se distribuían, pero casi nadie las veía –dice–. Era frustrante saber que había trabajado tanto y comprobar que ni siquiera así podía ganarme la vida».

En lugar de dejarlo, Harjo (muscogui y seminola) unió fuerzas con Taika Waititi (maorí) para lanzar una serie de televisión que no solo lo puso en el candelero, sino que también arrastró con él otros nombres. La serie, Reservation Dogs (producida para FX, que comparte empresa matriz con National Geographic), se estrenó en 2021 y contaba la vida de varios adolescentes en una reserva de Oklahoma. Harjo y Waititi la utilizaron para destacar talentos nativos, tanto delante como detrás de la cámara. «Me arriesgué, convencido de que el sector iba a cambiar –cuenta–. Y acerté».

Muchos de los actores y creativos de la serie han participado desde entonces en otros proyectos de éxito, como Rez Ball, una película de Sydney Freeland y coguionizada por Harjo sobre un equipo escolar de baloncesto de los navajos que trata de llegar al campeonato estatal de Nuevo México, y Fancy Dance, de Erica Tremblay, centrada en la crisis de las mujeres indígenas desaparecidas y asesinadas, como se narra en la Nación Seneca-Cayuga de Oklahoma.

Wes Studi, el famoso actor cheroqui y único intérprete nativo americano que ha recibido un Óscar, tuvo un papel recurrente en Reservation Dogs y sigue notando la onda expansiva. «Los que llevamos 40 años en las trincheras nos hemos dejado la piel para lograr esto –dice Studi–. Hay más interés por las historias de los nativos americanos y más oportunidades gracias a Sterlin y a su trabajo».

Harjo, por su parte, está produciendo un nuevo título de cine negro. «Una peli de miedo, de atracos, una comedia, una historia de amor: me da igual, yo solo quería demostrar que los cineastas nativos pueden hacer de todo», declara.  

—Kate Nelson

Pattie Gonia

AVENTURERA

La activista que hace del aire libre un espacio más acogedor para la comunidad queer.

Pattie Gonia
Foto: Djeneba Aduayom

Pattie Gonia fotografiada  por Djeneba Aduayom cerca del pico Three Fingered Jack, en Oregón.

Las actividades al aire libre a veces pueden resultar hostiles para la comunidad queer. A esa conclusión llegó Wyn Wiley cuando de niño participó en un campamento de verano de los Boy Scouts. «Me adoctrinaron en un sistema militarista y masculino de estar en la naturaleza, basado en el lema "Tienes que ser fuerte para sobrevivir"», recuerda.

Hoy aquel niño lidera un movimiento cuyo discurso es diametralmente opuesto, y lo hace con tacones. Tras viralizarse en 2018 por hacer senderismo con unas botas de tacón de 15 centímetros, nació la primera «drag queen mochilera» del mundo: Pattie Gonia, una activista dragempeñada en que las personas LGTBIQ+ se sientan más a gusto en la naturaleza. «Creo que, a grandes rasgos, el discurso de la comunidad queer es huir a las ciudades en busca de aceptación –dice Pattie, que en su faceta de activista se presenta en femenino–. Y yo siento que corrí en sentido contrario, hacia el bosque», me dice por teléfono mientras camina junto a un lago cerca de su casa de Bend, en Oregón.

Pattie es famosa por los trajes con los que actúa, algunos confeccionados con tiendas de campaña recicladas. Su enfoque de concienciación sobre el cambio climático es novedoso, pero la acción en sí no lo es. «Las drag queens siempre han estado a la vanguardia de la organización y la protesta comunitarias», dice. Y lo subraya Nick Offerman, estrella de la serie Parks and Recreation, que la invitó a actuar en el festival Netflix Is a Joke del año pasado como parte de una noche de comedia dedicada a inspirar acciones contra  el cambio climático. La actuación de Pattie incluyó un monólogo sobre la película Buscando a Nemo y la capacidad del pez payaso macho para cambiar de sexo. «La salud de nuestro ecosistema no es un tema especialmente sexy ni es fácil convertirlo en el argumento de un show de comedia –dice Offerman–, por lo que la habilidad de Pattie es impresionante».

Su activismo la ha llevado a la Casa Blanca y al Parque Nacional Yosemite, donde lleva años participando en la organización de celebraciones del Orgullo para los empleados del parque. En 2023 lanzó un vídeo musical con el célebre violonchelista Yo-Yo Ma y el músico trans indígena Quinn Christopherson, rodado en el Parque Nacional de los Fiordos  de Kenai, en Alaska, para concienciar sobre el retroceso del glaciar Exit. El lugar tiene un hondo significado para la persona que hay tras el personaje drag: es donde Wiley esparció las cenizas de su padre, fallecido hace unos años de cáncer.

Wiley revela que la relación con su padre era «complicada», pero recordarlo con un viaje en kayak en el estado natal paterno le ayudó a pasar página. Quizás en la misma línea, su trabajo de defensa en nombre de Brave Trails, una organización sin ánimo de lucro que organiza un campamento de verano y rutas de senderismo para jóvenes queer, pueda curar viejas heridas. Pattie sigue centrada en el camino que tiene por delante. «Intentar convertir el dolor en algo diferente –dice–. Creo que es lo que siempre intenta hacer la gente queer». 

—Mickey Rapkin

Yara Shahidi

CREADORA

La actriz que descifra la psicología del optimismo.

Yara Shahidi
Foto: Micaiah Carter

Yara Shahidi fotografiada  por Micaiah Carter en Malibú, California.

 

«¿Qué significa para ti el optimismo en este momento?». Es una pregunta que Yara Shahidi, conocida por su papel de Zoey Johnson en las exitosas series Black-ish y Grown-ish (ambas producidas por ABC, que comparte empresa matriz con National Geographic), suele hacer al inicio de su nuevo podcast, The Optimist Project, que versa sobre cómo vivir una vida más plena.

Conforme aumentan las tasas de suicidio en Estados Unidos y el mundo parece ahogarse en angustiosos titulares, esa pregunta se ha vuelto cada vez más acuciante. Pero cuando se le pregunta qué significa para ella, Shahidi, de 25 años, que no tiene problemas en decir lo que piensa (ha condenado en público las tácticas de obstaculización del voto y la brutalidad policial), hace una pausa. «Para mí el optimismo es creer en mí misma. Y tener la plena convicción de que soy capaz de gestionar lo que venga», responde.

A lo largo de los años, su propia perspectiva se ha ido forjando en gran medida gracias a numerosas y profundas conversaciones con las personas fascinantes que siempre la han rodeado. Shahidi, graduada en Harvard, tiene dos hermanos. Uno es actor; el otro trabaja en el mundo de la moda. Su padre, Afshin Shahidi, inmigrante iraní, es director de fotografía (y exfotógrafo de Prince, la malograda estrella del pop). Su primo es el rapero Nas. Su abuelo estuvo en los Panteras Negras. Las conversaciones con esos de la familia, y con una amplia gama de nombres famosos, fueron siempre tan estimulantes que la actriz y su madre, Keri Shahidi, se sintieron obligadas a llevar esa energía, tanto introspectiva como socialmente consciente, a un público más amplio. «Nos consideramos unas privilegiadas por haber podido tener estas conversaciones –dice Keri, coproductora de Shahidi–. Pero al mismo tiempo sentimos el impulso de asegurarnos de que otras personas tengan la oportunidad de escuchar lo que nosotras escuchamos».

Inaugurado a finales del año pasado, The Optimist Project ya ha contado con  la participación de Ego Nwodim, parte del elenco de Saturday Night Live, el actor Courtney B. Vance y Laurie Santos, profesora universitaria de psicología cuya clase virtual «La ciencia del bienestar» es la asignatura más popular de Yale de todos los tiempos. El medio hablado es algo natural para Shahidi, que describe haber crecido en un «hogar sin televisión» y cuenta cómo su familia prefería los audiolibros y los programas de radio. Se sintió atraída por el audio porque le parece  un medio participativo. «Audiencia y presentador tienen que encontrarse a mitad de camino –dice–. Confías en la imaginación de los oyentes para emprender este viaje», lo que puede ofrecer más oportunidades para la exploración personal.

Yara Shahidi
DISEÑO DE PRODUCCIÓN: JAMES LEAR; ESTILISMO: JASON BOLDEN; PELUQUERÍA: KENDALL DORSEY; MAQUILLAJE: CHERISH BROOKE HILL; MANICURA: TRACEY CLEMENS; PRODUCCIÓN: ANTHONY FEDERICI PARA PETTY CASH PRODUCTIO

 

Aunque Shahidi ha utilizado su visibilidad para animar a los jóvenes a votar y emprender carreras en el ámbito STEM, ahora invita  a los oyentes a echar el freno y reflexionar. En estos momentos, piensa, puede producirse un cambio real.

«Muchas veces parece que estamos tan empantanados en el día a día que […] prácticamente no tenemos margen para decir: "Vamos a dejar un momento al lado los horarios, la economía, todas estas cosas en las  que tenemos que pensar constantemente para seguir avanzando"», declara. Lo que debemos hacer, cree,  es hablar de lo que significa para nosotros la «calidad de vida».

Las fuentes de estrés de la actriz pueden ser diferentes a las de sus oyentes, pero Shahidi reflexiona sobre cómo los jóvenes de hoy ya no dan por hecho que existe un ascensor social. «Tener que dedicar tanto esfuerzo mental a la supervivencia básica no deja espacio al cerebro para preguntarse por qué vivimos –dice–. ¿Qué me emocionaría al despertarme mañana?». ite que es un momento complicado para la próxima generación de líderes.

«Pero detrás viene una avalancha de jóvenes muy inspirados, muy motivados. Y necesitamos todas las voces. Necesitamos a todas las personas». Son las palabras de una auténtica optimista. 

—Lola Ogunnaike

Gabriela Hearst

CREADORA

La diseñadora que lleva la conciencia climática a la alta costura.

Gabriela Hearst
Foto: Joyce Ng

Gabriela Hearst fotografiada por Joyce Ng en su taller neoyorquino.

 

Al visitar la oficina de Manhattan desde la que trabaja Gabriela Hearst, no es necesario examinar la ropa de impecable confección para percibir la mano de esta diseñadora de moda. ¿Ve esas perchas de cartón reciclado? –pregunta Hearst, señalándolas–. Fuimos de los primeros en desarrollarlas». Odia el plástico porque sabe dónde suele acabar: en el vertedero.

Hoy la diseñadora, que creció en un rancho en Uruguay y lanzó la marca que lleva su nombre hace una década, es una figura de prestigio en el mundo de la moda y encarna el movimiento del lujo discreto. Pero si Hearst destaca especialmente, es porque después de tres años al frente de la casa de lujo parisina Chloé, se la considera la diseñadora de moda que quizá tenga más presente la cuestión climática. Y ello porque no se limita a llamar la atención usando telas de desecho (aunque también lo hace), sino que se vale de su posición como líder empresarial para lanzarse de cabeza al debate mundial sobre el clima. En 2023 intervino en la COP28 con pesos pesados del medio ambiente y la política para hablar de   la prometedora energía de fusión. Sí, entiende a la perfección cómo cae o deja de caer una chaqueta, pero quizá prefiera discutir sus opiniones sobre fuentes de energía alternativas.

Gracias al activismo de esta diseñadora, los consumidores asocian la marca con mucho más que un impecable abrigo de cachemira o su icónico bolso Nina. El componente ideológico está empezando a pesar más. «Las anécdotas más gratificantes –cuenta– llegan cuando me entero de que las clientas que vienen a comprar unas piezas tan hermosas prefieren renunciar a que se las empaqueten por todo lo alto, diciendo: "No, gracias. Sé que Gabi preferiría que no nos llevásemos tanto envoltorio extra"». 

—Carrie Battan

Oksana Masters

ICONO

La multiatleta que nos desafía a redefinir lo posible.

Oksana Masters
Foto: Joyce Ng

Oksana Masters fotografiada por Joyce Ng en el Centro  de Deportes Nórdicos de Canmore, en Alberta, Canadá.

 

Seis dedos en cada pie, cinco dedos palmeados en cada mano, cero pulgares y cero tibias. Nacida con malformaciones congénitas en Ucrania en 1989, tres años después de la catástrofe nuclear de Chernóbil, Oksana Masters vivió en un orfanato hasta casi los ocho años. Una vez adoptada llegó a Estados Unidos, donde le amputaron las piernas y soportó dolorosas cirugías reconstructivas. Ahora, a sus 35 años, ha competido en siete Juegos Paralímpicos consecutivos –en todos los Juegos de Invierno y de Verano desde 2012– y ganado 19 medallas en ciclismo de mano, remo, esquí y biatlón. Ejemplifica lo que es posible y normaliza la idea de que todos somos únicos a través de Sisters in Sports, una organización sin ánimo de lucro para niñas y mujeres con discapacidades. Si una de esas competidoras acaba venciendo algún día a Masters, ella será la primera en felicitarla. «Quiero que esas mujeres tomen la antorcha y la lleven más lejos que yo», dice. Solo de pensarlo se le pone la piel de gallina. 

—Christine Fennessy

Emily Liman

VISIONARIA

La científica que enriquece nuestra comprensión de los sentidos humanos.

Emily Liman
Foto: Andreas Laszlo Konrath

Emily Liman fotografiada  por Andreas Laszlo Konrath en Nueva York.

 

Esta experta en percepción humana ha descubierto un tipo de proteínas que detectan tanto los ácidos como el cloruro de amonio, el ingrediente que da al regaliz salado nórdico su sabor astringente. El hallazgo entraña posibles beneficios para la salud al aportar nuevos conocimientos sobre las otopetrinas, unos compuestos que se han relacionado con el cáncer de colon. «Cada vez que encontramos en el cuerpo una molécula con alguna función nueva –dice Liman– entendemos mejor cómo funciona nuestro organismo y cómo podemos manipularlo». 

—Lauren Vespoli

Arlo Parks

CREADORA

La cantautora que utiliza la música para hacer campaña a favor de la salud mental.

Arlo Parks
DISEÑO DE PRODUCCIÓN: KELLY FONDRY; ESTILISMO: DANASIA SUTTON; PELUQUERÍA: JOHNNIE SAPONG; MAQUILLAJE: ALANA PALAU; PRODUCCIÓN: ANTHONY FEDERICI PARA PETTY CASH PRODUCTIONS

Arlo Parks fotografiada por Micaiah Carter en Los Ángeles.

La cantante y poeta londinense Arlo Parks hace pop indie con la calidez y la ternura del folk. Y desde su álbum debut de 2021, Collapsed in Sunbeams, se ha hecho famosa por unas canciones tan sinceras y familiares que parecen dioramas en miniatura de los pequeños momentos de la vida. «Cuando hago un disco, lo único que tengo es un cuaderno en el que voy recopilando frases y fragmentos de mi vida –dice–. Y de ahí sale  la música».

Como en su obra está tan presente la vida interior, es natural reconocer en ella el anhelo de una reconciliación con nuestra salud mental colectiva. Su sencillo de 2020 «Black Dog», por ejemplo, fue escrito para una persona cercana a ella, de quien temía que estuviese cayendo en una espiral de depresión. En palabras de Parks: «Si sientes el impulso de escribir algo así, es en cierto modo para preguntar: ¿hay alguien más ahí fuera? ¿Alguien más está viviendo esto de esta manera?».

Desde entonces, ofrecer consuelo a quien se siente perdido y desanimado se ha convertido en parte de una misión personal más amplia. Poco después del lanzamiento de «Black Dog», Parks, de 24 años, anunció que estaba trabajando con Campaign Against Living Miserably, una organización benéfica de prevención del suicidio con sede en Londres, y en 2023 se reunió con del Consejo Asesor de la Juventud de Unicef para escribir un poema que se publicaría el Día Mundial de la Salud Mental. El año pasado dio un paso más hacia el activismo al convertirse en la embajadora británica más joven de la organización. «Siempre quise que el foco se alejase de mí y de mi música y se dirigiese a algo más grande, y así usar mi posición privilegiada para fomentar el cambio», afirma. Aunque el universo de sus canciones puede ser íntimo, incluso insular, Parks está descubriendo que el trabajo de una embajadora de Unicef –moverse entre los efectos que causa el daño y dar voz a los que están marcados por él– tiene que realizarse a una escala muy grande.

Su primer viaje diplomático la llevó a Sierra Leona, donde acompañó a una serie de defensores de la juventud, asistiendo a talleres y visitando grupos de apoyo para adictos y víctimas de matrimonios infantiles. «Fue maravilloso ver a chicas que aprenden a fabricar compresas y luego enseñan a sus hermanas y amigas», dice. Siempre empática, se ve a sí misma como altavoz de sus historias. «El objetivo es amplificar sus voces y lo que quieren que el mundo sepa de su trabajo –dice–. En realidad quería que hablasen a través de mí».

Parks también pretende dar a su música una dimensión benéfica: «Quiero que sea como un lugar suave donde la gente pueda aterrizar. Lo más obvio es la suavidad de la música y la voz». Pero más allá de eso, desea crear «un lugar en el que la gente pueda existir, sin más, y preguntarse quién es y cómo ama». Un lugar en el que escuchar y responder. 

—Sheldon Pearce

Don Cheadle

ICONO

El aclamado actor que lucha contra la injusticia climática comunidad a comunidad.

Don Cheadle
ESTILIMO: LINDA BERN; PRODUCCIÓN: ANTHONY FEDERICI PARA PETTY CASH PRODUCTIONS

Don Cheadle fotografiado  por Micaiah Carter en West Hollywood, California.

El pasado mes de enero, cuando los incendios arrasaban Los Ángeles, Don Cheadle y su esposa se vieron obligados a dejar su casa cerca de Pacific Palisades, igual que decenas de miles de habitantes de la región. «Nos llevamos algo de ropa y algunos objetos irreemplazables, como fotos, dibujos de nuestros hijos… Nada más», dice. Fue una crisis insólitamente cercana para un actor y activista habituado a involucrarse en las crisis desde lejos, en calidad de embajador de buena voluntad del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y miembro de la junta directiva de The Solutions Project, que ha apoyado a más de 300 organizaciones comunitarias que luchan por la justicia climática en 45 estados  de su país.

En cierto modo los incendios, que arrasaron con igual rapidez casas de clase trabajadora y mansiones lujosas, fueron un recordatorio de que las emergencias climáticas no hacen distingos de raza, etnia o cuenta bancaria. «Es una demostración palmaria de que las catástrofes son igualitarias, al menos al principio –dice Cheadle, poniendo especial énfasis en las últimas palabras–. Al final ya se verá. Porque sabemos que en situaciones como estas, los más vulnerables y menos representados son quienes van a sufrir más daños y tener más problemas para recuperarse».

Esta perspectiva lúcida hace del actor de 60 años un firme defensor de los derechos humanos y la justicia climática. Con The Solutions Project, sigue poniendo de relieve las desigualdades raciales y  de género. Fundada en 2013 por el actor Mark Ruffalo  y otros dos socios, la entidad ha distribuido más de 50 millones de dólares a organizaciones de todo Estados Unidos que se encuentran en la primera línea. La mayoría de ellas, como Rise St. James, que ha luchado contra los impactos de la industria petroquímica en el «Callejón del Cáncer» de Luisiana, y Tó Nizhóní Ání, que busca proteger la cultura indígena y el al agua en Black Mesa (Arizona), están dirigidas por mujeres de color.

«Toda la vida me ha preocupado la justicia –dice Cheadle–. Luego eres padre y todas las preocupaciones del mundo caen sobre tus hombros». Tras su nominación al Óscar en 2024 por interpretar al director de hotel Paul Rusesabagina en la película Hotel Ruanda, produjo el documental Darfur Now sobre el genocidio en el oeste de Sudán, a veces llamado «el primer conflicto mundial por el cambio climático». Como a muchos, el documental de Al Gore Una verdad incómoda, de 2006, le abrió los ojos sobre la urgencia de la crisis. «¿Qué podemos hacer? –recuerda haberse preguntado–. Y creo que, cuando haces esas preguntas al universo, el universo responde y te dice: "A ver qué te parece esto"».

Llegó a The Solutions Project por su trabajo con Ruffalo en cinco películas de Los vengadores de Marvel. Y sigue convencido de que las estrellas de cine deben dirigir la atención hacia tales esfuerzos. «A menudo los famosos, o como quieran llamarnos, intentan alejarse del centro de atención, mientras que los que defienden estas causas no pueden entrar en él», dice. Los incendios de Los Ángeles demostraron dos cosas: que la línea entre estar fuera y dentro es difusa cuando hablamos de cambio climático, y que lo será cada vez más. Y Cheadle tiene intención de seguir comprometido, esté en un lado o en otro. 

—Brett Martin

Alexis Nikole Nelson

AVENTURERA

La estrella de las redes sociales que comparte la flora con el gran público.

Alexis Nikole Nelson
dirección visual: liana blum (todas); reservas: ruth hilton (todas)

Alexis Nikole Nelson fotografiada por Djeneba Aduayom  en el Hundred Acre Wood Metro Park, un parque urbano a las afueras de Columbus, Ohio.

 

Cuando era más joven, Alexis Nikole Nelson tenía amigos que no entendían su pasión por estar al aire libre. «Les parecía más típico de un blanco cuarentón, curtido y machote», dice Nelson, que hoy tiene millones de seguidores en TikTok y se la conoce como la Recolectora Negra, una ingeniosa compañera de senderismo. Con un doble grado en teatro y ciencias ambientales, se ha convertido en la guía perfecta por su conocimiento sobre la vegetación comestible y otros temas, como la melaza secretada por ciertos insectos, el alga Ulva intestinalis (que le gusta espolvorear sobre las palomitas de maíz) o los orígenes racistas de las leyes que prohíben entrar en fincas ajenas. 

Lola Ogunnaike