Los seres humanos somos solo una entre millones de especies que pueblan el planeta, por lo que en ocasiones no tenemos en cuenta la existencia de unos seres vivos que coexisten con nosotros, pero cuya presencia a veces obviamos: los parásitos. Los ecólogos estudian cómo los millones de especies terrestres con las que compartimos el mundo coexisten en un ecosistema determinado, pero a veces no tienen en cuenta otros organismos que pueden prosperar en distintos hábitats en función de sus intereses: algunos pueden navegar a través del laberinto de los intestinos, deslizarse luego a través de la piel y salir por el estómago.
Los parásitos no se circunscriben a un hábitat. Para ellos, el mundo entero es un hábitat. Algunos insectos, como algunas orugas, se alimentan de pequeñas cantidades de plantas individuales de distintas especies, mientras que otras se alimentan únicamente de una especie. El ciclo vital de una especie que tienen varios nichos ecológicos no es muy distinto, por ejemplo, al de una tenia que desarrolla su fase larvaria y su fase adulta en lugares distintos del organismo humano.
Hay parásitos en todos los ambientes, a veces en los lugares más insospechados. Algunos aprovechan el menor recodo para ‘colarse’ en sus víctimas, a las que incluso pueden manipular a su voluntad. En otras palabras, las convierten en zombis de la naturaleza.
Un mosquito zombi al servicio de la malaria
Uno de los mosquitos más estudiados -y temidos- del planeta son los del género Anopheles, habitantes de zonas templadas de todo el mundo en zonas tropicales y subtropicales. Son los principales vectores de una enfermedad devastadora: la malaria, o paludismo, transmitida por un parásito género Plasmodium. Lo más curioso es conocer cómo hacen estos parásitos para infectar a los mosquitos: pues necesitan desplazarse hasta el intestino para reproducirse.
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Los plasmodios se reproducen en el interior de los mosquitos, pero a estos no les compensa el habérselos comido. La idea es que estos insectos vuelen hacia otro hospedador: los humanos, pero al hacerlo corren un riesgo demasiado alto: por ejemplo, el de ser aplastados súbitamente. Así que el plasmodio hace todo lo que puede para desalentar al mosquito para que se alimente. Por ejemplo, un insecto que contenga ooquinetos, como se llama a los cigotos fecundados de los plasmodios, en su interior desistirá de alimentarse de sangre comparada con uno que esté libre de parásitos.
La situación cambia radicalmente cuando el parásito alcanza la boca del mosquito. En este momento necesitará que este empiece a picar tan pronto como sea posible. Allí, el plasmodium se desplazará hasta las glándulas salivares y se situará en el lóbulo responsable de la fabricación de una enzima anticoagulante llamada apirasa. Mientras se alimentan, los mosquitos también tienen sus riesgos, por lo que cuando encuentran cualquier complicación en un hospedador cambiarán de estrategia: volarán rápidamente hasta otra víctima, o cambiarán el lugar de alimentación. La cosa cambia radicalmente cuando el hospedador tiene malaria, en cuyo caso los parásitos de su interior convertirán a la incauta presa en un plato más 'sabroso' para el mosquito. ¿Cómo lo hace? Interfiriendo con las plaquetas, de tal modo que realicen mal su función coagulante. Así, el mosquito beberá con mayor facilidad, se olvidará de los riesgos y el plasmodio podrá diseminarse con mayor eficacia por otros hospedadores.
Tenias que manipulan a los escarabajos
Existe un parásito cuyo ciclo vital empieza y acaba en las ratas. Se trata de los parásitos Hymenolpeis, que empieza su vida en los intestinos de estos hospedadores y acaba en los escarabajos. Una vez infectan a estos insectos, la membrana de sus huevos se disuelve, revelando una criatura esférica con tres pares de ganchos que usa para salir del intestino del escarabajo e introducirse en su sistema circulatorio, donde crecerá en poco más de una semana hasta que adquiera una cola corta. Allí esperará que el insecto sea devorado por una rata. Entonces alcanzará su forma adulta final, pondrá huevos y vuelta a empezar. El ciclo reproductivo para por diversas fases: empieza en los silos de cereales y almacenes de harina, fuente de comida para los escarabajos, que son ingeridos por las ratas antes de excretar y empezar de nuevo el círculo.
Lo más curioso es que las tenias empiezan a manipular a los escarabajos antes de de infectarlos. Resulta que estos insectos son atraídos hacia los excrementos que contienen huevos de escarabajo debido a un aroma que les parece irresistible. En este contexto, cuando un escarabajo se encuentra con excrementos de una rata sana y una parasitada, es más probable que elija el montón que contiene huevos de tenia. Si capturamos la fragancia del estiércol infectado y lo conservamos en líquido, una gota de este "perfume" hará que los escarabajos vengan corriendo. No se sabe si los huevos producen el aroma, o si es una de las sustancias químicas producidas por las tenias adultas en el interior de las ratas. Tampoco si el parásito cambia de alguna forma la digestión de la rata para que el propio hospedado fabrique esta sustancia. Lo que sí que saben los científicos es que seduce de alguna manera a los escarabajos para que coman esos excrementos, incluso par que se abalancen mortalmente hacia una rata.
Plantas zombis
Hablar de un animal zombi ya no nos resulta raro. Lo que es más extraño es pensar en una planta zombi. Algunas especies también se convierte en 'plantas muertas vivientes' cuando son infectadas por unos nematodos. Uno de ellos es el del género Meloidogyne. Cada uno de ellos sale del huevo eclosionado en el suelo y se arrastra hasta la punta de una raíz. Tiene un pico hueco en su boca, que clava en la raíz de la planta. Pero lo que acaba sometiendo a su víctima es la saliva, que hace que las células externas se rompan, dejando libre un espacio a través del cual se puede colar este parásito. Desde allí, este se abre camino a empujones entre las células del interior hasta que alcanza el corazón de la planta.
¿Cómo lo hace? Agujereando unas cuantas células de su alrededor e inyectando un peculiar veneno en su interior. Y esto, de alguna manera, vuelve loco el metabolismo de la planta. Resulta que las células empiezan a hacer copias del ADN, y los genes extra empiezan a fabricar proteínas de forma frenética. El trabajo de una célula radicular es la de absorber agua y nutrientes del suelo y bombearlos dentro del sistema circulatorio de la planta. Sin embargo, la manipulación de este nematodo provoca que la célula de la raíz empieza a trabajar al revés: absorbe el alimento de la planta. A medida que esta célula se va hinchando de comida, amenaza con reventar y dejar toda la raíz agrietada. El nematodo "escupe" moléculas en el interior de la célula alterada, y a medida que esta se va hinchando de comida, amenaza con reventar y dejar toda la raíz agrietada. Pero el intruso no quiere acabar con ella, y para protegerla, provocando que las células de alrededor se multipliquen y formen un nódulo. En resumidas cuentas, el parásito ha aprendido a comunicarse con la planta para proteger sus intereses.
hormigas zombis que sirven a otra especie
En ocasiones, el hospedador abre la puerta al parásito de la manera más insospechada. Es lo que les ocurre a las hormigas parásitas del género Teleutomyrmex que se aparean en el interior de nido de las hormigas del género Tetromorium, a las que acaban manipulando para que cuiden de ellas en lugar de comérselas, como sería habitual. ¿Cómo lo hacen? Creándoles unas ilusiones olorosas, de forma que les hacen creer que se encuentran ante una reina de su propia especie que hay que alimentar. ¿Cómo han desarrollado esta capacidad? Resulta que han evolucionado a partir de su propio hospedador, aprenden sus olores, y desenvuelven su lenguaje común, que utilizan después contra ellas.
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Los parásitos Teleutomyrmex se aparean en el interior de nido de las hormigas del género Tetromorium, a las que acaban manipulando para que cuiden de dellos en lugar de comérselos.
No es el único caso de manipulación social. También realizan estas tretas algunas mariposas que engañan a las hormigas para que críen a sus orugas. Depositan los huevos en flores, y cuando eclosionan, caen al suelo, donde se encuentran las hormigas. Normalmente, las hormigas ven a las orugas como una comida gigante, pero si se encuentran con un parásito social, actúan como esta fuese una larva perdida de su propia colonia. Engañadas por los olores de la oruga, las hormigas transportan la transportan de regreso al nido, donde la alimentan y la limpian, de igual modo que lo haría una cría. Lo más curioso es que la hormiga sigue cuidando de la oruga una vez esta se metamorfosea en una crisálida. Solo cuando emerge del capullo se da cuenta de que en realidad es un intruso, pero ya es demasiado tarde.