Una calurosa mañana de junio, un buque de investigación privado de 87 metros de eslora zarpó de los acantilados de las Azores, ese rosario de islas que emergen en el Atlántico Norte a unos 1.600 kilómetros al oeste de Portugal. El OceanXplorer, blanco y radiante sobre la flor del agua, parecía un superyate modificado, con helipuerto en la proa y un par de sumergibles amarillos cerca de la popa. Bajo la superficie, al casco iba acoplado un conjunto de ecosondas de alta resolución para cartografiar el fondo marino.
El OceanXplorer se había embarcado en una misión sin igual: marcar y obtener datos relativos a la cañabota gris en su entorno natural, una zona tan profunda que buena parte del comportamiento de este tiburón sigue siendo un misterio. Estos depredadores prehistóricos, cuyos antepasados aparecieron hace unos 200 millones de años, pueden llegar a medir 5,5 metros de largo. Se ocultan en la zona mesopelágica del océano, también llamada zona crepuscular o de penumbra, una región gélida comprendida entre los 200 y los 1.000 metros de profundidad y que apenas recibe luz. Aun así, cada noche las morosas cañabotas, dotadas de una gran flotabilidad, completan un viaje de tres horas hacia aguas menos profundas para alimentarse en un conocido punto de caza sobre una cornisa situada en un monte submarino cercano a las Azores.
Mario Tadinac, Oceanx
El OceanXplorer es un buque equipado con helicóptero, sumergibles y botes para campañas de investigación. En la imagen, Derek McQuigg, oficial de seguridad de cubierta, pilota una pequeña embarcación en Sognefjorden, el fiordo más largo y profundo de Noruega.
La tripulación a bordo rondaba las 70 personas, entre ellas la bióloga especialista en tiburones Melissa Márquez, oriunda de México; la investigadora de aguas profundas Zoleka Filander, ecóloga sudafricana que ha descubierto varias especies nuevas de invertebrados; el inventor y experto en tecnología oceánica Eric Stackpole, veterano de la NASA que cofundó una empresa de robótica submarina, y dos científicos invitados de la Universidad de las Azores, Jorge Fontes y Pedro Afonso, desarrolladores de un dispositivo que permite el seguimiento de los tiburones y suministra grabaciones de vídeo.
El equipo esperaba localizar al menos una cañabota gris, acoplarle una de las nuevas marcas con cámara y recuperarla más adelante, algo nunca conseguido en las profundidades marinas. Para ello sería necesario realizar una serie de inmersiones en uno de los sumergibles con esfera acrílica de a bordo, capaces de albergar hasta tres pasajeros. En el mejor de los casos solo obtendrían un atisbo de aquel mundo oculto; la marca se soltaría automáticamente al cabo de 12 horas y ascendería hasta la superficie para su repesca. Recuperar los datos, sin embargo, marcaría una primicia científica, la enésima para un equipo que trabaja con la organización sin ánimo de lucro OceanX. En los últimos años sus investigadores han tomado espectaculares imágenes de orcas cazando yubartas y han grabado audios que sugieren que los machos de esta ballena podrían aprovechar el fondo marino para amplificar sus cantos de apareamiento. También han captado imágenes del calamar gigante del Pacífico en su hábitat natural.
Si estos momentos suenan especialmente divertidos, no es por casualidad. El OceanXplorer es el buque insignia de OceanX, una iniciativa de exploración y comunicación creada por Ray Dalio, el multimillonario fundador del fondo de alto riesgo Bridgewater Associates, y su hijo Mark, que ya ha producido programas para National Geographic. El grupo se puso en marcha en 2018 con el objetivo declarado de «explorar el océano y devolvérselo al mundo». Para ello ha reconvertido un antiguo buque noruego de apoyo a plataformas petrolíferas en un centro de investigación científica y estudio de filmación móvil. Entre los asesores de OceanX está James Cameron, el director hollywoodiense de Avatar y Titanic.
Captura de vídeo: Oceanx
Un sumergible lanzado desde el OceanXplorer ilumina el fondo del mar Rojo. Las características geológicas submarinas son difíciles de explorar, pero la tecnología de sumergibles y de ROV permite a los científicos estudiarlas de cerca.
Además del helicóptero y los sumergibles, que pueden llevar a los exploradores a 1.000 metros de profundidad, el buque también cuenta con un vehículo dirigido por control remoto (ROV, por sus iniciales en inglés) para filmar a mucha más profundidad, laboratorios húmedos y secos y una mesa holográfica para que los investigadores generen modelos al más puro estilo televisivo de los datos que recogen de las profundidades oceánicas. Hay más de 3.000 dispositivos de iluminación de calidad cinematográfica repartidos por el barco. Y a partir de agosto, los telespectadores de todo el mundo podrán descubrir en sus pantallas los frutos de la expedición en busca de la cañabota gris, parte de la serie OceanXplorers de National Geographic. «Nunca ha sido más urgente comprender nuestro océano y los animales que lo habitan –narra Cameron en la serie–. Porque su vida, y la nuestra, dependen de ello».
Brian Skerry, National Geographic Image Collection
Una yubarta hembra permanece junto a su cría alrededor de un año. La entidad sin ánimo de lucro OceanX filmó a una pareja siendo pasto de las orcas e investigó si la morfología del fondo marino amplifica el canto de estas ballenas.
OceanXplorers se inspira en la obra de Jacques-Yves Cousteau y Louis Malle, que hace casi 70 años estrenaron mano a mano la versión cinematográfica del superventas editorial de Cousteau El mundo del silencio. El documental, una de las primeras películas submarinas rodadas en color, despertó el interés del mundo entero por los océanos. Entre esos espectadores se contaba Ray Dalio, quien quedó cautivado por la labor de Cousteau y ha compartido ese entusiasmo con su hijo. «¿Cómo crear un momento Cousteau para la era moderna?», se pregunta Mark Dalio.
A la era moderna le vendría bien un Mundo del silencio actualizado. Las nuevas tecnologías están en condiciones de poder alumbrar avances científicosrevolucionarios, pero solamente si reciben financiación, lo que significa que la ciudadanía debe preocuparse y exigir que se actúe. Animarla a ello por medio de una serie de seis episodios de treinta y pocos minutos quizá sea pecar de ingenuo, pero tal como revela el metraje, cada singladura puede conducir a descubrimientos más sorprendentes que los anteriores.
Andy Mann, OceanX
La directora del programa científico de OceanX, Mattie Rodrigue, examina una muestra con uno de los potentes microscopios del barco. Este tipo de laboratorios avanzados buscan llenar las lagunas de conocimiento que perviven en las ciencias del mar.
Hacia las 22:30 horas las cámaras filmaban desde todos los ángulos mientras el Neptune, uno de los sumergibles de tres plazas del OceanXplorer, pendía de una enorme grúa, suspendido sobre un mar de color negro. En su interior viajaban Márquez, la bióloga especialista en tiburones, Afonso, el ecólogo marino, y un piloto de submarinos. Ninguno de los dos investigadores había tenido la oportunidad de buscar cañabotas grises directamente desde un sumergible. Varias cámaras captaron su expresión de asombro cuando el submarino se sumergió en el océano.
El primer paso para marcar una cañabota es cuantificar la población de la zona, donde se sabe que de noche se concentran estos tiburones tras pasar el día a mayores profundidades.
Después de descender hasta una cornisa situada a más de 250 metros de profundidad, Márquez y Afonso avistaron algo grande que pasaba ante los focos del sumergible.
Mario Tadinac, National Geographic
El misterio acecha bajo las olas. El tiburón boreal puede vivir siglos, pero poco se sabe acerca de cómo caza y cómo sobrevive en las aguas profundas y frías del Ártico. La tripulación de OceanX marcó un ejemplar para vigilar sus desplazamientos.
«¡Tiburón, tiburón, tiburón! –exclamó Márquez, con entusiasmo y algo de sobresalto–. Es enorme. Un adulto sin duda. Unos 4,5 metros».
Enseguida supo que era una hembra: no se veían los órganos sexuales bajo la aleta pélvica.
En las ocho horas que pasaron bajo el agua, el equipo avistó 11 cañabotas, que según sus cálculos habían ascendido unos 550 metros en busca de alimento. Cada tiburón parecía tener un temperamento diferente; algunos ni se acercaban al sumergible, pero otros nadaban directamente hacia él o incluso le pasaban por debajo.
Eran todas hembras, salvo un macho juvenil, lo que apoya la hipótesis de que quizás estos animales se muevan en grupos monosexuales fuera de la temporada de apareamiento.
Ninguno de los objetivos potenciales se movía con rapidez. «Qué perezosa –comentó Márquez cuando pasó ante ellos una de las cañabotas grises, iluminada por la luz del submarino–. Estará conservando energía, imagino. Y también es cierto que ahí fuera hace frío; la temperatura es de tan solo 4 °C».
Brian Skerry
Los cachalotes pueden aguantar la respiración hasta una hora y sumergirse a más de dos kilómetros. Los científicos de OceanX quieren saber cómo cazan estos mamíferos marinos en aguas tan profundas.
Las profundidades marinas ocultanmuchos misterios aún por desvelar. Este hábitat, en el que no penetra la luz solar, es el más extenso de la Tierra: abarca más del 95 por ciento del océano. Pero pese a ello, sigue siendo también el menos explorado. En la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, celebrada en 2017, una coalición internacional de científicos anunció su intención de generar un mapa detallado del fondo marino de toda la Tierra antes de 2030 valiéndose de sondas batimétricas multihaz. Cuando se presentó la iniciativa, solo el 6 por ciento del lecho marino estaba cartografiado con una resolución adecuada; hoy la cifra se sitúa en un 25 por ciento cartografiado en alta resolución, y cada día se añade más superficie.
Esta iniciativa puede traducirse en un mejor conocimiento del fondo marino, pero en el ámbito de la conservación los investigadores se enfrentan al problema adicional de intentar proteger un ecosistema que todavía no está bien estudiado. La inmensa mayoría de las especies marinas –según una estimación, más del 90 por ciento– siguen siendo desconocidas para la ciencia. En lugar de limitarse a catalogar los descubrimientos, las entidades de exploración oceánica también se han esforzado por divulgar mejor hasta qué punto lo desconocido esconde maravillas.
«Hoy tenemos una capacidad sin precedentes de ver, oír y tomar muestras [del océano]», afirma Chris Scholin, presidente y director general del Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterey, un centro de investigación oceanográfica sin ánimo de lucro con sede en la costa central de California.
Sumergibles, satélites, drones, ROV, vehículos submarinos autónomos, observatorios submarinos: todo ello pone al alcance de científicos y exploradores un sin precedentes al océano. En consecuencia, se está descubriendo un promedio de 2.000 especies marinas al año.
«Es asombroso lo que hemos avanzado en los últimos años –afirma Jyotika Virmani, directora ejecutiva del Instituto Oceánico Schmidt, una entidad sin ánimo de lucro dedicada a la ciencia y la exploración que acaba de contribuir a la identificación de más de cien especies consideradas nuevas para la ciencia durante el transcurso de unas expediciones a una cordillera submarina frente a la costa de Chile–. Ha habido un aumento casi exponencial de la información que estamos obteniendo sobre el océano».
Uno de los objetivos de OceanX es concienciar sobre las inconmensurables pérdidas en materia de salud humana e innovación que podemos sufrir si desaparecen especies importantes antes de que podamos estudiarlas. «El mar es una gigantesca biblioteca de ADN que el ser humano puede explotar con fines médicos, industriales… de todo tipo», apunta Vincent Pieribone, codirector ejecutivo de OceanX y profesor de la facultad de Medicina de Yale. Ya se están investigando compuestos químicos de la fauniflora marina por su potencial antibiótico y antiviral, incluso con miras a fabricar huesos artificiales.
La mayor parte del actual discurso público sobre el mar es «la crónica de una muerte anunciada –se lamenta Philippe Cousteau Jr., cineasta, explorador y nieto del célebre Jacques-Yves Cousteau–. Y creo que eso impide seducir la imaginación del público».
Después de confirmar que la cornisa submarina era un comedero para las cañabotas grises, el equipo decidió que había llegado el momento de marcar un ejemplar. Otra jornada, alrededor de la medianoche, el Neptune transportó a Márquez y al ecólogo marino Fontes de nuevo a la cornisa atravesando un banco de peces, concretamente ochavos, tan denso que por un momento el sumergible se quedó a ciegas.
En esta ocasión habían amarrado varios peces en descomposición a una varilla metálica que se proyectaba un metro por delante del sumergible para atraer a una cañabota.
«Venga, guapetona», dijo Márquez, como queriendo propiciar con sus palabras la aparición de uno de estos tiburones.
Chelle Blais, Laboratorio de Tiburones de Bimini
Dos tiburones martillo gigantes recorren el fondo marino de las Bahamas. La ciencia se afana en conocer mejor a esta especie en peligro crítico de extinción. El helicóptero de OceanX siguió a un ejemplar mientras cazaba rayas.
La primera cañabota que avistaron hizo caso omiso del cebo; prefirió concentrarse en un pedazo que se había desprendido y flotaba hacia el fondo, y no llegó a acercarse lo suficiente. Poco después aparecieron otros dos tiburones; el ejemplar más grande ahuyentó al más pequeño, probablemente para proteger aquella repentina fuente de alimento. En un momento dado, la gran cola trapezoidal de uno de los animales golpeó el sumergible con un ruido sordo que sobresaltó a las tres personas a bordo de la esfera acrílica de 16,5 centímetros de grosor.
El Neptune estaba equipado con un arpón de mira láser capaz de disparar y clavar una especie de flecha en la piel de la cañabota. Conectada a la flecha iba la marca de seguimiento: un pequeño dispositivo de espuma dura de color rojo que albergaba una cámara y otros sensores que pueden controlar la velocidad, la profundidad y los movimientos del animal durante un máximo de 12 horas.
Cuando el mayor de los dos tiburones entró en su campo de visión, Fontes pulsó un botón para disparar la flecha, pero no acertó: el tiro erró por poco el blanco en movimiento.
«Maldita sea», exclamó.
Márquez se llevó las manos a la cabeza. «No me lo puedo creer», se lamentó. Pero al cabo de un momento indicó que se estaba acercando otro tiburón. Solo les quedaba una flecha, así que la presión era enorme.
Esta vez Fontes consiguió acertar en el enorme torso del animal. Arriba, en el centro de control de misión del OceanXplorer, Eric Stackpole, el técnico de robótica submarina, y Pedro Afonso, el ecólogo marino, se chocaron las manos presos de la euforia.
Es probable que las cañabotas grises hayan cambiado muy poco en 200 millones de años y conserven rasgos del Jurásico. Cuando el ejemplar marcado volvió a acercarse al Neptune para finiquitar su banquete, las cámaras captaron cómo ponía los ojos en blanco mientras sacudía el cebo. A diferencia de muchos otros tiburones, las cañabotas carecen de membrana nictitante para protegerse los ojos durante la caza; lo logran por el simple método de virarlos hacia dentro. Para la tripulación fue un recordatorio visceral de lo diferentes que son estos animales.
Dado que las cañabotas están dotadas de una flotabilidad especial, una de las hipótesis de trabajo sobre su método de caza es que flotan hacia arriba a lo largo de las crestas oceánicas, buscando siluetas de posibles presas a las que emboscar.
Aunque el documental se centraba en la marca roja con cámara, la flecha también había acoplado a la cañabota otra marca de seguimiento por satélite más básica que podía transmitir datos de movimiento durante nueve meses más, y gracias a ella los investigadores pudieron seguir recabando datos sobre las migraciones verticales de la especie. Este seguimiento submarino es importante: aunque siempre es posible capturar tiburones de aguas profundas con redes o anzuelos e izarlos a la superficie, sacarlos de las profundidades puede causarles lesiones potencialmente mortales por la diferencia de presión. Además, un animal estresado tampoco es un buen objeto de estudio. Por eso los científicos de OceanX prefieren marcarlos en su entorno.
Una vez revisados en el centro de control, los datos del rastreador parecían apoyar la tesis sobre el método de caza de la cañabota gris. El tiburón se desplazaba lentamente, con breves ascensos a gran velocidad que podían indicar que estaba emboscando a su presa desde abajo.
Las misiones de OceanX no siempre se centran en ballenas y tiburones a la caza de presas. A menudo persiguen un propósito más prosaico: la batimetría. Al tiempo que rastrea tiburones y filma ballenas, el OceanXplorer utiliza su equipo de sonar para enriquecer el creciente corpus de datos sobre el fondo marino. En 2019, OceanX hizo un estudio de extremo a extremo del mayor sistema de arrecifes de coral que hay a lo largo del territorio continental de Estados Unidos. En 2023 llevó a cabo otra campaña en las Azores que fructificó en más hallazgos sobre las montañas y cordilleras submarinas en favor de la declaración del 30 por ciento de la zona económica de la región como área marina protegida. Los científicos que trabajan con OceanX han participado en casi un centenar de artículos de investigación sobre temas que van desde los cangrejos de los arrecifes coralinos hasta la vida microbiana de las fuentes hidrotermales submarinas.
«El mar, en cuanto lanza su hechizo, te retiene para siempre en su red de maravillas», escribió Jacques-Yves Cousteau. Ahora que la capacidad de atención del público, cada vez más corta, puede dificultar la digestión de información complicada, OceanX intenta perpetuar ese hechizo.
Ray Dalio, cofundador de la entidad sin ánimo de lucro, dice desear que OceanXplorers«sea el estreno no solamente de una serie, sino de una nueva concienciación sobre el mar y un nuevo entusiasmo por él», y añade que quiere «iniciar una ola» de compromiso y colaboración. Si se consiguiese, añade, «entraríamos en una auténtica edad de oro de la exploración oceánica».
Lo que sus científicos comparten con el público parece estar llamando la atención: OceanX tiene más de cuatro millones de seguidores en TikTok.
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Bajo la superficie
Para la investigadora Melissa Márquez, estudiar la cañabota gris en su hábitat profundo fue una experiencia emocionante y una aventura personal.
Captura De Vídeo: National Geographic
Científicos de OceanX, entre ellos Melissa Márquez, intentan acoplar una marca con cámara a una cañabota gris desde un sumergible a más de 240 metros de profundidad para intentar captar el comportamiento natural de este tiburón.
Meterme en un sumergible de OceanX fue justo el tipo de experiencia con la que soñaba desde niña. Me crie a caballo entre Puerto Rico, donde nací, y México, adonde me mudé cuando tenía dos años, siempre explorando las pozas intermareales y las playas del mar Caribe y el golfo de México. Cuando me uní a la tripulación de OceanX y nos dirigimos a una plataforma en el borde de un monte submarino, por fin tuve la oportunidad de llegar a zonas realmente profundas.
Para mí, este viaje era algo más que una expedición científica. Era una proclamación, una declaración de mi presencia en un mundo donde las personas como yo, mujer y latina, a menudo hemos pasado inadvertidas.
Mario Tadinac, National Geographic
Melissa Márquez, científica de OceanX.
He hecho del mar mi vida. Sobre todo me interesan los tiburones: su ecología,
su conducta y su conservación. He estado rodeada de científicos y he tenido la
suerte de compartir mis conocimientos en programas de televisión y de radio
y en congresos importantes. Pero muchas veces era la única mujer presente en esos espacios, y casi siempre la única latina.
Al sumergirnos nos adentramos en un mundo azul líquido, pero a cada metro
que descendíamos la luz se atenuaba y los azules vibrantes cedían el paso a la paleta monocromática de las profundidades. Hasta que la oscuridad fue total. Habíamos apagado los focos para no atraer a ningún pez pequeño que saturase el sonar.
«¿Quieres ver algo espectacular? –me preguntó el piloto del submarino–. Cierra los ojos y no los abras hasta que yo te diga».
Al cabo de unos pocos minutos me dio permiso para abrirlos. El océano se había transformado en un caleidoscopio de azules y verdes. La bioluminiscencia es común en la zona de aguas profundas, y pintaba una estampa bellísima. A pesar de la oscuridad, del frío, de saber que sobre nosotros pesaba la aplastante masa del mar, me sentí en paz. Estaba exactamente donde debía estar. —Melissa Márquez
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En el transcurso de otra inmersióncon el sumergible, Márquez y Afonso presenciaron cómo una gran cañabota gris pasaba casi rozando el suelo de la cornisa. Esta conducta podría atribuirse a que el animal utiliza sus hiperperceptivos sensores eléctricos cefálicos para detectar en la oscuridad los movimientos de otras criaturas. Pero en vez de asistir al método de alimentación que sugerían sus datos –el de buscar las siluetas de posibles presas para emboscarlas desde abajo–, los científicos se llevaron una sorpresa. La cañabota se puso al revés con gran rapidez, balanceando la cola en vertical por encima de la cabeza y agitándola hacia delante y hacia atrás para, aparentemente, aplastar algo contra el fondo marino. Es posible que se tratara de una raya escondida bajo la arena.
De vuelta en el OceanXplorer, Márquez y el equipo comentaron hasta qué punto aquel episodio echaba por tierra sus expectativas. Más que demostrar que una versión es correcta o incorrecta, la verdad es más emocionante: la cañabota gris puede tener diferentes tácticas de caza.
«Los datos de la marca nos decían una cosa –resume Márquez–, pero nuestros propios ojos nos dicen algo completamente distinto». Es un hallazgo inesperado y un recordatorio de lo mucho que queda por descubrir.
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Una misión mayor
La científica zoleka filander documenta la fauniflora del fondo marino e inspira a
una nueva generación de investigadores.
Paige McGarvin, National Geographic
Zoleka Filander, Exploradora de National Geographic e investigadora marina.
La Exploradora de National Geographic Zoleka Filander es una investigadora marina del Departamento de Silvicultura, Pesca y Medio Ambiente de Sudáfrica.
Más específicamente es una ecóloga experta en bentos, lo que significa que explora el fondo marino en busca de especies nuevas o rara vez vistas, lo que la convierte en parte integral del equipo de OceanX.
A lo largo de su carrera, Filander ha descubierto tres especies de invertebrados bentónicos, entre ellos Heterocyathus monileseptatum, un tipo de coral duro con aspecto de rosquilla hojaldrada. Su labor ayudó a sentar las bases de una red de áreas marinas protegidas en aguas profundas frente a la costa de Sudáfrica.
«El océano sigue siendo la fuerza que nos une a todos», asegura, por su papel en la generación de oxígeno para la atmósfera y en el secuestro de carbono».
«Lo veo como un espacio donde me siento plenamente realizada, no solo a nivel profesional, sino también personal. Cuando paso por un bache, siempre acudo al mar».
Hoy Filander considera que divulgar sus conocimientos sobre las ciencias del mar es una parte importante de su trabajo, razón por la cual visita con frecuencia colegios, orfanatos, bibliotecas y hospitales de Sudáfrica para animar a los futuros investigadores de las profundidades marinas.
«El mar profundo es un sistema muy complicado, un ejemplo perfecto del
"ojos que no ven, corazón que no siente" –afirma–. Si queremos explorarlo en su totalidad, necesitamos que todo el mundo se embarque en esta misión». —A. R.
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Un día al atardecer, mientras el sol incendiaba los rocosos acantilados de las Azores, el OceanXplorer siguió su periplo, iluminado por la tenue luz que se reflejaba en el vasto océano que lo circundaba. Con el tiempo regresaría a puerto para repostar y emprender otra misión, con otro grupo de científicos locales deseosos de estudiar las profundidades.
Mientras se alejaba, el buque parecía cada vez más pequeño sobre el telón de fondo del océano, que se extendía hasta fundirse con la centelleante línea del horizonte. En el mar, casi todas las jornadas ofrecen momentos como ese, cuando, con la perspectiva adecuada, el enorme buque de pronto se antoja una miniatura. Y cuando miras a lo lejos, siempre hay más mar.
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Secretos en las profundidades
Oceanx no es el único que explora el océano profundo.
Rov Subastian /Instituto oceánico Schmidt
Los misteriosos montes submarinos son puntos calientes de biodiversidad, como se ha visto en recientes estudios científicos respaldados por el Instituto Oceánico Schmidt. Entre la fauna marina observada hay lirios de mar verdes sobre corales de aguas profundas a 900 metros bajo el nivel del mar.
Definido como la zona comprendida entre el lugar donde la luz empieza a menguar y el lecho marino, el mar profundo constituye la práctica totalidad del océano. Pero debido a la presión extrema, las temperaturas gélidas y la falta de luz solar, sigue estando poco explorado. La actual investigación oceánica se centra en gran parte en cartografiar sus características geográficas y catalogar su rica biodiversidad. Durante los últimos 15 años, los investigadores del Instituto Oceánico Schmidt (SOI) han explorado sus profundidades con urgencia. Solo en 2024 las campañas del SOI han descubierto 150 especies nuevas para la ciencia, entre ellas corales de profundidad y langostas chaparras. Su minuciosa labor no solo desmitifica las profundidades marinas, sino que también mejora la forma en que las gestionamos y conservamos. —A. R.
Rov Subastian /Instituto oceánico Schmidt
Esquivo calamar batial rojo del Pacífico avistado a 1.105 metros.
Rov Subastian / Instituto oceánico Schmidt
Un miembro de la familia de los peces bostezadores, de un intenso color rojo, que puede caminar por el fondo marino a 1.389 metros de profundidad.
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Este artículo pertenece al número de Septiembre de 2024 de la revista National Geographic