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¿Sabes que tus vaqueros cuestan más de 3.000 litros de agua?

Anualmente, la industria de la moda consume 93.000 millones de metros cúbicos de agua, una cantidad que podría cubrir las necesidades de cinco millones de personas.

Sergio Parra
Sergio Parra

Periodista especializado en temas de ciencia, naturaleza, tecnología y salud

Actualizado a

Vaqueros
Shutterstock

Cada una de las prendas de nuestra vestimenta tiene un coste específico de litros de agua, los que se necesitan para obtener las materias primas de las que están hechos, así como derivados de la producción y tratamiento de los tejidos.

Por ejemplo, la producción de una camiseta de algodón puede consumir aproximadamente 2700 litros de agua. La fabricación de un par de zapatillas puede requerir entre 5000 y 8000 litros de agua. La producción de artículos de cuero también tiene un alto coste ambiental, no solo en términos de consumo de agua para el procesamiento del cuero, sino también debido a la contaminación generada por los productos químicos utilizados en el curtido.

Con todo, para conocer con más detalle lo que cuesta la ropa que llevas, teniendo en cuenta todas las variables, es oportuno hacerlo a través de una calculadora de huella medioambiental.

En términos generales, según los datos de un estudio de la ONU de 2019,la producción de ropa en el mundo es actualmente una industria responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global. Anualmente, la industria de la moda demanda unos 93.000 millones de metros cúbicos de agua, volumen que podría sostener la vida de 5 millones de personas. Este sector es culpable de aproximadamente el 20% del total de agua malgastada a nivel mundial. Esto implica que esta industria ocupa el segundo lugar en cuanto a la intensidad del uso de agua.

¿Y tus vaqueros?

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, se necesitan 3.781 litros de agua para hacer un par de vaqueros. Eso es suficiente agua potable durante casi 2000 días, o 5,5 años. Esta cifra, aunque asombrosa, arroja luz sobre la huella hídrica que la industria de la moda deja a su paso, invitándonos a reflexionar sobre las elecciones de consumo y su impacto en el planeta.

La producción de vaqueros, o jeans, es un proceso intensivo que comienza con el cultivo de algodón, un arbusto del género Gossypium el que demanda una gran cantidad mucha agua.

Cuánto cuesta la ropa

El coste de los tejidos

Puede que la moda busque el glamour, pero este sector industrial es uno de los que genera mayor cantidad de gases de efecto invernadero del mundo. En las dos últimas décadas casi se ha duplicado el número de prendas nuevas fabricadas al año. La compra de moda rápida se dispara, al igual que la velocidad con la que nos deshacemos de las prendas baratas. Los bajos precios ocultan el coste medioambiental de producir el enorme volumen de tejido necesario para alimentar este crecimiento desenfrenado, con impactos que varían según el género. La producción de telas a partir de fibras naturales (algodón, lana, cáñamo) y de pulpa de madera (fibras de celulosa artificiales, o MMCF) es la que menos energía consume, pero necesita más agua que la de fibras sintéticas más baratas, como el poliéster y el nailon. El cáñamo –la fibra más sostenible de la colcha que se muestra aquí– representa solo el 0,26 por ciento de la producción textil mundial.

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El cultivo de algodón

El cultivo de esta planta representa entre el 3% y el 4% del consumo mundial de agua para todos los usos. Este alto consumo se debe a la necesidad de agua para irrigar los campos de algodón durante su ciclo de crecimiento, especialmente en regiones donde las lluvias no son suficientes para satisfacer las demandas del cultivo.

Por ejemplo, en España, la producción de un kilo de fibra de algodón requiere, en promedio, 778 litros de agua, siendo el riego responsable del 90% de este consumo. En aras de tener una perspectiva de este nivel de consumo, basta recordar que el tomate cultivado al aire libre durante el verano necesita alrededor de 215 litros por kilogramo, y el tomate de invernadero, por su parte, demanda unos 183 litros de media.

Con todo, el algodón no es el cultivo que más agua demanda: el almendro o el arroz lo superan. Por su parte, el olivar de secano utiliza aproximadamente 1.900 litros de agua por kilogramo de aceituna, mientras que el olivar de riego consume 1.300 litros por kilogramo, de los cuales el 30% proviene del riego y el resto, de la lluvia.

Igualmente, la huella hídrica del cultivo de algodón es muy variable, y no solo depende del país en el que se cultive, sino incluso en la región, pues depende básicamente de dos factores: las condiciones climáticas y las técnicas empleadas, así como el tipo de agua que se usa. A ese respecto, el agua puede dividirse en tres tipos: verde, azul y gris.

El agua verde, utilizada en la agricultura de secano, proviene de la lluvia almacenada en el suelo y consumida por las plantas. El agua azul, en cambio, se extrae de ríos, lagos y acuíferos para usos como el riego, la industria y el consumo doméstico. El agua gris representa el volumen necesario para diluir los contaminantes a niveles aceptables.

Por ejemplo, en Estados Unidos, particularmente en Texas y Arizona, el algodón se riega principalmente con agua azul. En contraste, en el sureste asiático, el algodón se cultiva en secano, dependiendo exclusivamente del agua verde, es decir, de la lluvia.

En cuanto a las tecnologías más eficientes, como el riego por goteo y la aspersión, permiten una aplicación más precisa y controlada del agua, reduciendo la cantidad necesaria para mantener los cultivos y minimizando la pérdida por evaporación o escorrentía. Por ejemplo, en el caso de España, el cultivo del algodón se concentra esencialmente en Andalucía, dentro de las cuencas del Guadalquivir, Guadalete y Barbate.

Como región semiárida, afronta desafíos inherentes al clima, incluyendo periodos de sequía y la limitada disponibilidad de agua, pero, a pesar de la reducción en la superficie dedicada a este cultivo —de 90.000 a 63.000 hectáreas—, Andalucía ha demostrado una gran capacidad para adaptarse a las condiciones climáticas y gestionar eficientemente los recursos hídricos disponibles.

Tratamiento

Sin embargo, la demanda hídrica de este cultivo es solo el principio de la historia. El tratamiento y teñido de los vaqueros, especialmente para lograr ese aspecto "desgastado" tan en boga, también involucra procesos adicionales que requieren aún más agua, así como el uso de productos químicos que pueden ser nocivos para el medio ambiente.

Por ejemplo, el proceso de teñido de los vaqueros, especialmente cuando se utiliza índigo sintético y otros tintes, representa una de las fases más críticas en términos de impacto ambiental dentro de su ciclo de producción. El proceso tradicional de teñido de los vaqueros requiere que el tejido se sumerja múltiples veces en baños de tinte para alcanzar la intensidad de color deseada. Cada inmersión es seguida por un enjuague para eliminar el exceso de tinte, lo que desemboca en un consumo de agua significativamente alto. Estos enjuagues son necesarios para asegurar la fijación del color y para eliminar los residuos químicos del tejido.

La magnitud del problema se hace aún más evidente cuando consideramos la popularidad global de los vaqueros. La demanda constante impulsa una producción masiva que, a su vez, ejerce una presión considerable sobre los recursos hídricos del planeta. La industria de la moda, reconocida como una de las más contaminantes a nivel mundial, afronta así el desafío de reconciliar la moda con la sostenibilidad.

Alternativas más sostenibles

Las alternativas sostenibles y las innovaciones en la producción textil ofrecen un rayo de esperanza. Marcas y diseñadores están explorando métodos de producción más eficientes y respetuosos con el medio ambiente, como el reciclaje de agua y el uso de algodón orgánico, que requiere menos agua que su contraparte convencional.

Además, la adopción de prácticas de teñido ecológico y el fomento de la economía circular, mediante la cual los vaqueros pueden ser reciclados o reutilizados, son pasos hacia una industria más verde.

La conciencia del consumidor juega un papel crucial en este cambio. Optar por marcas que valoran la sostenibilidad, informarse sobre el origen y el proceso de producción de los productos que compramos, y adoptar una mentalidad de "menos es más" pueden tener un impacto significativo en la reducción de la huella hídrica de nuestra vestimenta. Iniciativas como la compra de vaqueros de segunda mano o la elección de prendas con certificaciones ecológicas también contribuyen a este esfuerzo colectivo por una moda más responsable.