Comencemos con una obviedad: la recomendación a la hora de conducir cualquier vehículo es no consumir absolutamente nada de alcohol. El alcohol es una sustancia que altera la percepción de la realidad y puede enlentecer los reflejos que son necesarios para garantizar una conducción segura. Por ello, algunos países de la Unión Europea, como Hungría, Rumanía, Bulgaria, Hungría o Eslovaquia actualmente tienen políticas de tolerancia cero para el consumo de alcohol.
En España, en cambio, en la actualidad se puede conducir con niveles de alcohol en sangre de hasta 0,5g/L, o 0,25ml/L de alcohol en aire espirado. En el caso de conductores profesionales, o noveles, estos niveles se reducen hasta 0,3g/L de alcohol en sangre y 0,15ml/L de alcohol en aire espirado. Una nueva medida propuesta recientemente pretende reducir este límite a menos de la mitad. En concreto, el límite quedaría en 0,2g/L en sangre y 0,1ml/L en aire espirado, el mismo límite que se aplica en Suecia, Noruega, Polonia o Estonia.
Esta medida ha tenido todo tipo de reacciones en redes sociales. Por un lado, está la gente que la aplaude e insta a que se ponga en marcha lo antes posible. Por el otro, muchos la tachan de recaudatoria y achacan la causa de los accidentes a otros problemas, como las distracciones, la velocidad, o el estado de las carreteras. Sin embargo, los datos oficiales en España indican que el consumo de alcohol y otras drogas fueron la causa de la mitad de las 261 muertes en carretera de este verano.
Cuánto alcohol hay en las bebidas
Para saber cuánto alcohol llega a la sangre y al aire espirado es importante comprender el metabolismo del alcohol en el organismo. Y para ello, hay que comenzar comprendiendo cuánto alcohol se ingiere con cada bebida. Para ello, es necesario trabajar con porcentajes y volúmenes. Concretamente, la fórmula es la siguiente:
Resolver esta ecuación puede ser complicado sin un papel a mano. Por ello, te incluimos unas estimaciones de cuántos gramos de alcohol hay en algunas de las bebidas más consumidas. Estos datos son estimados; para el cálculo exacto de una bebida concreta el cálculo se ha de realizar a partir del volumen y el porcentaje de alcohol de cada bebida.
- Quinto de cerveza (200ml, 5,5%): 8,7g de alcohol
- Tercio de cerveza (330ml, 5,5%): 14,3g de alcohol
- Medio litro de cerveza (500 ml, 5,5%): 21,7g de alcohol
- Copa de vino tinto (aprox. 150 ml, 14%): 16,6g de alcohol
- Copa de vino blanco (aprox. 150 ml, 12,5%): 14,8g de alcohol
- Copa de champán (aprox. 100 ml, 10,5%): 8,3g de alcohol
- Combinado (con 50 ml de licor de 37,5%): 14,8g de alcohol
- Chupito 30 ml (con licor de 37,5%): 8,9g de alcohol
El metabolismo del alcohol
El etanol es una molécula sencilla que no requiere de procesado por el tejido del sistema digestivo para entrar al torrente sanguíneo. Por tanto, al consumir una bebida alcohólica, comienza a transvasarse a la sangre prácticamente cuando llega al estómago. Se estima que en este órgano se absorbe entre un 10% y un 20% y, en el intestino delgado, el resto. El consumo de alimentos y la concentración del alcohol afectan en gran medida a su absorción pero, generalmente, el nivel máximo de intoxicación por alcohol se alcanza entre los 30 y los 90 minutos tras consumo de las bebidas.
En la actualidad, el Ministerio de Sanidad considera un consumo de alcohol de riesgo cuando se superan los 20g de alcohol repartidos a lo largo del día para los hombres y 10g de alcohol para las mujeres. Consumir cantidades menores de alcohol se consideran “seguras”, aunque es importante recalcar que “segura” no significa “beneficiosa”. Es decir, que según el consenso científico, consumir cualquier tipo de bebida alcohólica no proporciona ningún tipo de efecto positivo para el organismo.
Los efectos del alcohol para la conducción y la salud
Una vez el alcohol llega al torrente sanguíneo comienza a moverse por todo el organismo y, por tanto, afecta a todos los órganos. Ahora bien, para la conducción, los tres órganos más importantes serían los pulmones, el cerebro, y el hígado. Debido a su estructura, el etanol es capaz de atravesar la barrera hematoencefálica y llegar al cerebro, donde interfiere con la comunicación neuronal. Mayoritariamente, el alcohol interfiere con la acción de dos neurotransmisores llamados glutamato y ácido gamma-aminobutírico (GABA). Los receptores del glutamato realizan una transmisión excitatoria, mientras que el GABA la efectúa inhibitoria. El alcohol inhibe la señal del glutamato y activa la de GABA, provocando la sensación inhibitoria y disminuyendo sensaciones como el dolor o el malestar.
Los efectos del alcohol comienzan a ser medibles cuando se alcanza una tasa de alcoholemia entre 0,01 y 0,05 en sangre. Además de las sensaciones de borrachera, con estos porcentajes de alcohol en sangre, tanto el tiempo de reacción, como el comportamiento y las capacidades cognitivas pueden estar alterados aunque la persona intoxicada no se dé cuenta.
En los pulmones, el alcohol llega a los pulmones a partir de la circulación bronquial. Una vez allí, atraviesa los tejidos y se vaporiza en las vías respiratorias, por donde es expulsado en cada respiración. Los alcoholímetros de alcohol espirado cuentan con un sensor de gases capaces de detectar estas pequeñas gotículas de alcohol y proporcionar un valor medible. Sin embargo, el órgano encargado de metabolizar y eliminar la mayor parte del alcohol en sangre es el hígado.
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El alcoholímetro utilizado en los controles de seguridad vial
En el hígado, la principal vía de eliminación del etanol involucra una familia de enzimas denominadas alcohol deshidrogenasas. Estas enzimas transforman el etanol en un compuesto carcinogénico denominado acetaldehído, que rápidamente es convertido en acetato por otra familia enzimática llamada aldehído deshidrogenasa. El acetato se envía a la circulación y va transformándose en CO₂ y agua, productos que son expulsados a través de la orina y los pulmones. Ahora bien, las alcohol deshidrogenasas no son exclusivas del hígado, si no que también pueden estar presentes en menor medida en el estómago y los intestinos. Por ello puede formarse acetaldehído en estos órganos, lo que aumenta el riesgo de sufrir daños tisulares y cáncer gástrico e intestinal.
Pero dejando de lado los daños a largo plazo, a la hora de conducir el verdadero peligro del alcohol es el efecto prácticamente inmediato que tiene en el cerebro. La desinhibición producida por un consumo bajo o moderado de etanol propicia que una persona asuma más riesgos, lo que manejando un vehículo supone poner en riesgo tanto la propia vida, como la de los demás conductores. Por ello, la única tasa de conducción segura avalada por el consenso científico es 0,0.