Esperar al final del telediario para ver el pronóstico del tiempo, o entrar en la app de climatología del móvil es normal y cotidiano. Ver “si va a llover” o “si va a hacer sol” es algo que, a día de hoy, limita nuestra vida: no vas a planear un viaje a la playa un día lluvioso ni vas a hacer una gran caminata a mediodía en plena ola de calor. Y, aunque es cierto que el clima es una de las fuerzas más poderosas e impredecibles de la naturaleza, actualmente contamos con herramientas avanzadas que nos permiten, en gran medida, anticipar todos esos fenómenos meteorológicos.
Entre estas herramientas destacan los radares y satélites meteorológicos, que nos permiten “ver” lo que sucede en la atmósfera y, con ello, elaborar predicciones cada vez más precisas y detalladas. Pero, ¿cómo funcionan estos sistemas? ¿Cómo logran ofrecer pronósticos que, en muchas ocasiones, nos alertan de cambios en el clima con horas o incluso días de antelación?
RADARES Y SATÉLITES, ¿CÓMO “VEN” EL CLIMA?
Los radares y satélites meteorológicos son, en palabras sencillas, los ojos de los meteorólogos en el cielo. Aunque cumplen con la misma misión —dar información detallada sobre el clima—, cada uno lo hace de forma diferente. Los radares, por ejemplo, emiten ondas de radio que rebotan cuando encuentran partículas en la atmósfera, como gotas de lluvia o copos de nieve. Al analizar cómo regresan esas ondas, el radar puede indicar dónde está lloviendo, con qué intensidad y si se esperan precipitaciones fuertes. En España, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) cuenta con una red de radares distribuidos por todo el país, que permiten observar el clima en tiempo real.
Por otro lado, los satélites meteorológicos nos brindan una vista panorámica de lo que sucede en el planeta. Algunos, llamados satélites geoestacionarios, se mantienen fijos sobre un punto de la Tierra y nos envían imágenes constantes de la misma región. Otros, los satélites polares, giran alrededor del planeta y capturan imágenes detalladas de diferentes zonas en cada órbita. Entre los satélites más conocidos está el Meteosat, que cubre Europa y África, y el GOES, que se encarga de monitorear gran parte de América.
Gracias a los radares y satélites, los meteorólogos tienen un mapa casi en tiempo real de la atmósfera. Pero aquí no termina el trabajo: para hacer pronósticos a partir de estas imágenes y datos, es necesario interpretarlos y darles un sentido, tarea que realizan expertos en meteorología y en el análisis de modelos predictivos.
Meteosat
Imagen de infrarrojos publicada por Meteosat
¿CÓMO SE INTERPRETA LA INFORMACIÓN DEL CLIMA?
Una vez que los radares y satélites recolectan los datos, llega el turno de los meteorólogos y sus modelos numéricos de predicción. Estos modelos son sistemas matemáticos complejos que simulan lo que ocurre en la atmósfera, teniendo en cuenta factores como la temperatura, la presión, la humedad y la velocidad del viento. Con esta información, es posible anticiparse a ciertos fenómenos, desde un día soleado hasta una tormenta intensa. En Europa, uno de los modelos de predicción más usados es el HIRLAM, que permite prever el clima con bastante precisión a corto plazo (de uno a tres días).
Sin embargo, estos modelos no operan solos: requieren la intervención de los meteorólogos para ajustar y analizar la información en función de condiciones locales, como microclimas o montañas, que pueden influir en el resultado final. Por ejemplo, un modelo podría indicar lluvias en una región amplia, pero los expertos deben verificar qué zonas específicas se verán afectadas y con qué intensidad. La AEMET combina la información de distintos sistemas y modelos para hacer predicciones lo más detalladas y precisas posibles.
La tarea de interpretar estos datos es una mezcla de tecnología y experiencia humana. Los meteorólogos observan patrones, tendencias y posibles variaciones, y elaboran predicciones que nos ayudan a anticiparnos a fenómenos meteorológicos, desde una simple llovizna hasta el paso de un huracán.
AEMET
Salidas gráficas de HIRLAM-AEMET a 5 km por Comunidades
¿QUÉ TAN FIABLES SON?
Gracias a la tecnología y al uso de modelos avanzados, hoy en día los pronósticos del tiempo son cada vez más fiables, especialmente a corto plazo. Las predicciones de uno a tres días suelen ser muy precisas, con una fiabilidad superior al 90 % en muchos casos.
A medida que aumenta el plazo de los pronósticos, su fiabilidad disminuye. Esto se debe a que el clima es un sistema muy complejo y cambiante, donde pequeñas variaciones pueden provocar grandes cambios. Los pronósticos a medio plazo (hasta siete días) todavía son útiles, pero empiezan a tener un mayor margen de error. Por otro lado, los pronósticos a largo plazo (más de una semana) deben tomarse con cautela, ya que no suelen dar detalles específicos, sino tendencias generales. Por ejemplo, pueden indicar si una semana será lluviosa o cálida, pero sin concretar tanto en días y horas.
También existen los pronósticos estacionales, que abarcan periodos largos, como un mes o una estación completa. Estos se basan en patrones climáticos globales, como el fenómeno de El Niño o La Niña, que influyen en las condiciones de una región a gran escala. Aunque no pretenden decirnos el clima exacto para cada día, sí permiten saber si, por ejemplo, la primavera será más lluviosa de lo normal, o si un verano será especialmente caluroso.