La atmósfera ha empezado a desplegar sus cartas estivales con antelación, y no trae precisamente un juego benévolo. Tras varias semanas marcadas por una atmósfera templada, casi otoñal por momentos, la situación meteorológica da un vuelco radical en la Península Ibérica y Baleares.
La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha emitido un pronóstico claro: se avecina un episodio de calor intenso, más propio del mes de julio que de este tramo final de mayo. Y no será una mera subida puntual del mercurio. Será una irrupción progresiva, implacable, de temperaturas abrasadoras.
El cambio de escenario viene provocado por la instalación de un robusto anticiclón centrado en las Azores que, como un guardián invisible, bloquea la entrada de frentes atlánticos y deja a la atmósfera en manos del sol.
Este sistema de altas presiones, al extender su influencia sobre la Península, se traduce en cielos despejados, ausencia de lluvias y una radiación solar sin obstáculos. Así, las máximas irán escalando día tras día, hasta rozar los umbrales más extremos de este incipiente verano.
Lo peor: a partir del miércoles
Este lunes 26 y martes 27, las temperaturas ya marcarán registros propios de julio en varias regiones: se esperan entre 36 y 38 ºC en el valle del Guadalquivir y cerca de 35 ºC en el Guadiana. Pero lo peor llegará a partir del miércoles 28, cuando la situación atmosférica se verá alterada por un fenómeno tan conocido como temido en estas latitudes: la entrada de una masa de aire sahariano.
Una DANA situada entre Canarias y el Golfo de Cádiz actuará como catalizador, favoreciendo la advección de aire cálido, seco y cargado de partículas en suspensión desde el norte de África hacia el sur peninsular y, de ahí, al interior.
El resultado será una escalada térmica aún más acusada. El jueves 29 y viernes 30 se convertirán en los días álgidos del episodio. Según la Aemet, se alcanzarán los 35 ºC en la meseta norte, 37 ºC en los valles del Ebro y del Tajo, 39 ºC en el bajo Guadiana y hasta 42 ºC en el valle del Guadalquivir.
Se trata de registros absolutamente excepcionales para estas fechas y que suponen un riesgo evidente tanto para la salud como para los ecosistemas más frágiles.
A este calor sofocante se le suma un efecto secundario cada vez más habitual: las noches tropicales. Aunque el ascenso térmico de las mínimas será más lento que el de las máximas, también se dejará sentir especialmente en el cuadrante suroeste peninsular.
El jueves y viernes las temperaturas mínimas superarán los 20 ºC en estas zonas, y el sábado esta situación se extenderá por buena parte del centro, sur y valle del Ebro. Dormir se convertirá en un reto.
Regiones que escapan del calor
Lo curioso de este episodio es cómo deja fuera de su radio de acción a ciertos territorios. El flujo fresco del norte protegerá a Galicia y el Cantábrico, donde la influencia atlántica aún se dejará notar.
Por su parte, Canarias también escapará del castigo térmico gracias a la persistencia de los vientos alisios, que seguirán refrescando el archipiélago. Sin embargo, en Baleares, y más concretamente en el interior de Mallorca, el termómetro también rebasará los 30 ºC a partir del viernes, anticipando un verano que parece querer comerse la primavera.
Por último, aunque la predicción más allá del sábado 31 se torna incierta, la Aemet sugiere un posible cambio de patrón. Aumentaría la nubosidad y podrían desarrollarse tormentas dispersas, especialmente si la calima —ese velo de polvo africano suspendido en el aire— termina dominando el panorama. Esta combinación podría marcar el inicio de un ligero descenso de temperaturas, aunque aún es pronto para lanzar pronósticos firmes.