El humo blanco ha emanado de la chimenea de la Capilla Sixtina al segundo día del cónclave, lo que ha causado un gran estupor entre los miles de seguidores congregados en la plaza de San Pedro, expectantes por saber quién será el encargado de tomar el relevo de Francisco en el ministerio petrino.
Sobre las 19:30 horas de la tarde, el nuevo papa salió al balcón de San Pedro para lanzar la bendición Urbi et Orbi. Se trata del cardenal estadounidense Robert Francis Prevost quien ha adoptado el nombre de León XIV.
Sorpresa en el vaticano
Prevost no ocupaba las primeras posiciones de las "quinelas papables", aunque sí que figuraba en las apuestas, aunque como un candidato 'outsider'. El cardenal de 69 años, nacido en Chicago, tiene orígenes francoitalianos y españoles, puesto que su madre tenía ascendentes de este país. Sin embargo, ha vivido gran parte de su vida en el extranjero, sobre todo en Perú, donde desarrolló gran parte de su carrera pastoral como misionero de los agustinianos.
La primera fumata negra tardó mucho en aparecer, lo que arreció las elucubraciones sobre posibles dificultades para llegar los 89 votos que se necesitan para alcanzar la mayoría absoluta. Una hipótesis coincidente con la opinión de muchos expertos que auguraban que este iba a ser un cónclave largo y dividido, con numerosas facciones enfrentadas, lo que hacía inviable un acuerdo a corto plazo.
contra pronóstico: una elección temprana
Nada más lejos de la realidad. Sorprendentemente, el papa número 267 de la Iglesia católica ha sido elegido el segundo día de votación, tal y como lo hicieron sus dos últimos predecesores, lo que indica que las reuniones del Colegio Cardenalicio previas al cónclave habían dado sus frutos.
Las reuniones previas al cónclave hacían prever que no se trataría de una elección fácil. Así lo manifestaron algunos prelados recién llegados a Roma, como el obispo de Yakarta, Ignatius Suharno Hardjoatmodjo, quien, tras llegar a la Ciudad Eterna, auguró que había escuchado muchas voces, y que no sería fácil sacar conclusiones.
No es para menos, en este caso el cónclave llegaba con una profunda división que hacía prever un cisma en el seno de la Iglesia. Demasiados favoritos en las quinielas papables.
El nombre más citado ha sido Pietro Parolin, actual secretario de la Santa Sede y diplomático del Vaticano. Una figura capaz de desatar consensos, pues se enmarca en el ala progresista de Francisco, pero se distancia del ala conservadora del papa Benedicto XVI. Su principal rival era Luis Antonio Tagle, una de los papables con mayor presencia en los medios de comunicación en los últimos días. Le seguía el cardenal estadounidense Robert Prevost –el nuevo papa- y el canadiense Michael Czerny, en el bando progresista, y el cardenal húngaro Péter Erdö y el ultraconservador Robert Sarah en las posiciones más tradicionalistas.
Fumata negra del segundo día del cónclave.
en la línea de los últimos cónclaves
La experiencia más cercana nos habla de cónclaves cortos. El papa Francisco, elegido en 2013 después de la renuncia de Benedicto XVI, fue seleccionado en la segunda jornada del cónclave y requirió de cinco rondas de votación.
Su predecesor también requirió de menos de 24 horas y una ronda menos de votación para convertirse en Sumo Pontífice. En ambos casos, los cardenales electores llegaron rápidamente a un cierto consenso que les permitió elegir en un tiempo prudencial al obispo de Roma, algo parecido a lo que ha ocurrido en esta ocasión.
los precedentes más cercanos, de 2 a 3 días de cónclave
Pero que un cónclave sea corto no significa que todo esté pactado de antemano. En el último de ellos, celebrado con 115 electores, el Colegio Cardenalicio eligió al gran favorito interno, el cardenal Bergoglio. Sin embargo, no lo era para muchos medios de comunicación que apuntaban al cardenal Angelo Scola, discípulo de Ratzinger, como la apuesta más segura.
Tal era la confusión que la conferencia episcopal italiana emitió un comunicado de felicitación. Sin embargo, el patriarca de Venecia cayó ya en la primera votación, al no recibir el apoyo suficiente. Aun así, se necesitaron 2 días y 5 votaciones hasta conseguir la mayoría de electores que permitieron la elección de Francisco.
El papa Benedicto XVI lo tuvo algo más fácil en 2005. Fue elegido al segundo día, después de 4 votaciones. No en vano, era el gran favorito después de 27 años de pontificado de Juan Pablo II.
Su único rival, casualmente, fue el cardenal Argentino Jorge Mario Bergoglio, quien en aquel momento no aparecía en ninguna quiniela. El propio papa Francisco explicó que declinó su candidatura cuando se sintió utilizado para dinamitar la elección de Ratzinger, aunque otras versiones atribuyen al cardenal jesuita Carlo Maria Martini, contrario al obispo argentino, quien acabó dinamitando la elección de Bergoglio en aquella época.
Fueron necesarios 3 días y 8 votaciones para elegir al papa Juan Pablo II en 1978. Karol Wojtyla no era el favorito. Uno de los más votados era el cardenal Giuuseppe Siri. Pero hubo un giro inesperado. Había dado una entrevista en exclusiva con la promesa de que se publicaría una vez hubiera iniciado el cónclave, pero se hizo pública en día que entraron en la Capilla Sixtina, y todos los cardenales pudieron conocer de antemano su opinión, demasiado radicales para los electores más moderados. El cardenal Siri se enfrentaba a otro cardenal italiano, Giovani Benelli, arzobispo de Florencia. Wotjyla no apareció en la pugna hasta el quinto escrutinio.
Su predecesor, Juan Pablo I, solo necesitó 2 días para convertirse en papa. Aunque en aquel caso probablemente fueron las altas temperaturas las que precipitaron la elección. En aquella época los cardenales no se alojaban en la residencia de Santa Marta, sino en la misma Capilla Sixtina. Dormían en unas camas dispuestas expresamente en los pasillos para la ocasión. Se dice que uno de los 111 cardenales reunidos en aquel cónclave rompió la ventana para poder respirar. Nada comparado con la plácida primavera de la que se goza hoy en la Ciudad del Vaticano.