Las redes sociales están inundadas de vídeos en los que se pueden observar nubes de polillas que se arremolinan alrededor de las luces y que se cuelan en las casas por cualquier resquicio. Aunque el aumento en el número de estos insectos voladores puede llegar a parecer preocupante, lo cierto es que la mayoría de las especies no suponen ningún peligro ni para los humanos ni para la ropa, por lo que no ha de cundir el pánico.
No se trata del primer año en el que se puede observar una reproducción incontrolada de estos insectos. Con la llegada de cada primavera y el principio del verano, sobre estas fechas, el aumento de las temperaturas el ciclo vital de estos insectos se acelera. Pero en este 2025, la combinación de las aguas de abril y mayo, y el aumento súbito de las temperaturas han creado unas condiciones ideales para la proliferación de las polillas tanto en el centro y sur de la península como en el norte de África.
Muchas de estas especies, como la llamativa Autographa gamma, cuya envergadura puede alcanzar los 4,5 centímetros, se encuentran en plena migración hacia el norte de Europa, por lo que su presencia en la península es temporal. Por lo general, en las distintas partes de su ciclo, esta polilla se alimenta de plantas, y no transmite enfermedades que puedan afectar a humanos. Sin embargo, algunas personas con especial sensibilidad pueden desarrollar alergia en forma de prurito (picazón) si la tocan con la piel desnuda.
Muchas están de paso
La mayoría de las especies de polillas se valen de los vientos procedentes del sur para poder migrar. Asistidas por los vientos, pueden llegar a volar centenares de kilómetros diarios hasta destinos tan lejanos como las islas británicas, Finlandia o incluso Groenlandia. Este viaje es un tanto apresurado, puesto que sólo viven entre 2 y 3 semanas en su estado adulto, pero de cuando en cuando realizan paradas para recuperar energías y, en este caso, ha sido en el sur de la península ibérica, dando lugar a esta situación de una enorme cantidad de polillas gigantes.
En su estado larvario, las polillas sí que pueden suponer un problema para las cosechas, puesto que las orugas se alimentan de los brotes y hojas de algunas verduras y hortalizas como el calabacín, guisantes, u otras plantas de raíz. Por tanto, a Autographa gamma se la considera una plaga para la agricultura.
Durante estas semanas, el número de polillas debería ir descendiendo mientras las que migran acaban de desplazarse a sus destinos, aunque aún se esperan al menos dos semanas de unos números superiores a los habituales. Por otro lado, si el clima les es favorable, no se descarta que a mitad de verano venga una segunda oleada de estos insectos viajeros con el mismo cometido que este primero: desplazarse y reproducirse.
En el caso de las especies autóctonas, la península ibérica cuenta con una gran variedad de heteróceros. El más grande de los cuales es Saturnia pyri, o Gran pavón, de hasta 16 cm de envergadura, y que se puede encontrar volando por las noches y en ciertas tardes calurosas. No pueden comer, puesto que obtuvieron toda su energía cuando eran una oruga y, por tanto, su único cometido es reproducirse en la semana que tienen de vida adulta.
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Un ejemplar de Saturnia pyri posado en la mano de una persona adulta. Los ejemplares suelen medir entre 12 y 16 centímetros de envergadura.
Cómo evitar las polillas
Lo ideal para evitar que entren en las casas es instalar mosquiteras en las ventanas y rejillas en las zonas de ventilación, además de tener cuidado al abrir puertas y ventanas. Al tratarse de insectos relativamente rápidos que se mueven por el aire, las corrientes pueden llevarlas al interior de las viviendas en momentos en los que está ventilando el calor de la calle.
Luces, olores a comida, piel muerta o sudor, y ciertas plantas también pueden actuar como reclamo a estos insectos, por lo que mantener la casa limpia puede ayudar a que nos eviten. Además, ciertas sustancias como la naftalina o la lavanda pueden camuflar el resto de olores y quitarle el atractivo a nuestra casa para estos insectos que se autoinvitan.
En el caso de observar algunas especies como Tineola bisselliella, popularmente conocida como polilla de la ropa, o Tinea pellionella, la presencia de ejemplares adultos en las habitaciones puede significar que sus larvas se encuentran viviendo y reproduciéndose en tejidos de lana o sintéticos. Durante su fase larvaria, estos insectos se alimentan de pequeños restos de comida y piel muerta que hayan quedado en la ropa, o de las propias fibras, por lo que pueden producir agujeros.
Para evitar que el problema vaya a más, lo ideal en estos casos es limpiar bien los cajones con producto desinfectante y lavar las prendas con agua a 60 grados o, en el caso de tejidos delicados, introducir la ropa de la que se sospecha que pueda tener huevos durante 3 días en el congelador. De este modo, las larvas morirán y podremos remendar los pequeños agujeros que hayan podido crear, asegurándonos por el camino que no van a ir a más.