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Esta especie endémica del Mediterráneo se encuentra en peligro en extinción y Cataluña podría ser su última esperanza

La desaparición silenciosa de una joya submarina y el inesperado papel de las costas catalanas como último santuario.

Sergio Parra
Sergio Parra

Periodista especializado en temas de ciencia, naturaleza, tecnología y salud

Actualizado a

Nacra en una pradera de Posidonia
Wikimedia

La historia del Mediterráneo está escrita también bajo sus aguas. En sus profundidades habita una criatura que, aunque invisible para muchos, es esencial para el equilibrio ecológico de este mar milenario. 

Se trata de Pinna nobilis, conocida como nacra, el molusco bivalvo más grande del mar Mediterráneo y una especie cuya existencia hoy pende de un hilo. Una extraña paradoja: cuanto más grande y longevo es un ser vivo, más frágil puede volverse frente a los desequilibrios del entorno. Y, en este caso, su frágil permanencia se aferra a un último rincón del litoral ibérico: las aguas protegidas de Cataluña.

Desde los acantilados del Cap de Creus hasta las tranquilas bahías del Delta del Ebro, Cataluña se ha convertido en el único bastión donde este coloso marino resiste. La nacra ha desaparecido del resto del litoral español debido, en gran parte, a la propagación fulminante del Haplosporidium pinnae, un parásito letal que desde 2016 ha arrasado con poblaciones enteras en regiones como Andalucía, Murcia, Baleares o la Comunidad Valenciana. 

Aún así, en las praderas submarinas catalanas, la especie se niega a ceder. Allí, sobrevive y, en algunos casos, incluso prospera.

¿Cómo es la nacra?

La nacra, un ser anclado al fondo marino con una concha que puede alcanzar los 120 cm y superar las dos décadas de vida, no es solo una rareza biológica. Es también un pilar esencial del ecosistema. Vive inmóvil, filtrando agua para alimentarse de partículas en suspensión, y al hacerlo purifica el entorno. 

Pero su supervivencia depende completamente de otro tesoro marino igualmente amenazado: la Posidonia oceanica, una planta submarina que forma extensas praderas y actúa como el hogar natural de la nacra. Este vínculo simbiótico entre la planta y el molusco da forma a una alianza ecológica milenaria.

Pinna nobilis
Wikimedia

Nacra en el estrecho de Mesina

La devastación llegó en oleadas: tras el primer brote del parásito en 2016, los científicos observaron una mortandad masiva de Pinna nobilis en todo el arco mediterráneo español. En lugares como Almería, Tabarca o la Reserva Marina de Cabrera, la tasa de mortalidad alcanzó el 100%. La nacra desapareció casi por completo en menos de un año, dejando un vacío ecológico imposible de llenar.

Cataluña: su refugio

Cataluña se alzó entonces como excepción. Investigadores hallaron poblaciones aparentemente sanas en enclaves como la Costa Brava y el Delta del Ebro. Las razones aún no están completamente claras, pero varias teorías apuntan a una combinación favorable de factores: una temperatura del agua más estable, menor presión turística en zonas protegidas y una conservación más efectiva de las praderas de Posidonia. 

En espacios como el Parque Natural del Cap de Creus, donde el fondeo de embarcaciones está regulado y la pesca es limitada, la nacra encuentra un respiro.

Este fenómeno ha dado lugar a numerosos estudios. Equipos multidisciplinares han centrado sus esfuerzos en entender por qué los ejemplares catalanes son más resistentes al parásito. Algunos científicos sugieren incluso que podrían estar desarrollando una cierta inmunidad o que existen cepas menos virulentas del Haplosporidium pinnae en estas aguas. Mientras tanto, el trabajo de conservación no cesa. Se han empezado programas de vigilancia, reproducción asistida y trasplantes experimentales en cautividad para intentar salvar la especie.

Pese a estas iniciativas, el peligro es inminente. La nacra está catalogada como en peligro crítico de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) desde 2019. A esto se suma la amenaza constante de la contaminación, el cambio climático y la destrucción del hábitat debido al turismo masivo, las anclas de los barcos y la pesca de arrastre. Incluso el submarinismo poco regulado puede alterar las praderas marinas donde la nacra vive semienterrada.

¿Por qué debemos preservarlo?

Pero, ¿por qué es tan vital preservar a este molusco? Además de su papel filtrador, que contribuye a mantener la claridad y la calidad del agua, la nacra es una especie estructurante. Su presencia transforma el fondo marino, ofreciendo superficies donde otros organismos marinos se adhieren y encuentran refugio. De este modo, potencia la biodiversidad del ecosistema y se convierte en un pilar fundamental del equilibrio biológico mediterráneo.

A nivel biológico, la nacra es también fascinante por su reproducción: es hermafrodita, con fecundación externa, y pasa por una fase larvaria antes de fijarse al sustrato. Su biso —un penacho de hilos sedosos con el que se ancla al fondo— fue tan valorado en el pasado que llegó a utilizarse para confeccionar tejidos lujosos, como la legendaria "seda de mar".

Aun con todas sus virtudes ecológicas, históricas y científicas, la nacra sigue amenazada. La única esperanza de este gigante silencioso es que los esfuerzos de conservación actuales logren revertir su destino. Cataluña, con sus costas todavía vivas y protegidas, se presenta como el escenario donde la especie puede reinventarse y sobrevivir.