«¿Soy simplemente un vehículo para la infinidad de bacterias que habitan en mi microbioma? ¿O son ellas las que me hospedan?», se cuestiona el filósofo inglés Timothy Morton en sus reflexiones sobre ecología. Si por un momento tuviéramos la capacidad de captar el mundo a escala micro, entenderíamos esa interconectividad a la que alude Morton: el mundo rebosa de microbios.
Rubén Duro Linares /Science Into Images
El humedal gerundense de Les Llobateres (derecha) es fruto de una restauración ambiental llevada a cabo tras años de contaminación. En él abundan microorganismos que depuran las aguas,
De hecho, existen más microorganismos en la Tierra que estrellas en el universo observable. Están en todas partes, también habitan en el cuerpo humano –que alberga más microbios que células propias– y en cualquier otro ser vivo. Fueron las primeras formas de vida de la Tierra y son esenciales para la pervivencia de la biodiversidad.
Según la bióloga estadounidense Lynn Margulis, precursora de la teoría simbiogenética, la aparición de las células y de la vida compleja en la Tierra fue fruto de la asociación entre dos de esos seres diminutos: una célula procariota ancestral fagocitó a otra, y el resultado fue la aparición de una nueva entidad biológica.
Iker Duro Linares /Science Into Images
Bacterias del género Beggiatoa
El microorganismo fagocitado sobrevivió y dio lugar a las que serían las «centrales energéticas» de nuestras células eucariotas, las mitocondrias, y a sus homólogas en los organismos vegetales, los cloroplastos. Pese a que les debemos la existencia, los microbios nos resultan tremendamente desconocidos y los tememos por las enfermedades que causan algunos de ellos.
Iker Duro Linares / Science Into Images
Ciliados del género Stentor.
Pero la mayoría no solo no son perjudiciales, sino todo lo contrario. Un dato para empezar: las cianobacterias y las microalgas, claves en la mitigación del calentamiento global, aportan a la atmósfera cada año más del 50 % del oxígeno que necesitamos para respirar.
El ansia de ver y comprender ese maravilloso universo invisible a nuestros ojos es lo que desde hace muchos años motiva al biólogo y divulgador científico Rubén Duro. Experto en fotografía micro, lleva tres décadas captando a los microbios en su medio, observando cómo viven y dándolos a conocer al gran público.
Y siguen pareciéndoles fascinantes: «A menudo descubro, a través del microscopio, paisajes que nada tienen que envidiar a la naturaleza macroscópica más espectacular», señala.
Foto: Iker Duro Linares/ Science Into Images
Microalga roja Dunaliella salina.
Su último trabajo, Planeta Microbio (puede verse en la plataforma CaixaForum+), es una fantástica serie documental en la que, junto a su equipo de Science into Images, con Iker Duro al frente de la dirección de fotografía y el asesoramiento de una docena de expertos, ha filmado y fotografiado más de un centenar de especies de estos organismos: bacterias, hongos, algas, protozoos, crustáceos, insectos, pólipos y medusas, tardígrados, urocordados, rotíferos, planarias, anélidos, levaduras, gastrotricos, briozoos, nemátodos…
Los microbios, apunta Duro, «constituyen el 90 % de la biodiversidad del planeta, y su masa, en conjunto, supera a la del resto de los seres vivos de la Tierra».
Iker Duro Linares / Science Into Images
Ciliados del género Carchesium
Los ha pillado in fraganti en todo tipo de lugares, ya sean humedales, salinas, ríos, minas, cementerios u hospitales, tanto en nuestro país como en puntos tan alejados como México y Australia. ¿El objetivo? Contar sus devenires vitales y los tantísimos roles que desempeñan en la biosfera.
Por ejemplo, ejercen un papel imprescindible eliminando agentes contaminantes del medio ambiente. Son, en palabras de Duro, «la depuradora principal de la naturaleza». Fascina también su capacidad de sobrevivir en condiciones extremas, como es el caso de las comunidades bacterianas del río Tinto, en Huelva, que se alimentan del hierro contenido en la pirita, en un ecosistema ácido muy similar al entorno de Marte. Otros, como la hidra, un hidrozoo de agua dulce, son capaces de reproducirse tanto sexual como asexualmente y de regenerar su cuerpo una y otra vez, lo que inspira a la ciencia sueños de inmortalidad.
Los microbios son asimismo objeto de todo tipo de investigaciones en el ámbito de la medicina, de hecho son la materia prima de los medicamentos, y sin ellos, en especial sin las levaduras, las bacterias o los hongos, no tendríamos pan, ni vino, ni cerveza ni productos lácteos, entre otros muchos alimentos.
También son protagonistas de estudios que trabajan para hacer posibles futuros asentamientos espaciales. Los nematodos, por ejemplo, con los que compartimos el 50 % del genoma, se usan para experimentar los efectos de la microgravedad en el envejecimiento.
Rubén Duro Linares / Science Into Images
Las bacterias aceleran la cristalización de la sal en las salinas. La de esta espeice fue recién descubierta en el Valle Salado de Álava.
Pero quizá lo más impactante de los microbios sea que, a medida que hemos ido entendiendo la complejidad del mundo natural, han ido ocupando un lugar en nuestra existencia que desafía las creencias más arraigadas, casi tanto como cuando Copérnico echó a la Tierra de aquel ficticio centro del universo o cuando Darwin acabó con la idea de que éramos seres únicos, desligados del resto de las criaturas terrestres.
Foto: Rrubén Duro Linares / Science Into Images
En el río Tinto, de aguas ácidas muy ricas en hierro, se ha estudiado la posible vida bacteriana en Marte.
Ahora que hemos alcanzado a comprender la magnitud de su importancia, los Homo sapiens debemos resituarnos de nuevo.
«Todos los seres vivos, a excepción de las bacterias y las arqueas, más que entes individuales, somos un consorcio formado por una asociación de diferentes especies que, en simbiosis, funcionamos como una unidad vital única», nos recuerda Duro. Un consorcio que la destacada bióloga Lynn Margulis bautizó en su día con el nombre de holobionte.
Iker Duro Linares /Science Into Images
Los nematodos han protagonizado muchos experimentos en el campo de la astrobiología.
Lo cierto es que si cada uno de nosotros somos quien somos, se lo debemos a los microorganismos, que proliferan tanto en la capa externa de nuestro cuerpo, la piel, como en el interior, en especial en los tractos respiratorio e intestinal, protegiéndonos ante microorganismos que sí son patógenos, posibilitando la digestión y asimilación de los alimentos o modulando nuestro sistema inmunitario, entre otros muchos servicios.
El equipo de Planeta Microbio ha filmado y fotografiado más de un centenar de especies y organismos, entre bacterias, hongos, algas, pólipos, medusas, y rotíferos, como el de la imagen.
«Bajo nuestras diferencias superficiales, todos somos comunidades de bacterias andantes», dijo Lynn Margulis. El día que la humanidad asimile el significado de estas palabras, nuestra relación con el planeta será infinitamente mejor. ¿El primer paso? Sumergirse en Planeta Microbio.
Este reportaje se publicó en el número de mayo de 2025 de National Geographic