En los últimos años, cuando más estamos notando los efectos del cambio climático, somos testigos de cómo los patrones de precipitaciones se han transformado o se están transformado de forma dramática en todo el mundo con regiones del planeta con precipitaciones nunca vistas.

Una historia de inundaciones

Valencia ya experimentó en 1957 una inundación imponente cuando se desbordó el río Turia tras unas incesantes lluvias que sumergieron la ciudad y provocaron la muerte de 80 personas y el desplazamiento de miles de ellas. La DANA de 2024 en esta comunidad ya se ha saldado con 216 muertos y un número indeterminado aún de desaparecidos en uno de los peores temporales en lo que va de siglo. Pero no se trata de hechos aislados o arbitrarios de nuestro clima.

Ya hace bastantes años que el Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) está avisando de que el cambio climático era una situación generalizada y que no paraba de acelerarse e intensificarse, lo que conduciría a lluvias más intensas y las consiguientes inundaciones, así como sequías más intensas en muchas regiones. Las lluvias y los períodos secos se están volviendo más largos y severos.

El cambio climático afecta a las precipitaciones

Es un hecho. El cambio climático está afectando a las precipitaciones: los aguaceros torrenciales son cada vez más frecuentes, lo que altera el día a día de miles de personas y ponen a prueba nuestras infraestructuras, ya que no estamos preparados para un clima de este tipo, sino para uno más templado. Esto nos deja con una incógnita colosal sobre los patrones de las precipitaciones.

Una reciente investigación publicada en la revista Science consolida precisamente la conexión entre el cambio climático inducido por el hombre y los patrones variables de precipitación, aportando la primera evidencia observacional sistemática del impacto que están teniendo las actividades humanas sobre el sistema climático de la Tierra; un impacto a largo plazo que hace del clima un evento que se encamina a lo impredecible.

Este trabajo conjunto del Instituto de Física Atmosférica (IAP) de la Academia China de Ciencias, la Universidad de la Academia China de Ciencias (UCAS) y la Oficina Meteorológica de Reino Unido, se centró en la evolución de la variación de las precipitaciones desde el siglo XX, revisando los cambios regionales y global en distintas escalas temporales. Los resultados son claros: se ha producido un marcado aumento de la inestabilidad de las precipitaciones desde el siglo XX hasta la actualidad, observable tanto a escala global como regional y en escalas de tiempo diarias e intraestacionales. Esta tendencia se observó en más del 75% de las áreas terrestres estudiadas, sobre todo en Europa, Australia y el este de América del Norte. Y una mayor variabilidad implica que las lluvias se reparten de forma más desigual, lo que provoca que los períodos de lluvia sean más intensos y los períodos de sequía sean aún más duros.

Puede haber efecto cascada

Quizá la cifra que más sorprende es que la volubilidad diaria de las precipitaciones ha aumentado en todo el planeta hasta un alarmante 1,2% por década. “El aumento de la variabilidad de las precipitaciones es principalmente una consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero inducidas por el hombre, que contribuyen a una atmósfera más húmeda y cálida. Esto invariablemente conduce a eventos de lluvia intensa más frecuentes, marcados por fluctuaciones más grandes entre estos extremos climáticos”, explicó Zhang Wenxia, autora principal de la investigación. Esto solo hace corroborar la evidencia de la influencia del cambio climático antropogénico sobre el cambio climático, lo que se traduce en que las predicciones del clima serán cada vez más complicadas para los meteorólogos.

Zhou Tianjun, científico senior del IAP y profesor de la UCAS, así como coautor del estudio, no lo puede resumir más claro: "El futuro que nos preocupa ya está aquí".

Los científicos instan a que los estados deben tomar medidas proactivas para mejorar la resiliencia climática, ya que estos cambios rápidos y extremos del clima ponen en jaque nuestras actuales infraestructuras y desarrollo, por lo que la humanidad debe centrarse inmediatamente en abordar estos desafíos.