Hace cuatro días, como quien dice, la élite mundial de la escalada ascendía paredes de vértigo con un cierto anonimato. Y así fue hasta que dos de los mejores nombres de este deporte cambiaron el panorama. En la última década, los estadounidenses Tommy Caldwell y Alex Honnold han logrado una larga lista de hazañas pioneras, han protagonizado documentales de enorme éxito y han llevado la escalada a las conversaciones de la calle, algo que los ha convertido en celebridades conocidas en el mundo entero. Caldwell saltó al estrellato en 2015, cuando completó con un compañero la que entonces se consideraba la ascensión más difícil del planeta al escalar en 19 días la Dawn Wall de Yosemite. Dos años después, Honnold popularizó el término «solo integral» al coronar sin cuerdas y en solitario el emblemático El Capitán en el mismo parque, una gesta que inmortalizó una película ganadora de un Óscar.
Renan Ozturk
Las cumbres envueltas en la bruma se reflejan en la superficie del lago Scenery de Alaska, que Honnold y Caldwell decidieron atravesar a remo en botes hinchables como parte de su ruta hacia el punto de ascensión.
Aunque ninguno de los dos ha perdido un ápice de su pasión por la escalada, ambos se han vuelto más activos en cuestiones medioambientales. Por eso en el verano de 2023 unieron fuerzas para probar algo nuevo. Caldwell se había interesado por el «ecopointing», un término popularizado por algunos escaladores europeos para referirse a una aventura en la que los medios de transporte utilizados no generen emisiones de combustibles fósiles. ¿Cuál sería, se preguntaba, la expedición ecológica definitiva?
Foto: Taylor Shaffer
Día 1: Tommy y Becca Caldwell, casados desde hace 14 años y amigos íntimos de Alex Honnold (a la izquierda), se despiden antes de que Tommy y Alex emprendan el viaje desde Estes Park, en Colorado.
Se fijaron como objetivo el Devils Thumb, el «pulgar del diablo», un aislado macizo de Alaska de 2.700 metros de altitud que muchos consideran imposible de escalar. Por si aquella idea no fuese lo bastante épica, los dos amigos partieron en bicicleta desde el hogar de Caldwell en Colorado, trazando un recorrido de 4.200 kilómetros por algunos de los paisajes más pintorescos de América del Norte. La odisea que vino después incluyó un velero, kayaks marinos, botes hinchables y una caminata a través de un bosque lluvioso virgen, y todo eso antes de emprender siquiera la escalada en sí.
El ascenso del diablo, un documental de National Geographic, narra ese viaje. El escritor Mark Synnott, guía de montaña profesional, ha conversado con Caldwell, de 46 años, y Honnold, de 39, sobre lo que se encontraron en el camino: los desafíos ocultos del ecopointing, el equilibrio entre riesgo y responsabilidad ahora que ambos son padres de familia y lo difícil que es hacerse fotos sobre una cumbre del tamaño de una caja de pizza. La conversación ha sido editada por cuestiones de espacio.
Taylor Shaffer
Día 3. Durante las dos primeras semanas del viaje, los escaladores cruzaron Montana y Wyoming, donde «devoraron» arcoíris, compartieron comidas, recorrieron caminos de tierra y vías pecuarias junto a caballos salvajes y siguieron con sus rutinas de entrenamiento como preparación para escalar el monte Hooker de Wyoming.
MARK SYNNOTT:¿Cómo surgió la idea de hacer este viaje?
TOMMY CALDWELL: Siempre había querido hacer una ruta larga en bicicleta, y ya iba siendo hora de vivir una aventura a lo grande, porque durante la COVID había estado muy parado. Pero sobre todo surgió porque vi la oportunidad de concienciar al público sobre el Bosque Nacional Tongass. El Tongass, que cubre el sudeste de Alaska casi por entero, es el bosque lluvioso templado más extenso del mundo, y yo llevaba un tiempo pensando cómo dar una mayor relevancia al tema de su protección.
Taylor Shaffer
Día 23. En las montañas Purcell, en el sudeste de la Columbia Británica, Honnold escala la vía Chocolate Fudge Brownie de la cordillera de los Bugaboos.
Conocía el Devils Thumb porque había leído el relato de [Jon] Krakauer en el que describe su intento de escalarlo. También me inspiró el viaje por carretera hasta la Patagonia que hicieron en su día Doug Tompkins e Yvon Chouinard. Al principio me planteé pedalear hasta Alaska en solitario, pero después comprendí que sería mucho más divertido hacerlo con un amigo, así que llamé por teléfono a Alex. En un principio me dijo que no.
ALEX HONNOLD: Que conste que le dije que no porque la idea original de Tommy incluía recorrer toda la costa de Alaska en kayak. Era una expedición de dos meses y medio, demasiado tiempo para estar lejos de mi familia. Al principio me planteé sumarme solamente a algunas de las escaladas en roca, pero al final creí que sería una pena perderme el objetivo principal de la expedición. Ya tenía un par de experiencias increíbles sobre una bicicleta; el ciclismo siempre me ha parecido una forma estupenda de sumergirte en el paisaje. Por eso, de alguna manera confiaba en que la aventura fuese una especie de transformación personal, o algo así.
Renan Ozturk
Cerca de Craig, en Alaska, una amiga de Caldwell, Marina Anderson prepara salmón en el ahumadero de su familia. Marina es haida (clan Gaw Kiiwas) y tlingit (clan Taakw.aaneidi), y trabaja de consultora y educadora especializada en proteger las cuencas hidrográficas y los bosques primarios.
SYNNOTT:¿Lo fue?
HONNOLD: No mucho. Fue una aventura increíble e hicimos ascensiones estupendas. Pero la verdad es que cruzar el Oeste en bicicleta se me hizo muy pesado, y lo que vi me deprimió bastante. Fuimos testigos del impacto humano sobre la naturaleza como yo nunca antes había visto. Recorrimos 3.800 kilómetros en bicicleta, y no encontramos más paisajes vírgenes que los parques nacionales. Todo lo demás estaba talado
o explotado de un modo u otro. Y muchas de las comunidades por las que pasamos no tenían pinta de estar en su mejor momento. Una ciudad pequeña prospera conforme van talando todos los árboles, pero luego no queda nada que talar y la ciudad se hunde.
Matt Pycroft
Anderson y su hermano Quinn Aboudara largan sus redes salmoneras en aguas de la isla del Príncipe de Gales.
CALDWELL: Ser testigos de semejante impacto antropogénico, que en cierto modo era la razón fundamental del viaje, no hizo sino confirmarnos cuánto mundo hemos destruido ya. Y dejó claro lo importantes que son nuestros parques nacionales, los únicos lugares que encontramos en estado superprístino.
HONNOLD: Yo me lancé al viaje sin tener mucha idea de lo que era el interior de la Columbia Británica, dando por hecho que, a medida que avanzásemos hacia el norte, encontraríamos cada vez más bosque intacto, salvaje. Pero resulta que en los últimos 100 años se ha talado todo. Sí, hay una pequeña pantalla de árboles flanqueando la carretera, y cuando pasas en coche a 120 kilómetros por hora es todo lo que ves. Pero desde el sillín tienes tiempo de ver qué hay detrás, y te das cuenta de que no hay ni un árbol. Somos escaladores, así que pasamos mucho tiempo en la naturaleza, en las cimas de las montañas, en los lugares más remotos y aislados que te puedas imaginar, y seguramente por eso yo tenía la falsa percepción de que aún quedaba mucha naturaleza virgen en el mundo. Ahora veo que los únicos lugares de la Tierra que no han sufrido un impacto humano descomunal son las zonas a las que es demasiado difícil llegar o las que no tienen ningún valor económico.
CALDWELL: Exacto. Las empresas dedicadas a las actividades extractivas siempre justifican sus acciones alegando que sus intervenciones van a traer prosperidad económica, pero eso es pan para hoy y hambre para mañana. Y las comunidades pagan el pato. En el interior de la Columbia Británica vimos gente fumando crack, escenas dantescas de violencia doméstica e incluso un tiroteo. Recorrimos la conocida como carretera de las Lágrimas, donde han secuestrado a muchos indígenas. Creo que todo se reduce a una cosa: hemos violado el paisaje, y las comunidades simplemente siguen ese ejemplo. Fue un recordatorio de que debemos dar con el modo de poner coto a según qué cosas, porque si seguimos por este camino, se explotarán hasta los entornos más remotos.
Ryan Valasek
Día 49. Los escaladores se abren paso a través de un espeso matorral de árboles y arbustos en el corazón del Bosque Nacional Tongass, el bosque lluvioso templado más extenso del mundo, que cubre la mayor parte del sudeste de Alaska.
SYNNOTT:Por favor, decidme que también hubo experiencias positivas.
HONNOLD: Por supuesto que sí. Un día iba en bicicleta, miré hacia arriba y vi un águila que pasaba volando con un perrito de la pradera en sus garras. Pensé: «Bienvenido a Wyoming». Vimos infinidad de amaneceres y atardeceres, y recuerdo ir pedaleando por la carretera de los campos de hielo de Alberta en pleno temporal y sentir de golpe que estábamos literalmente viviendo al aire libre, en plena naturaleza, que es justo el objetivo de cualquier aventura.
CALDWELL: En el sur de Wyoming conecté con el paisaje de una manera muy auténtica. Había arcoíris y aguaceros que barrían la tierra, y caballos salvajes que corrían a nuestro encuentro. Cuando se acabó la carretera, salvamos el último tramo hasta el Devils Thumb navegando por el Paso del Interior de Alaska. En días de tormenta, dejábamos el velero al abrigo de las calas y salíamos en kayak. Vimos nutrias abriendo conchas con piedras.
Ryan Valasek
Los escaladores y el equipo que los acompaña descansan en el campamento base, antes de la ascensión del día siguiente. Honnold y Caldwell parten antes del amanecer para asegurarse de que llegarán a la cima antes de que anochezca.
Un día llegué remando hasta una isla en la que había unas 50 focas, que se echaron a nadar en cuanto me acerqué. Y vimos con nuestros propios ojos esa forma de alimentarse de las yubartas en manada, que nadan en círculo expeliendo una cortina de burbujas que acorrala a los peces y, de pronto, saltan todas a la vez y ves 10 bocas abiertas. En la ruta a pie hasta la montaña vimos una migración de salmones tan espectacular que el río parecía llevar más peces que agua. Había miles de peces muertos por todas partes y los osos se ponían las botas.
SYNNOTT:Escalasteis el Devils Thumb, una montaña con fama de implacable. Ahora que los dos sois padres de familia, ¿calculáis los riesgos de otra forma?
HONNOLD: ¡Ja! Ya sé que nadie contaba con que llegase a los 40, pero como suele decir Tommy, no quería morirme sin tener hijos, y ahora que los tengo sigo sin querer morirme. El mayor cambio ha sido cómo empleo mi tiempo. Mis niñas están llegando a una edad en la que es divertido hacer cosas con ellas, así que quiero pasar tiempo con mis hijas y pasarlo bien juntos.
Ryan Valasek
Honnold y Caldwell parten antes del amanecer para asegurarse de que llegarán a la cima antes de que anochezca.
Así que sospecho que pasaré más tiempo en casa y seguramente correré menos riesgos. Pero también es posible que de vez en cuando me juegue el todo por el todo, porque me encanta escalar en solitario, qué te voy a contar. Además, si lo piensas bien, hacer 3.800 kilómetros en bicicleta por el arcén de una autopista seguro que es más peligroso que muchas de mis ascensiones.
SYNNOTT:¿Más peligroso que escalar en solo integral El Capitán?
HONNOLD (riéndose): Bueno, más peligroso que eso a lo mejor no.
CALDWELL: Cuando empecé en la escalada, mi padre siempre me decía que ni se me ocurriese escalar en hielo ni en solo integral. Yo no tengo intención de morirme en el Himalaya. Conozco un montón de personas que han ido a escalar las montañas más altas del mundo y terminan divorciados o muertos.
Renan Ozturk
En el glaciar Witches Cauldron, Honnold se refresca con el agua de una pequeña charca de fusión formada en el hielo.
Aun así, supongo que tengo una tolerancia al riesgo relativamente alta, pero tampoco soy tan adicto como Alex. No me importa correr riesgos de vez en cuando, pero siempre intento no pasarme de la raya que yo mismo me marco. Aunque es posible que haya flexibilizado un poco esa raya a lo largo de los años, a medida que he ido ganando confianza en mis habilidades.
SYNNOTT:¿Qué tiene la escalada que os resulta tan atractiva?
CALDWELL: Las amistades que se forjan, la comunidad, la inmersión en la naturaleza, la necesidad de aventura. Son tantas cosas que es difícil reducirlo a una sola.
HONNOLD: A mí me encantan los movimientos de la escalada y que ofrezca tantas oportunidades para mejorar y asumir nuevos retos.
SYNNOTT:¿Qué destacaríais de esta ascensión en concreto?
HONNOLD: Hicimos la Travesía del Diablo, que son las cinco cumbres del macizo del Devils Thumb. Y la hicimos en libre, en un solo día. No es una hazaña de récord, pero fue divertido.
Matt Pycroft
Día 55. El principio del fin: Honnold y Caldwell escalan las agujas de las Cats Ears («orejas de gato») en su primer intento de escalar las cinco cumbres del macizo Devils Thumb.
CALDWELL: La aguja de las Cats Ears quizá sea la cumbre más alucinante que he pisado. El paisaje da miedo. Las montañas son puro pico. Ves cascadas de hielo gigantescas y aludes que bajan por la cara noroeste sin cesar, por lo que se oye un estruendo continuo.
HONNOLD: Una de las cimas era del tamaño de una caja de pizza. De esas en las que cuesta hacer una foto al compañero. Estás sobre ese espacio tan minúsculo que dirías: «Da un paso atrás, que no te puedo encuadrar», y de repente nos despeñamos los dos y adiós muy buenas. (Risas).
SYNNOTT:¿Por qué quisisteis hacer el viaje utilizando solo la tracción humana?
CALDWELL: Los escaladores europeos están muy metidos en lo que llaman «ecopointing», que en resumen consiste en llegar a las paredes sin coche. Un amigo belga, Sébastien Berthe, quería repetir la Dawn Wall, pero como se niega a viajar en avión decidió cruzar el Atlántico en velero. Lo que iba a ser una travesía de 30 días se convirtió en un viaje épico de seis meses. Cuando estuve con él y su equipo en Yosemite, me di cuenta de que aquella experiencia los había unido de verdad. Si pones esta especie de corsé a tu aventura por el bien del medio ambiente, el viaje se torna mucho más transcendente y acaba siendo más divertido.
SYNNOTT:El viaje que hizo vuestro equipo de producción no fue tan ecológico. ¿Cómo lo resolvisteis?
CALDWELL:Dándole muchas vueltas. Fue una de esas tesituras en las que tienes que decidir entre hacer algo cien por cien ecológico o poder contar una historia convincente. Al final decidí que difundir la noticia [sobre lo que está sucediendo en el Bosque Nacional Tongass] merecía aflojar un poco la exigencia ecológica del viaje.
Ryan Valasek
Cuando Honnold y Caldwell celebran el haber hecho cima en el Devils Thumb, cada faceta de su viaje adquiere nuevos significados. «En las montañas es muy fácil captar visualmente lo rápido que está cambiando el mundo –ha escrito Honnold–. Da bastante miedo».
HONNOLD: Es muy difícil hacer una expedición ecológica en un mundo inundado de combustibles fósiles. Intentamos hacer parte del camino a vela, pero el viento y las mareas no nos sonrieron, así que navegamos todo el tiempo con diésel. Si hubiésemos ido en avioneta, casi seguro que habríamos usado menos combustible. Esa duda nos asaltaba sin cesar en buena parte del camino. «Esta es una aventura increíble, ¿pero lo estamos haciendo bien?».
CALDWELL: Entiendo lo que quiere decir Alex. El ecopointing no es la solución medioambiental que va a salvar el mundo, pero el hecho de discurrir soluciones ecológicas convirtió esta aventura en una expedición inmersiva de dos meses de duración que, sinceramente, fue una de las mejores experiencias de mi vida.
Este reportaje se publicó en el número de mayo de 2025 de National Geographic