Cuando un papa muere —como ha ocurrido recientemente con el fallecimiento de Francisco en abril de 2025—, el Vaticano no entra en caos, sino en una liturgia milimétricamente orquestada.
El primer hombre en entrar en escena es el camarlengo, una figura cargada de simbolismo y deberes istrativos cruciales. Actualmente, este cargo lo ocupa el cardenal Kevin Farrell, irlandés de nacimiento pero con una larga carrera eclesiástica en Estados Unidos.
Su labor no es política ni espiritual en sentido estricto, sino esencialmente logística: verifica la muerte del papa (un acto que, aunque parezca ritualista, tiene implicaciones legales), sella sus aposentos, custodia el anillo del Pescador, y asume el gobierno provisional del Vaticano hasta que el sucesor haya sido elegido.
Es, en palabras de muchos, el “guardián del vacío”, el que mantiene la maquinaria en funcionamiento mientras la Iglesia está entre pastores.
El decano del Colegio Cardenalicio
El otro gran protagonista en las sombras es el decano del Colegio Cardenalicio, cargo ocupado hoy por el cardenal Giovanni Battista Re, veterano de la diplomacia vaticana y uno de los más experimentados del Sacro Colegio.
A diferencia del camarlengo, el decano no se encarga de tareas istrativas, sino de presidir las congregaciones generales de los cardenales, de acompañar el proceso espiritual del cónclave y, si no es elegido él mismo, será quien pregunte al nuevo papa si acepta su elección y cómo desea llamarse.
También es el decano quien suele pronunciar la homilía en la misa "Pro Eligendo Pontifice", justo antes del encierro de los cardenales en la Capilla Sixtina. Su rol es más ceremonial, pero no menos cargado de influencia simbólica.
ZUMAPRESS.com / Cordon Press
Giovanni Battista Re es decano del Colegio cardenalicio.
Una masa electoral plural
Mientras estas dos figuras orquestan el paso entre un pontificado y otro, los llamados “grandes electores” —es decir, los cardenales menores de 80 años— comienzan a llegar a Roma desde todos los rincones del planeta.
Son 135 en total, procedentes de 71 países, y no solo representan a la Iglesia universal, sino que también la redefinen. Italia sigue encabezando la lista con 17 cardenales electores, seguida por Estados Unidos (10), Brasil (7), y luego una constelación de voces provenientes de países tan diversos como Sudán del Sur, Mongolia o Timor Oriental.
Esa pluralidad no es accidental: el papa Francisco dedicó gran parte de su pontificado a construir un colegio cardenalicio que reflejara la catolicidad real del mundo moderno. Durante su papado, nombró a más de 80 de los actuales electores, la mayoría de ellos de regiones tradicionalmente subrepresentadas como África, Asia y América Latina.