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Los rinocerontes, en el punto de mira

Viajamos hasta el Parque Nacional Kruger, en Sudáfrica, donde las poblaciones de rinoceronte se han desplomado en el país en la última década. ¿Qué está pasando?

EVA
Eva van den Berg

Periodista especializada en ciencia y naturaleza

Actualizado a

Riconceronte en el Parque Nacional Kruger
Albert Masó

Un rinoceronte pasea por el Kruger con la cornamenta completa. Cortar los cuernos a estos animales es una de las estrategias que se están siguiendo para combatir el furtivismo. Sin embargo, algunos expertos alertan de que esta intervención conlleva riesgos y puede provocar lesiones graves. Además, como hay que dejar la base del cuerno para evitar el sangrado y las infecciones, a veces los furtivos los cazan igualmente para arrancarles ese poco de marfil.

En el Parque Nacional Kruger, en Sudáfrica, la población de rinocerontes se ha desplomado. Así lo ha podido constatar el biólogo y fotógrafo de la naturaleza Albert Masó, quien lleva 30 años haciendo safaris fotográficos en esta emblemática reserva de animales. «Durante los primeros 20 años se podían fotografiar rinocerontes todos los días. Entre 2010 y 2020 cada vez era más difícil hacerlo, y en 2021, por primera vez, ninguno de los dos jeeps de la expedición pudo ver ni un solo ejemplar». 

Ya antes de la creación del parque, en 1898, la afluencia masiva de cazadores exterminó a los rinocerontes. «En 1961 se introdujeron cuatro ejemplares, lo cual, sumado a la excelente gestión y a los recursos empleados, se tradujo en un éxito inaudito de reproducción: en 2010 había más de 20.000 individuos, casi la mitad de la población mundial». Pero a partir de ese año, un incremento en la demanda de productos de supuestas propiedades curativas y afrodisíacas asociadas al «polvo mágico» del cuerno de rinoceronte provocó un alud de furtivos procedentes de Mozambique que en una década acabó con el 70% de la población: en 2021 quedaban menos de 4.000 (unos 3.500 rinocerontes blancos, Cerathoterium simum, y 500 negros, Diceros bicornis).

Pero las autoridades del parque, los rangers, la policía y el Ejército del país han incrementado las patrullas y las condenas a los furtivos, lo que ha permitido que surja un rayo de esperanza. «En los tres safaris que hicimos en julio y agosto de 2022 pudimos volver a fotografiarlos». Esperemos que un día no muy lejano se consigan erradicar la lacra del furtivismo y las causas que la alimentan, como la pobreza, la emergencia climática y la corrupción.

Este artículo pertenece al número de Mayo de 2023 de la revista National Geographic.

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