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Arthur Brooks, experto de Harvard: "Una forma de hacer feliz a alguien es pidiéndole un favor"

El ser humano es dadivoso por naturaleza, pero ¿qué papel ocupa nuestra capacidad para recibir cuando hablamos de felicidad? El científico Arthur C. Brooks desentraña las claves de la generosidad.

Actualizado a

Arthur C. Brooks.
Arthur C. Brooks vía X

Arthur C. Brooks.

Enseñar, ofrecer, regalar, proveer y dedicar, entre otros, son verbos que reflejan el impulso humano de ser generoso: la evolución nos ha programado para socializar y cooperar con el prójimo, independientemente de cuáles sean las normas culturales que moldeen estas interacciones.

Varias investigaciones así lo han demostrado: una de los más recientes, publicada en la revista científica Nature, realizó un análisis sobre la forma en que personas de distintos países y contextos sociales compartían recursos, y confirmó lo que ya sugería Aristóteles allá por el IV a.C.: que los actos de bondad son universales, y que nos enriquecen como seres humanos. 

Así, que sabemos dar está claro, como también que ello nos llena. Pero, ¿qué papel ocupa nuestra capacidad para recibir cuando hablamos de satisfacción personal? Arthur C. Brooks, científico de Harvard y experto en felicidad, responde a esta pregunta con una metáfora simple: "la generosidad es más sana y mejor cuando, como la circulación de la sangre, da vueltas y vueltas".

Si quieres hacer feliz a alguien, pídele un favor

Si dar —sea cariño, conocimiento, bienes materiales o tiempo— nos hace más felices, inevitablemente tendremos que aprender a recibir lo mismo para hacer felices a los demás. El científico, de hecho, cuenta en su columna Cómo construir una vida, en The Atlantic, que la filosofía del "dar pero no tomar" esconde detrás una forma de egoísmo, "porque se apropia para el dador de todo el prestigio moral de la generosidad, mientras que impone al receptor un sentimiento de deuda", explica.

Aunque la clave del altruismo reside en no esperar nada a cambio, Brooks insiste en que debemos ofrecer a nuestros amigos, familiares, cercanos, e incluso a los extraños, la oportunidad de ser generosos con nosotros. Solo con esta reciprocidad se llega, en palabras del experto, a la plena felicidad, tanto personal como de los individuos con los que interactuemos. 

Asimismo, los estudios en la materia sostienen que pedir a alguien un pequeño favor puede abrir la puerta a que, más adelante, la generosidad de esa persona aumente, debido a la sensación de felicidad que ha producido ese primer acto de ayuda: citando a Benjamin Franklin en su columna, "aquel que una vez te ha hecho un favor estará más dispuesto a hacerte otro, que aquel a quien tú mismo has obligado".

pero no de cualquier manera

No significa esto, sin embargo, que, por la premisa de hacer felices a los demás, vayamos a estar pidiendo favores a diestra y siniestra. Las investigaciones realizadas hasta la fecha apuntan más bien a actos cotidianos como invitar a un café, abrir la puerta a alguien que va cargado, hacer compañía durante la realización de una actividad tediosa (trámites y gestiones, por ejemplo) o incluso dar un consejo.

Y en cuanto a lo último, aconsejar es precisamente una acción que a la gente le encanta llevar a cabo: nos sentimos bien cuando alguien nos pide opinión acerca de una cuestión sobre la cual pensamos que tenemos cierta experiencia o autoridad, independientemente de que al final la otra persona no siga nuestras recomendaciones. Así pues, es una buena práctica social, dice Brooks, pedir consejo expresamente a los demás: un pequeño gesto recíproco que, además, no genera gran gasto ni de energía ni de dinero. 

Con todo, es importante saber dónde está el límite y tener en cuenta lo que el experto describe como "escandalosa presunción de generosidad": las personas con las que nos relacionamos no tienen la obligación de ser generosos con nosotros, por lo que una exigencia por nuestra parte podría desencadenar su rechazo y, en consecuencia, un episodio de descontento.

Del mismo modo, la deuda nunca puede ser un ingrediente presente en la receta de las interacciones sociales: "los favores son solo eso, favores", señala Brooks, y pensar que la persona que nos los ofrece busca un beneficio de nuestra parte constituye no solo una ofensa a su bondad, sino también un reflejo de lo que somos.

 

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