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El mayor museo de arte rupestre del mundo está en el Sahara argelino

El Parque Nacional de Tassili n'Ajjer es un paraíso por dos razones: por su extraña geología, y por el legado que dejaron en sus rocas las generaciones pasadas.

Actualizado a

Grabado rupestre del Parque Nacional de Tassili n'Ajjer, en Argelia
Matjaž Krivic

Este grabado rupestre del Parque Nacional de Tassili n'Ajjer, en Argelia, representa elefantes, jirafas y seres humanos. Se cree que los artistas neolíticos crearon estos petroglifos a fuerza de golpear repetidamente la roca con un disco de piedra.

En las verdes llanuras del norte de África, un cazador-recolector analiza una gran pared de arenisca anaranjada. El imponente risco constituye un lienzo perfecto; un disco de roca, contundente y redondeado, será el instrumento. Al igual que sus coetáneos, el artista neolítico dibujará aquello que le resulta familiar y conoce a la perfección: un cuerpo grande y moteado, sostenido por cuatro patas esbeltas, y un cuello largo y curvo que acaba en una cabeza aguileña.

Mucho tiempo después, los descendientes del artista no conocerán más vida que el movimiento incesante en pos de unos recursos inestimables. Sin embargo, en esta época de abundancia, al cazador-recolector le sobra tiempo para trabajar la pared, ahondando las líneas, trazo a trazo, para que resistan el paso de los siglos.

Hoy puedes situarte en el mismo lugar y contemplar la jirafa de metro y medio de alto grabada en esa roca, pero es más probable avistar en esta región un extraterrestre que una jirafa de verdad. El paisaje ha cambiado radicalmente –es más árido, más rojizo, sin una nube a la vista–, lo que no lo hace menos extraordinario. En todas direcciones, la arena y la piedra del Sahara central conforman un retablo inerte.

Tadrart Rouge o «Montaña Roja»
Matjaž Krivic

En Tassili n'Ajjer, inscrito en 1982 por la Unesco en la Lista del Patrimonio Mundial como bien mixto, se encuentra el Tadrart Rouge, o «Montaña Roja» en la lengua local, una cordillera que toma su nombre del color rojo de su arena y sus rocas.

Pocos habrán oído hablar del desconocido y recóndito Parque Nacional de Tassili n'Ajjer, a pesar de que es una de las mayores zonas protegidas de África. Situado en el extremo sudeste de Argelia, comprende los vestigios de una inmensa meseta de arenisca precámbrica que abarca una superficie de 72.000 kilómetros cuadrados de desierto en la frontera de Argelia con Libia y con Níger. La región es un paraíso geológico de extrañas formaciones rocosas bañadas por dunas de color naranja.

Entre sus zonas más bellas está el interminable Tadrart Rouge, una cadena montañosa accesible en todoterreno desde la ciudad oasis de Djanet. Allí, como en el resto de Tassili, miles de años de erosión han afilado la roca hasta convertirla en pináculos y han esculpido los afloramientos con formas surrealistas e inquietantes siluetas zoomórficas. Un altísimo contrafuerte horadado por vanos de 15 metros de altura lleva el nombre de la Catedral. A un peñasco suspendido sobre cuatro finos pilares de piedra lo llaman el Erizo. Una especie de setas rocosas de tres metros de altura asoman solitarias en un mar de arena. Se cree que en el parque hay más de 300 arcos naturales.

El arte prehistórico de Tassili n'Ajjer
Matjaž Krivic

El arte prehistórico de Tassili n'Ajjer incluye grabados y pinturas, realizadas con pigmentos de piedra triturada, como esta, de figuras humanas. Hoy, las representaciones de los antiguos artistas son una prueba de que existió un Sahara verde, con abundante ganado que dio sustento a una comunidad de pastores.

Por sí solas, estas innumerables formaciones de piedra, descritas a menudo como «bosques de roca», bastan para situar a Tassili n'Ajjer entre los paisajes más espectaculares del mundo. Pero en realidad cuentan solo la mitad de la historia. La majestuosidad de Tassili no radica únicamente en el esplendor visual de las formaciones rocosas, sino también en el legado que han dejado en ellas las generaciones pasadas.

Vistas desde lejos, las estriaciones podrían antojarse meros caprichos de la geología. Pero al contemplarlas de cerca se concretan en imágenes reconocibles: grabados y pinturas de animales y humanos prehistóricos, una descripción coral de cómo ha evolucionado la vida en la región a lo largo de los últimos 12.000 años.

Estas galerías al aire libre destacan no solo por su antigüedad y su calidad artística, sino también por su magnitud. Se calcula que en el parque nacional hay unas 15.000 obras de arte, que tienden a concentrarse en grietas naturales, como cornisas o abrigos elevados, zonas de refugio para los artistas que las plasmaron.

cuando la época de la abundancia cedió el paso a la era de la aridez, los elegantes glifos fueron sustituidos por garabatos esquemáticos de camellos, los apresurados grafitis de «yo estuve aquí» de unas gentes en perpetuo movimiento.

Aunque los nómadas tuaregs lo conocen desde hace generaciones, el arte rupestre de Tassili se divulgó en el mundo gracias a Henri Lhote, un arqueólogo francés que invirtió 16 meses en documentar y copiar cientos de obras de esta región entre 1956-1957. 

Las vacas que lloran
Matjaž Krivic

El guía local Abdellah Elies explica la leyenda que se esconde tras el grabado conocido como «Las vacas que lloran», ubicado en una pared rocosa entre la cercana ciudad oasis de Djanet y Tadrart Rouge.

Con el tiempo, se le afearon su desprecio por la población autóctona y sus prácticas destructivas para con este patrimonio. Al igual que hicieran los primeros turistas que llegaron al lugar atraídos por su reclamo, se sabe que Lhote empapaba las pinturas con agua para resaltar los colores, un procedimiento que aceleró su deterioro. Sin embargo, todo ello no obstó para que la exposición de las piezas –cerámicas y herramientas– y los facsímiles que se llevó de Argelia y presentó en el Museo de Artes Decorativas de París en 1957 causase auténtica sensación. En su libro Hacia el descubrimiento de los frescos del Tasili, Lhote hacía alarde de una región que bautizó como «el mayor museo de arte prehistórico del mundo».

Las vacas que lloran
Matjaž Krivic

El ganado, que parece emerger de la roca en que fue esculpido hace unos 7.000 años, representa la desesperación de los pastores de la región cuando el «período húmedo» africano llegó a su fin y el Sahara verde se convirtió en polvo.

En décadas posteriores, Lhote y sus sucesores dividirían en diversos períodos el arte rupestre de la región. Entre las obras más enigmáticas, y antiguas, figuran las del período de las «cabezas redondas», en referencia al predominio de figuras con cabezas de gran tamaño y desprovistas de facciones, cuyo inicio se solaparía con el llamado período «Buba-lus» o de la gran fauna salvaje, cuando elefantes, rinocerontes y el búfalo prehistórico Bubalus antiquus eran abundantes en la región y el arte rupestre estuvo dominado por grabados de grandes animales. Se cree que datan de hasta hace 10.000 años y han suscitado todo tipo de teorías sobre su origen. 

Un especialista, el etnobotánico italiano Giorgio Samorini, ha especulado que la naturaleza surrealista de las cabezas redondas, sumada a los arremolinados patrones fractales que adornan algunos de los grabados de animales de la misma época, sugiere una espiritualidad influida por la ingesta de sustancias psicoactivas como la psilocibina.

Si las representaciones de humanos arcaicos resultan incongruentes, las imágenes de animales no les van a la zaga. Muchos de los petroglifos más destacados y mejor ejecutados de Tassili representan grandes animales más comúnmente asociados al África subsahariana, como elefantes, avestruces, leones, jirafas, rinocerontes, uros, cocodrilos, antílopes e hipopótamos.

El espectral telón de fondo de estas criaturas creadas por el hombre es el «reverdecimiento» del Sahara. La magnitud de la erosión sufrida por el conjunto de Tassili n'Ajjer, sobre todo en los sistemas de barrancos profundos del norte, revela que este árido desierto estuvo en su día surcado por cursos de agua. Recientes estudios geológicos especulan que lo que hoy conocemos como el mayor desierto cálido de la Tierra haya experimentado 230 «períodos húmedos» de precipitaciones abundantes, el último de los cuales habría comenzado hace unos 15.000 años.

Oan Atan
Matjaž Krivic

Desde esta cueva se domina en la actualidad un extraño paisaje lunar, desértico y seco, con las formaciones rocosas de Oan Atan, una zona de mesas y afloramientos de arenisca que forma parte de Tadrart Rouge. Hace miles de años los pueblos neolíticos dejaron su arte en estos refugios rocosos. 

Según los paleoclimatólogos, los cambios en la inclinación y la órbita de la Tierra en relación con el Sol durante esos períodos húmedos africanos calentaron el hemisferio Norte. Los monzones de verano, más largos e intensos, llenaron las depresiones geológicas de lagos y humedales. Grandes ríos conectaban el Atlántico con el Mediterráneo magrebí. Los registros ribereños sugieren que el lago Chad, a 1.000 kilómetros al sur de Tassili, fue en su día más extenso que Alemania. Este megalago cubría unos 400.000 kilómetros cuadrados, una superficie 24 veces más grande que la actual.

Parece ser que el episodio más reciente de este fenómeno recurrente tuvo lugar en un período de ocupación humana. Los testigos extraídos de los fondos marinos atlánticos en aguas de la actual Mauritania, a 2.700 kilómetros al oeste de Djanet, revelan que hace entre 11.000 y 5.000 años los niveles de «flujo de polvo» (el volumen de polvo que el viento arrastra desde el Sahara) descendieron drásticamente. Los mismos testigos contienen polen de vegetación ajena al desierto y propia de la exuberante sabana.

Tadrart Rouge
Matjaž Krivic

En la frecuentada ruta turística de Tadrart Rouge destaca este grabado de una figura humana y una jirafa. Habituales en el Parque Nacional de Tassili n'Ajjer, las pinturas de jirafas recuerdan el período húmedo de África, cuando hace entre 11.700 y 5.500 años el Sahara era lo bastante húmedo y verde para sustentar grandes mamíferos.

Precisamente de esa época ubérrima dan fe los petroglifos más antiguos de Tassili n'Ajjer. A medida que las praderas se extendían por el interior norteafricano, los herbívoros migraron hacia el norte para sacar partido, y tras ellos fueron sus depredadores animales y humanos.

Las épocas posteriores del arte rupestre de Tassili registran los cambios sociales y climáticos que vendrían después, pues a medida que cambiaba el clima de la región también lo hacía la sociedad humana. Entre las representaciones más comunes de las galerías de Tassili aparecen imágenes naturalistas de ganado manchado, que documentan la transición de la caza-recolección al pastoreo. Muchas de las imágenes que se conservan de este período «pastoral», o bovidiense, se dibujaron con pinturas ocres y carmines que se obtenían mezclando piedra triturada con sangre de vaca. Así, con el fin del período de las «cabezas redondas» y la entrada en escena de la ganadería, el arte cambió radicalmente.

Formaciones rocosas en Oan Atan
Matjaž Krivic

Curiosas formaciones rocosas se perfilan entre la bruma del atardecer en Oan Atan. Miles de años de erosión han esculpido las rocas de Tassili n'Ajjer, creando formas tan insólitas como evocadoras.

Existe una excepción que resulta ser una de las obras de arte más famosas del lugar. En un afloramiento solitario, cerca de la carretera que hoy une Djanet con la frontera libia, hay un grabado conocido como «Las vacas que lloran». Esculpido por un gran artista, muestra un grupo de reses con líneas amplias y caligráficas. Las vacas tienen la cabeza vuelta hacia el espectador, y todas ellas tienen una gran lágrima debajo de un ojo. La leyenda cuenta que representa la preocupación de los pastores ante la desaparición de la lluvia y el retroceso de la vegetación del Sahel, que había sustentado a los grandes mamíferos durante milenios.

Depósito natural de agua
Matjaž Krivic

Un guía local descansa en el borde de una gueltaun depósito natural de agua, de paredes rocosas– en el fondo del cañón de Essendilene.

Las vacas llorando son un augurio del árido presente del Sahara. Cuando la época de la abundancia cedió el paso a la era de la aridez, la transición al nomadismo de larga distancia abrió la puerta del último período artístico, el del «camello», dominado por garabatos esquemáticos de camellos, a menudo compuestos por un cuerpo triangular con líneas rectas radiales que representan el cuello y las patas. Para entonces, los elegantes petroglifos del período húmedo, grabados en la piedra en el transcurso de semanas o meses, habían sido sustituidos por los apresurados grafitis de «yo estuve aquí» de unas gentes que vivían en perpetuo movimiento. Aquel estilo de vida, el de las grandes migraciones en busca de comercio y de agua, lo heredarían los tuaregs.

Moul Naga, en Tadrart Rouge
Matjaž Krivic

Una mesa solitaria asoma entre las interminables dunas de arena anaranjada cerca de los pináculos rocosos de Moul Naga, en Tadrart Rouge.

En las últimas décadas la inestabilidad de la zona, sobre todo los conflictos civiles de Libia y Níger, ha vedado el a gran parte del parque nacional. La propia inmensidad del desierto lo sitúa fuera del alcance de las patrullas militares argelinas. De momento, gran parte del arte rupestre de Tassili n'Ajjer y sus prodigiosos paisajes permanecen perdidos en el tiempo.

Dunas de Moul Naga
Matjaž Krivic

Abdellah Elies, vestido con la túnica tradicional y el pañuelo shesh de los tuaregs, camina sobre las dunas de Moul Naga, un hito de la ruta turística a través de Tadrart Rouge y una de las regiones más bellas y accesibles de Tassili n'Ajjer.

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El escritor Henry Wismayer está afincado en Londres. Matjaž Krivic es fotógrafo documental de origen esloveno.

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Este artículo pertenece al número de Marzo de 2024 de la revista National Geographic.