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Miranda, una luna de Urano, también podría albergar un océano en su interior

Las primeras observaciones, basadas en los datos de la sonda Voyager 2 de la NASA, llevaron a la conclusión de que esta luna era "una bola de hielo". Ahora un nuevo estudio rebate la hipótesis.

Actualizado a

20241028 Miranda Voyager2
NASA

Miranda, la luna helada de Urano, capturada por la nave espacial Voyager 2 de la NASA el 24 de enero de 1986.

Tiene un diámetro de 500 kilómetros y posee cañones hasta 12 veces más profundos que el Gran Cañón del Colorado: se llama Miranda, y es uno de los 28 satélites naturales de Urano. El paisaje de esta luna, cuya constitución ha sido comparada con el monstruo de Frankenstein, en palabras de la NASA, es uno de los más extraños de entre los cuerpos extraterrestres, y es que a pesar de su pequeño tamaño soporta una enorme actividad tectónica. 

No en vano, la fascinación de la comunidad científica por Miranda ha dado lugar a un nuevo descubrimiento que podría desafiar muchas suposiciones sobre la historia y composición de esta luna: un estudio del Laboratorio de Física Aplicada (APL) de Johns Hopkins (Laurel, Maryland) ha sugerido que el satélite puede albergar un océano de agua debajo de su superficie. 

Los investigadores califican este hallazgo como "increíblemente sorprendente", ya que podría colocar a Miranda entre los selectos mundos de nuestro sistema solar con entornos potenciales para sustentar vida, tal y como destaca Tom Nordheim, científico planetario, coautor del estudio e investigador principal del proyecto, en el comunicado.

 

Exprimiendo las imágenes de Voyager 2 de la NASA

Miranda fue descubierta en 1948 a partir de fotos telescópicas del sistema de Urano, tomadas por el astrónomo neerlandés Gerard P. Kuiper. Sin embargo, no fue hasta 1986 cuando la sonda Voyager 2 de la NASA visitó el planeta y volvió a la Tierra con imágenes que, todavía hoy, se siguen utilizando para su estudio. 

A raíz de la información recolectada en ese viaje, la comunidad científica pudo saber que el hemisferio sur de esta luna (la única parte visible en las tomas) está formado por terrenos ásperos, áreas con cráteres y también "cuadrados en una colcha", de acuerdo con las descripciones de los expertos. No obstante, en las primeras observaciones no se detectó que Miranda podía albergar un océano interior

Esta inesperada hipótesis, todavía no confirmada, ha llegado 38 años más tarde: recientemente, el equipo decidió revisar de nuevo las imágenes del Voyager 2 y, con el objetivo inicial de "explicar la enigmática geología de Miranda mediante ingeniería inversa", descubrió que las extrañas superficies del satélite podrían ser resultado de las fuerzas de marea entre Miranda y las lunas cercanas, y de su calentamiento interior.

No, no era una bola de hielo

Miranda es el claro ejemplo de que, igual que no se debe juzgar un libro por su portada, no debe juzgarse una luna por su tamaño: y es que desde su descubrimiento, esta característica, sumada a su antigüedad, la comunidad de expertos había apostado sin demasiada indagación a que probablemente se trataba de "una bola de hielo", señalan desde el Laboratorio.

No obstante, Alex Patthoff, científico del Instituto de Ciencias Planetarias en Arizona y participante en el estudio, se basó en el ejemplo de Encélado –el sexto satélite más grande de Saturno– para rebatir la hipótesis: antes de que la nave espacial Cassini llegara en 2004, los investigadores creían que esta luna era también una bola de hielo, ¡pero nada más lejos de la realidad! Lo cierto es que albergaba en su interior un océano global –un sistema interconectado de masas de agua–, y que además contaba con procesos geológicos activos. 

Así pues, con respecto a Miranda, los investigadores sostienen ahora que, en algún momento de la historia del universo, el "ballet orbital de las lunas" de Urano podría haberse ralentizado, haciendo que el interior de esta luna no se hubiese congelado por completo todavía: "Si el océano se hubiera congelado por completo se habría expandido y habría causado ciertas grietas reveladoras en la superficie, que no están allí", señala Nordheim. 

Aun así, los investigadores insisten en que hace falta más cantidad y mejor calidad de imágenes para continuar estudiando las posibles lunas oceánicas de Urano, séptimo planeta y gigante helado de nuestro sistema solar.

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