Durante las últimas dos décadas, una inquietante tendencia ha aflorado en las estadísticas sanitarias globales: el cáncer colorrectal, tradicionalmente vinculado al envejecimiento, está golpeando cada vez con más frecuencia a adultos jóvenes.
En un intento por desentrañar este misterio clínico, un equipo internacional de científicos ha señalado un posible culpable inesperado y profundamente arraigado en la infancia: una toxina bacteriana.
El estudio, fruto de la colaboración entre la Universidad de California en San Diego, el Wellcome Sanger Institute del Reino Unido y la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC), ha sido publicado en la revista Nature.
En él, los investigadores describen cómo la exposición en los primeros años de vida a la colibactina —una toxina producida por ciertas cepas de Escherichia coli— deja una marca imborrable en el ADN del colon, sembrando silenciosamente las semillas de un futuro cáncer.
Nuevas vías para la investigación global
Encabezado por el científico español Marcos Díaz Gay, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), el trabajo utilizó análisis computacionales avanzados para rastrear mutaciones genéticas en cientos de muestras tumorales.
Descubrieron que en los pacientes más jóvenes, estas mutaciones tienen una firma mutacional específica que apunta directamente a la colibactina. El hallazgo es inquietante no solo por lo que revela, sino por lo que sugiere: que el cáncer puede comenzar su siniestra gestación en los años más vulnerables de nuestra existencia.
Aún más revelador fue el descubrimiento de que esta huella genética aparece con mayor frecuencia en cánceres colorrectales de países como Brasil, Colombia, Argentina, Rusia y Tailandia. Esta distribución geográfica sugiere que factores ambientales locales o patrones alimentarios podrían estar facilitando la colonización temprana por estas cepas tóxicas de E. coli, algo que abre nuevas vías para la investigación global sobre el cáncer.
¿Es posible prevenirlo?
Este estudio también plantea preguntas urgentes: ¿cómo se adquiere esta infección en la niñez? ¿Es posible prevenirla? ¿Podría una simple intervención pediátrica cambiar el destino oncológico de un adulto joven? Por ahora, los investigadores reconocen que aún no tienen respuestas concretas, pero el descubrimiento de la implicación de la colibactina es un paso de gigante hacia una comprensión más profunda del cáncer colorrectal de aparición temprana.
Lo escalofriante es que, en muchos de estos pacientes jóvenes, no hay antecedentes familiares ni factores de riesgo reconocidos, como obesidad o hipertensión. El único rastro es esa cicatriz molecular, esa firma invisible que la colibactina inscribió años atrás en su ADN.
Los autores subrayan la importancia de una respuesta adaptada a las distintas regiones del planeta, pues lo que se ha observado en América Latina o Asia no necesariamente se reproduce en Europa o Norteamérica. Esto abre la puerta a políticas sanitarias y de prevención más específicas, basadas en la genética poblacional y los factores ambientales de cada zona.
Por último, y quizás lo más preocupante de todo: si esta tendencia no se revierte, el cáncer colorrectal podría convertirse en la principal causa de muerte oncológica entre adultos jóvenes en tan solo cinco años. Este dato, más allá de las cifras, resuena como un llamado urgente a transformar nuestra manera de abordar el cáncer desde la infancia.
Este estudio —cuyo texto completo está disponible también en PMC— no es solo un avance científico: es un espejo incómodo que nos obliga a mirar atrás, a los días más inocentes de nuestra existencia, para entender un mal que nos alcanza mucho después.