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El atrevimiento de los salmones que acaban tomando ansiolíticos

Este pez tiene grandes cualidades pero la insana costumbre de alimentarse de todo lo que encuentra, acaparando algunos tóxicos.

Mónica Artigas
Mònica Artigas

Subdirectora del área de revistas National Geographic

Actualizado a

salmon
Shutterstock

El salmón, cuya esperanza de vida puede alcanzar los 15 años, nace en ríos de agua dulce pero en su juventud viaja al mar en un periplo que realiza en comunidad.

El salmón es un pez sobradamente conocido por no escatimar trayectos a lo largo de su vida. Es un animal anadrónomo, que puede vivir en aguas dulces y saladas, y también eurihalino, que así se denomina al que puede soportar muy distintas variaciones de salinidad. Su ciclo migratorio es el mayor reflejo de esta capacidad. 

El salmón, cuya esperanza de vida puede alcanzar los 15 años, nace en ríos de agua dulce pero en su juventud viaja al mar en un periplo que realiza en comunidad, en bancos de su especie, para poder defenderse de truchas, lucios y otros depredadores.

A lo largo del camino sortea todo tipo de obstáculos, presas, corrientes y cascadas; tras este viaje, en el que muchos juveniles no sobreviven, el llamado smolt sufre una gran transformación física que le permite vivir en el mar unos cuantos años. Sin embargo, cuando llega el momento de aparearse, desovar y morir, el salmón vuelve al río y más concretamente a las aguas donde nació.

Se sabe que tiene una gran facultad para reconocer unos rastros químicos en el agua que le guían hacia las aguas que le dieron cuna y que también posee un sentido de la orientación fuera de lo común que lo conduce a través de las corrientes.

Y el salmón es noticia. ¿Por qué? Pues porque este pez tiene grandes cualidades pero la insana costumbre de alimentarse de todo lo que encuentra, acaparando algunos tóxicos. Lo último que pone de manifiesto este negativo e indeseado hábito ha sido un estudio de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas publicado en la revista Science que asegura que el salmón es cada vez más atrevido en su viaje al mar.

¿Qué sucede? Pues que, al parecer, el salmón consume, sin querer, restos de medicamentos que son ampliamente utilizados por la población general entre ellos ansiolíticos como las benzodiacepinas, que combinados y en pequeñas dosis propician un efecto de atrevimiento y valentía que de otro modo no existiría. 

Para comprobarlo, además de analizar en el laboratorio cómo las aguas contienen estas sustancias, este grupo de investigadores suecos hizo un trabajo de campo en el río sueco Dal. Este río que desemboca en el Báltico, tiene grandes obstáculos, como la presa de Lanforsen, de 10 metros de caída, antigua y con enormes turbinas o la de Alvkarlevy, con 23 metros de caída y seis turbinas.

Pues bien: a un grupo de salmones se les expuso a pequeñas dosis de benzodiacepinas, en dosis similares a las que se encuentran en los ríos, y a otros no. Y se observó cómo el primer grupo, el que se había sometido a los ansiolíticos, superaba de forma más fácil los obstáculos, atreviéndose a sortearlos mientras otros se quedaban atrás. Con la dosis pertinente y tras nadar kilómetros, llegaron al mar más ejemplares y más triunfantes. 

Por supuesto, no es una buena noticia para el equilibrio ecológico de los mares, ni para el del planeta, ni para los peces, ni para sus consumidores, pero es una buena aventura a narrar.

¡Hasta la semana que viene!

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