Más allá de ganar una medalla olímpica, algunos atletas aprovechan esta oportunidad de oro para competir por otro gran éxito, el de batir un récord mundial. Y es que, normalmente, los Juegos Olímpicos son el escenario perfecto para ello: los deportistas dedican mucho tiempo a una intensa preparación, y en el ambiente se respira una emoción que puede dar el empujón final para conseguir un hito como este. 

Sin ir más lejos, en los juegos de Tokio 2020 (celebrados en 2021) se superaron varios récords mundiales, como el de la sudafricana Tatjana Schoenmaker en los 200 metros braza femenino, o el del estadounidense Caeleb Dressel en los 100 metros mariposa masculino, aunque también ocurrió en otros deportes como el atletismo o el remo. 

Sin embargo, todo apunta a que esto no sucederá de nuevo en París 2024 para la disciplina de natación. Te contamos por qué. 

UNA CONSTRUCCIÓN ACELERADA

Durante los preparativos de los escenarios donde tendrían lugar las competiciones deportivas de los Juegos Olímpicos se han adaptado una gran cantidad de localizaciones de la capital sa, algunas de ellas tan famosas como los alrededores del río Sena o la mismísima torre Eiffel. 

La natación olímpica, natación paralímpica, y el waterpolo, cuyas pruebas tendrán lugar entre el 27 de julio y el 7 de septiembre, se practicarán en unas nuevas piscinas habilitadas temporalmente dentro del estadio La Défense Arena de Nanterre, un recinto que puede albergar más de 15.000 personas.

Este espacio normalmente cuenta con un campo de rugby y se utiliza también como recinto para conciertos. Para que allí pudieran construirse dos grandes piscinas olímpicas, las instalaciones tuvieron que ser modificadas significativamente, y la organización del evento solamente tuvo 60 días para conseguirlo. 

Los distintos equipos de construcción e instalaciones tuvieron que trabajar conjuntamente para elevar el suelo del estadio más de los 2,20 metros de profundidad que requerían estas nuevas piscinas. 

POCA PROFUNDIDAD, EL ENEMIGO DE LOS RÉCORDS

Independientemente de que la rápida construcción de estas piscinas fuera exitosa, hay un problema fundamental que ha causado controversias entre los atletas que tendrán que utilizarlas: desde 2023, la federación internacional impone una profundidad mínima de 2,50 metros para todas las piscinas reglamentarias, una norma que las de París no cumplen. 

Pero, ¿qué diferencia pueden suponer estos 30 centímetros de profundidad en el desarrollo deportivo? Pues bien, en la natación de élite, esto puede limitar la velocidad que alcanzan los atletas, según las leyes de la dinámica de los fluidos. Esta es una ciencia de la rama de la física que estudia, entre otras cosas, el comportamiento de los líquidos en movimiento en relación al resto de elementos que los rodean. 

Lo que ocurre es que el movimiento de los nadadores produce vórtices y turbulencias en el agua, tanto en forma de pequeñas olas en la superficie como también de corrientes que circulan por la piscina. Esto puede empujar al atleta en algunas fases de la carrera como la salida o el viraje, pero también generarle resistencia.

Así nos lo ha podido explicar Salvador Llana, doctor por la Universidad de Valencia y experto en biomecánica aplicada al deporte y : "Si la piscina no tiene suficiente profundidad, el agua movida por los nadadores rebota en el fondo y vuelve hacia el cuerpo del nadador. Esto genera cierta turbulencia que lo frena e impide que aplique correctamente fuerza propulsiva. Es un efecto muy pequeño, pero medible."

"el oleaje frena a los nadadores: de ahí el diseño de las corcheras, el rebosadero de la piscina y que las mejores marcas vayan en las calles centrales."

Por tanto, cuanto más pequeña sea la piscina, más fácilmente rebotarán estas ondas en el fondo y las paredes. Por el contrario, una mayor profundidad permitirá que el agua se mantenga más calmada y esta resistencia que el deportista nota al nadar sea menor. Debido a que las piscinas de París 2024 son excepcionalmente menos profundas, la velocidad que un nadador puede alcanzar se ve limitada. En otras palabras: todo va más lento. 

Esta es una mecánica muy conocida por los nadadores profesionales y otros expertos en la materia, quienes alegan que, en esta situación, batir un récord mundial para el cual se necesitan todas las condiciones óptimas se complica significativamente. 

La realidad confirma las teorías científicas: en los días que llevamos de competición, y a pesar de haber podido ver nadar a algunos de los mejores atletas del momento, todavía no se ha batido un solo récord mundial.