Los caminos de la evolución son inescrutables. Miren si no el caso del tiburón toro (Carcharias taurus). Se trata de una especie ovovivípara cuyas hembras tienen dos úteros, y en el interior de cada uno de ellos incuban entre 15 y 20 huevos, fruto de la cópula con diversos machos. Hasta aquí, todo normal. Pero cuando el embrión más desarrollado de cada útero, ya dotado de dientes, eclosiona, se gesta una escena dantesca: este devora a los demás en lo que se conoce como canibalismo intrauterino. Sus hermanos le sirven de alimento mientras dura la gestación, que se prolonga entre ocho y nueve meses, antes de salir del cuerpo de la madre y empezar su vida en el mar con un tamaño de un metro de longitud.
No solo eso: según explica el biólogo Àlex Bartolí, experto en escualos y cofundador de la asociación Submon, entidad que trabaja para la conservación de la biodiversidad marina, la especie practica la ovofagia. «La madre produce huevos no fértiles con vitelo que también son devorados por el embrión». Esta ley del más fuerte hace que el tiburón toro tenga una tasa de reproducción muy baja, y que las crías sean las más aptas para sobrevivir.
A pesar de su feroz comportamiento intrauterino, en su fase adulta estos tiburones son tranquilos y no constituyen un peligro para los seres humanos.
Este reportaje se publicó en el número de mayo de 2025 de National Geographic