Todos los años, el 16 de septiembre, el mundo celebra el Día Internacional para la Conservación de la Capa de Ozono. En 2024, esta conmemoración resalta tanto los éxitos alcanzados gracias a la cooperación global como los desafíos que aún persisten en la lucha por su recuperación completa.
La historia de la capa de ozono es un ejemplo excepcional de cómo la acción conjunta y la voluntad política pueden mitigar una crisis ambiental que, hace unas décadas, parecía irreparable. El Protocolo de Montreal, firmado en 1987, ha sido fundamental en este esfuerzo, logrando la eliminación de más del 99% de las sustancias químicas que agotan la capa de ozono, como los clorofluorocarbonos (CFC).
Gracias a este tratado, respaldado por 197 países, la capa de ozono se está recuperando y se espera que, para mediados de este siglo, vuelva a los niveles de 1980. Sin embargo, la historia no ha terminado, y la lucha para asegurar la restauración completa de la capa de ozono sigue siendo crucial.
La recuperación: un éxito sin precedentes
El impacto positivo del Protocolo de Montreal es indiscutible. Ha logrado que la capa de ozono comience a repararse, reduciendo la radiación ultravioleta que llega a la Tierra y protegiendo así la salud humana y los ecosistemas. Este logro es digno de celebración, no solo por su impacto directo, sino también por su contribución en la lucha contra el cambio climático.
Al eliminar sustancias como los CFC y los hidroclorofluorocarbonos (HCFC), el Protocolo ha evitado una mayor acumulación de gases de efecto invernadero, lo que se traduce en un freno significativo al calentamiento global.
Según el informe cuadrienal del Grupo de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal, se espera que la capa de ozono recupere sus niveles de 1980 hacia 2040 en la mayor parte del mundo, y para 2066 en la Antártida. Esto es un triunfo de la ciencia y el multilateralismo, que demuestra que es posible revertir daños medioambientales si se actúa con determinación y cooperación.
Los retos que persisten
A pesar de este progreso, la batalla no está completamente ganada. La capa de ozono, aunque en camino a su recuperación, enfrenta nuevas amenazas que pueden poner en riesgo lo alcanzado. Entre los factores más preocupantes están los incendios forestales y la emisión continua de gases de efecto invernadero, que contribuyen indirectamente al debilitamiento de la capa.
Además, la emisión de sustancias halógenas de vida corta, que no están reguladas por los acuerdos internacionales, también actúa sobre la capa de ozono, ralentizando su proceso de restauración.
Otro desafío importante es el uso de tecnologías como la geoingeniería, que, si bien se propone como una posible solución para mitigar el cambio climático, también podría tener efectos adversos sobre el ozono. Según el informe más reciente, la inyección de aerosoles en la estratosfera podría alterar la dinámica atmosférica y afectar la producción y destrucción del ozono, lo que exige más estudios y precaución antes de su implementación.
La lección del Protocolo de Montreal
El éxito del Protocolo de Montreal nos deja una lección poderosa: la cooperación global y la implementación de políticas científicamente fundamentadas son esenciales para enfrentar crisis ambientales. La Enmienda de Kigali, que amplía el alcance del Protocolo para incluir la eliminación gradual de los hidrofluorocarbonos (HFC), también es un ejemplo de cómo los tratados internacionales pueden adaptarse para abordar nuevos retos. Este tipo de acciones deben inspirar los esfuerzos globales para enfrentar el cambio climático.
La eliminación de los HFC no solo protege la capa de ozono, sino que también ayudará a evitar entre 0,3 y 0,5 grados de calentamiento global para el año 2100. Si el Protocolo de Montreal nos ha enseñado algo, es que los problemas ambientales globales requieren soluciones multilaterales y una acción sostenida en el tiempo.
Mirando hacia el futuro
A medida que celebramos los logros del Día Internacional para la Conservación de la Capa de Ozono en 2024, es crucial no bajar la guardia. La recuperación completa de la capa no está garantizada, y el planeta sigue enfrentando crisis ambientales urgentes. La lucha por proteger la capa de ozono debe mantenerse, pero también debemos ampliar la perspectiva hacia otros desafíos, como la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adoptar fuentes de energía más limpias y sostenibles.
El Protocolo de Montreal es una fuente de esperanza, pero también un recordatorio de que el trabajo no está terminado. El cambio climático, la contaminación atmosférica y el agotamiento de los recursos naturales son problemas interconectados que requieren soluciones innovadoras y globales.
La humanidad ha demostrado que puede unirse para proteger el planeta; ahora debemos continuar por ese camino, no solo para preservar la capa de ozono, sino para garantizar un futuro habitable para las generaciones venideras.
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