@font-face{font-family:'Figtree';font-style:normal;font-weight:300 900;font-display:swap;src:url('/Content/skins/ng2022/fonts/Figtree/Figtree.woff2') format('woff2')}@font-face{font-family:'Figtree';font-style:italic;font-weight:300 900;font-display:swap;src:url('/Content/skins/ng2022/fonts/Figtree/Figtree-italic.woff2') format('woff2')}

{{text}}

{{partText}}

{{partClaim}}

{{Text}}

`, uniqueTemplate: `

¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión

Lee {{artTitle}} por un módico precio.

Suscríbete ahora

`, returnText: `No me interesa`, text: `Este contenido es exclusivo para suscriptores.`, partImg: `/medio/2023/05/16/portada-planeta_31e7e28b.png`, partImgTablet: `/medio/2023/05/16/portada-planeta_31e7e28b.png`, partText: `

Sigue leyendo todo el contenido exclusivo por solo 1€/mes

`, partClaim: `Suscríbete por 1€/mes`, Text: `¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión`, } };

Nunca antes habíamos visto con vida a este raro calamar en su hábitat natural (hasta ahora)

En las profundidades marinas de los polos terrestres, los exploradores siguen descubriendo criaturas esquivas y misteriosas.

Actualizado a

En las gélidas aguas cercanas a la Antártida, un vehículo teledirigido ha avistado recientemente al escurridizo calamar Gonatus antarcticus. Es la primera vez que este calamar se ve vivo.
ROV SuBastian / Schmidt Ocean Institute

En las gélidas aguas cercanas a la Antártida, un vehículo teledirigido ha avistado recientemente al escurridizo calamar. Es la primera vez que este calamar se ve vivo.

Era tarde en Nochebuena y las gélidas aguas del mar de Weddell, en el océano Antártico, no estaban por la labor. Los científicos y la tripulación a bordo del buque del Schmidt Ocean Institute, el R.V. Falkor, planeaban enviar el vehículo operado a distancia hacia la cuenca de Powell, una llanura abisal inexplorada que desciende hasta unos 3.000 metros de profundidad.

La expedición, liderada por la National Geographic Society como parte de su programa Rolex Perpetual Planet Ocean Expeditions, aprovechaba la tecnología de exploración marina del instituto. «Era una misión crítica», cuenta Manuel Novillo, investigador posdoctoral del Instituto de Diversidad y Ecología Animal, que se encontraba a bordo del barco.

Pero el hielo marino resultó tan traicionero que Novillo y sus colegas tuvieron que posponer el lanzamiento. «Los bloques de hielo se movían tan rápido que ponían en peligro a todos los barcos, así que tuvimos que reorganizarlo todo», explica.

A regañadientes, escogieron un nuevo punto en el borde exterior de la cuenca de Powell para el día siguiente. Sin embargo, esos contratiempos y ese cambio de ubicación acabarían conduciendo a un descubrimiento sin precedentes: el día de Navidad, Novillo y su equipo fueron testigos de algo que nadie había visto con vida antes: Gonatus antarcticus, un escurridizo cefalópodo que solo habita en las frías aguas que rodean la Antártida.

 

Misión crítica

La mañana de Navidad, el vehículo submarino de la expedición, llamado SuBastian, descendía lentamente unos 2.100 metros por la zona crepuscular del océano, esa franja donde apenas llega la luz, rumbo al fondo marino. Novillo observaba una retransmisión en directo desde la sala de control del barco.

De pronto, detectó una sombra a escasos metros. Intrigado, pidió al piloto que se acercara. Y «voilà, apareció», recuerda. Frente al vehículo apareció un calamar de casi un metro, que soltó una pequeña nube de tinta verdosa—quizá asustado por el artefacto. «¿Cuáles eran las probabilidades?», se pregunta Novillo. «No tendríamos que haber estado ahí, y mucho menos en ese momento exacto».

El equipo siguió al calamar durante dos o tres minutos mientras flotaba suavemente en el agua. Usaron láseres para medir con precisión su tamaño y el piloto atenuó las luces para que pudieran observar cómo se comportaba el animal en su entorno natural. Luego, cuando el calamar decidió que era suficiente, salió disparado y desapareció de la vista.

Identificando a Gonatus antarcticus

El equipo compartió las imágenes con Kat Bolstad, directora del Laboratorio de Ecología y Sistemática de Cefalópodos de la Universidad Tecnológica de Auckland—cariñosamente conocido como el AUT Squid Squad. «Mi cosa favorita es cuando alguien me manda un vídeo y me dice: “¿Qué es este calamar?”», cuenta Bolstad. Ella identificó al ejemplar de casi un metro como Gonatus antarcticus—el calamar gonato antártico. «Hasta donde yo sé, es la primera grabación en directo de este animal en todo el mundo», afirma.

Hasta ahora, solo se tenía constancia de esta especie por cadáveres atrapados en redes de pesca o por picos de calamar encontrados en los estómagos de depredadores marinos. Para confirmar la identificación, Bolstad buscaba una característica específica: «En los extremos de los dos tentáculos largos, debe haber un único gancho muy grande», explica. Y ahí estaba, grabado en vídeo. «No siempre se ve con claridad», añade, «pero sin duda está».

Al fin visible con vida y en su hábitat natural, los científicos pudieron examinar las características únicas del calamar y empezar a teorizar sobre sus hábitos. «Los impresionantes ganchos de sus tentáculos probablemente sirven para sujetar y dominar a sus presas durante una emboscada», escribe por correo electrónico Alex Hayward, profesor titular en la Universidad de Exeter, en Inglaterra, que no participó en la expedición.

Aun así, seguimos sin saber mucho sobre el calamar antártico. «Su día a día probablemente sea una mezcla entre cazar activamente peces para alimentarse y evitar a depredadores voraces», comenta Hayward. Los calamares de aguas profundas tienen buena vista y suelen evitar las luces de los barcos de investigación, lo que hace que este encuentro fortuito sea aún más extraordinario. «Nosotros queremos verlos, pero ellos seguramente no quieran vernos la mayoría del tiempo», añade Bolstad.

La curiosa vida de un calamar abisal

El calamar tenía arañazos en los brazos y marcas recientes de ventosas en el manto. «Quizá haya sobrevivido a un intento reciente de depredación», apunta Bolstad, aunque no está claro qué especie pudo estar implicada en esa batalla. Hayward se pregunta si el atacante podría haber sido un calamar colosal juvenil, que comparte tanto hábitat como profundidad con Gonatus antarcticus.

Los investigadores no pudieron determinar el sexo del ejemplar, pero si fuese hembra, «sería casi el doble de grande que otras hembras que ya han completado su ciclo vital», dice Bolstad. Hacia el final de su vida, los calamares de esta familia suelen palidecer y sus tejidos comienzan a descomponerse. «Se vuelven un poco hinchados», explica. «Y algo deshilachados». Pero este calamar parecía estar «en muy buen estado», afirma. «Su coloración seguía siendo muy intensa».

¿Podría tratarse de un macho, lo que indicaría que los machos mayores no se deterioran como las hembras? ¿O será que lo que conocemos como Gonatus antarcticus en realidad agrupa más de una especie? Los expertos aún no lo saben.

Este emocionante hallazgo pone de relieve cuánto queda por descubrir en los océanos, especialmente en las regiones polares, aún poco exploradas. «En las profundidades marinas, siempre hay una buena probabilidad de estar viendo algo por primera vez», concluye Bolstad. «El potencial de descubrimiento y exploración es prácticamente infinito».

Más Sobre...
Océanos