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El primer paso para alcanzar los 100 años, según Dan Buettner, explorador de National Geographic y experto en longevidad

Para el periodista y escritor estadounidense no hay un solo factor responsable de una existencia centenaria, sino un conjunto de hábitos que hacen esto posible.

Actualizado a

DanBuettnerOct10
Creative Commons

Dan Buettner

¿Qué factores son los que hacen que ciertos lugares del mundo muestren tasas de longevidad por encima de lo normal? Este fue el encargo del periodista y aventurero Dan Buettner por parte de National Geographic. Esto ocurrió hace más de 20 años y, desde entonces, comenzó a buscar las “zonas azules”, territorios repartidos en países como Japón, Italia, Grecia o Costa Rica, donde la población, de forma casi espontánea, disfruta de vidas más largas y saludables que el ciudadano medio.

El secreto de la longevidad

En sus primeras investigaciones, Buettner se topó con una revelación inicial: no existía un solo factor responsable de una existencia centenaria, sino un conjunto de hábitos que hacían esto posible. De ahí surgió su máxima, que hoy repite en conferencias y entrevistas: “El primer paso para alcanzar los 100 años es saber qué alimentos comer y en qué cantidades”. Y es que descubrió que la actividad física, la forma de relacionarnos con los demás, el apoyo familiar y, sobre todo, la alimentación, se encontraban entre los baluartes más valiosos de una vida larga y saludable.

Pero el camino no fue sencillo de describir. Inicialmente, comenzó su aventura sin una “fórmula perfecta” para la longevidad; pero profundizando en cómo vivían en ciertos pueblos como la remota isla de Okinawa en Japón, singular por su énfasis en el “hara hachi bu” (no comer hasta llenarse por completo) y la masiva presencia de verduras, soja y pescados en su dieta, empezó a notar características que empezaban a hacer conexión entre una buena y larga vida.

También lo observó en sus viajes a la isla griega de Ikaría, donde pudo ser testigo del valor de los guisos de legumbres y plantas silvestres, e incluso de la costumbre de la siesta en comunión con la familia. Todo ello, tanto lo que comían y cómo lo hacían –junto al apoyo de diversos estudios de campo– le proporcionó a información suficiente para materializar dichos hallazgos en distintas publicaciones transformando para siempre nuestra comprensión sobre la conexión entre dieta, relaciones sociales y salud.

verduras y fruta
iStock

Lo que comes es tan importante como cuándo lo comes y con quién, según el experto.

La filosofía de las “zonas azules” en Estados Unidos

¿Habría zonas azules en Estados Unidos? Pues resultó que sí. Este experto en longevidad descubrió comunidades, especialmente ciertos grupos religiosos en California (Adventistas, la Iglesia Adventista del Séptimo Día), o herencias culinarias autóctonas en Hawái y distintas regiones del país, que mantenían hábitos cercanos a aquellos que había detectado en las islas de Japón o de Grecia. Todas estas zonas tenían algo muy importante en común: la mayoría de los ingredientes en la mesa provenían de alimentos de origen vegetal, ya fuesen frutas, legumbres, cereales integrales, verduras y frutos secos y en bastante menor medida carnes o lácteos.

Pero, en esta fabulosa dieta también sobresalía aquello de comer “en el momento oportuno”. En resumen: hacer un gran desayuno, ingerir un almuerzo moderado y, finalmente tomar una cena liviana, evitando picar entre horas, lo que recuerda al refrán popular de “desayuna como un rey, come como un príncipe, cena como un mendigo”, que coincide en repartir la mayor parte de las calorías diarias en las primeras comidas del día y un pequeño porcentaje para acabar el día.

La frase de Buettner que destacamos en este artículo, se sustenta, por tanto, en una verdad simple pero muchas veces ignorada: no es solo qué comes, sino también cuánto, cuándo y con quién; ya que compartir los alimentos en familia o con amigos o cocinar en casa, es tan importante casi como escoger alimentos nutritivos para nuestro organismo.

Pero no se trata de llevar a cabo un estilo de vida muy restrictivo; aún hay espacio para pequeños placeres (entre ellos, en sus viajes destacó el vino tinto en Cerdeña o la hora del té en Okinawa), que muestran cómo la moderación y la cercanía familiar se convierten en salvoconducto hacia la longevidad. “No se trata de una dieta de moda. Es una forma de entender que comer bien y en la dosis adecuada está en el corazón de una vida larga y plena”. Una directiva sencilla y con el poder de otorgarnos vía libre hacia una vida más larga y sana.

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