DICEN QUE FUE LA CASUALIDAD la que obró el hallazgo de estos documentos personales escritos por Cristóbal Colón de su puño y letra. Un día de 1892, la duquesa Rosario Falcó, bisabuela del actual duque de Alba, haciendo tareas de orden y limpieza, se topó con un legajo en el que rezaban dos palabras: «papeles istrativos».

Al abrirlo, descubrió el tesoro: 24 cartas y documentos con la rúbrica de Cristóbal Colón que llegaron a la familia en 1716 tras el matrimonio del II duque de Berwick, Jacobo Fitz-James Stuart, con Catalina Colón de Portugal, descendiente del Almirante, y que se habían quedado «archivados» con muy poco tino.

Este valioso material se ha expuesto en el palacio de Liria, en Madrid, en una muestra a la que en enero tuvo un reducido grupo de suscriptores de National Geographic. El compendio de 24 autógrafos incluía cartas personales, notas de a bordo o los memoriales de agravios que Colón escribió a los Reyes Católicos antes de ser juzgado y sustituido como virrey.

Entre los escritos figuraba también el rol de marineros del primer viaje, que recoge la nómina detallada de los tripulantes que se enrolaron en la expedición de 1492 y constituye el autógrafo colombino más antiguo que se conserva. La muestra «Cartas de Colón. América en la Casa de Alba» se completaba con una gran variedad de piezas precolombinas y de la etapa virreinal que plasman la estrecha relación entre América y la Casa de Alba.