Cuando uno ve por primera vez un dragón azul, lo primero que le viene a la mente es la criatura mitológica que da nombre a esta criatura marina, caracterizada por presentar unas rayas azules oscuras y claras y tener apéndices en forma de zarcillos que se extienden como si de alas se tratasen. En realidad, no se trata de un dragón, sino de un nudibranquio, o babosa marina.
Es relativamente común avistarlo en algunas zonas del Atlántico, por eso hay tantos casos documentados en Canarias. Verlo en el Mediterráneo es mucho menos habitual. Por eso, cuando la bióloga marina Gádor Muntaner encontró este ejemplar en aguas del noroeeste de Mallorca, no dudó en documentarlo cuanto antes.
Lo encontró en aguas profundas de la Serra de Tramontana, en el noroeste de la isla, mientras navegaba la zona. A pesar de que no estaba en su zona de distribución habitual, se han avistado algunos casos en el Mediterráneo. Por ejemplo, en 2023 se vieron algunos ejemplares en aguas de Alicante.
"Estábamos con unos delfines que han empezado a seguir la barca y al mirar al agua lo he visto y he pegado un grito", declaró la científica marina. No es para menos, no había registros cerca de las Baleares desde el año 1705, lo que convierte a este encuentro en un hecho completamente extraordinario.
un animal marino Habitual en aguas templadas y tropicales
Y es que este nudibranquio prospera normalmente en aguas templadas y tropicales de los océanos Atlántico, Pacífico e Índico. Sin embargo, en los últimos años, su área de distribución se ha expandido hacia las costas este y sur de Australia. Incluso ha sido hallado en aguas de Sudáfrica, donde en 2022 encontraron ejemplares que fueron arrastrados hasta allí por la corriente. Procedían de mucho más lejos: en concreto, la costa del golfo de Texas, a más de 14.000 kilómetros de distancia.
Belleza tóxica
Igual que ocurre con muchos de estos animales, el dragón azul esconde un secreto en su belleza. Y es que los nudibranquios carecen completamente de ninguna concha con la que protegerse, con lo que quedan completamente expuestos a los depredadores. Eso les ha llevado a desarrollar una estrategia infalible para defenderse: las toxinas.
Los llamativos tentáculos del dragón azul esconden un secreto letal: unas células urticantes muy venenosas que utilizan tanto para cazar como para defenderse. Lo más sorprendente, sin embargo, es que ni siquiera los produce por sí mismo, sino que los roba de sus presas: en concreto, de las criaturas venenosas de las que se alimenta, entre las cuales se encuentra la carabela portuguesa, cuyo veneno es letal para otras criaturas, pero no para el dragón azul.
Al ingerir a sus presas, maximizan la potencia del veneno, pues sintetizan en su propio organismo para hacerlo todavía más potente. Por suerte, su picadura no es mortal para los humanos, aunque si os lo encontráis en el agua mejor no lo recojáis: en humanos puede producir fuertes dolores, además de vómitos y dermatitis alérgicas. Mucho mejor fotografiarlas de lejos y disfrutar de su colorido, como hizo Gádor Muntaner. Una ocasión perfecta para poner en valor la extraordinaria biodiversidad del mar.