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¿Por qué el mundo ha estado pendiente del resultado del cónclave?

Aunque para la mayoría de gente no implica ningún cambio en su vida cotidiana, gran parte de la población ha estado pendiente de todos los movimientos del cónclave. ¿Existe alguna razón psicológica detrás?

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Daniel Pellicer Roig

Biotecnólogo especializado en biomedicina y enfermedades raras

Actualizado a

Papa psicología
AP / Cordon Press

Miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro esperaban al nuevo papa. Millones más lo hacían desde sus hogares.

El día siguiente a la elección del nuevo papa, León XIV, el mundo sigue girando. La iglesia católica cuenta con un nuevo líder que, a sus 69 años, se encargará de moldear las directrices de las personas fieles a la religión cristiana. Sin embargo, no han sido únicamente los católicos los que han estado pendientes del cónclave, más bien parecía que todo el mundo se detenía a ciertas horas para gritar el color del humo de la fumata. Este fenómeno, que dejaba a más y más personas enganchadas a los medios de comunicación, es todo un campo de estudio en la psicología poblacional y cuenta con muchísima ciencia detrás.

El contagio de las emociones

Los humanos somos seres sociales y, como tal, tenemos fuertes mecanismos evolutivos relacionados con las interacciones humanas. Esto se puede observar fácilmente en cualquier dinámica social, donde si una persona nos sonríe, tenderemos a devolverle la sonrisa. En psicología, la transmisión de emociones se denomina contagio emocional y es un tipo de empatía que ha sido programado durante millones de años para garantizar las posibilidades de supervivencia.

En un artículo publicado en la revista Trends in Cognitive Sciences, Paula Niedenthal y Adrienne Wood, psicólogas sociales de la Universidad de Wisconsin, describen cómo, en estos contextos sociales, las personas tienden a adquirir los gestos y las expresiones de las personas que se encuentran alrededor. De este modo, simulan y modifican las respuestas emocionales propias.

Esta imitación ocurre de forma involuntaria y en unos pocos cientos de milisegundos, pero impacta profundamente en lo que ocurre en nuestro cerebro. En el caso contrario a la sonrisa, si observamos a una amistad que tiene una expresión triste, al adoptar su misma expresión facial, nuestro cerebro conectará con situaciones pasadas que nos hicieron sentir de esa forma. Así, el cerebro es capaz de interpretar de forma más certera lo que significa ese sentimiento para tu amistad.

La sonrisa que atraviesa la pantalla

Este contagio no sólo se produce con alegría y con tristeza, si no con emociones y comportamientos más complejos, y no ha de ser con personas que estén físicamente con nosotros. Es decir, el mecanismo de contagio emocional no está únicamente limitado a las interacciones directas, sino que también se extiende a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

«Puede que nuestra vida social se traslade cada vez más a la esfera online, pero nuestras emociones y el modo en que nos comportamos unos con otros siempre estarán dirigidos por procesos psicológicos básicos,» resume Hannes Rosenbusch, de la Universidad de Tilburg. En un estudio que lideró en 2018, él y su equipo observaron más de 2.000 vídeo blogs del gigante YouTube y sus comentarios. Tras analizar los datos, observaron que aquellos vídeos en los que el YouTuber mostraba emociones positivas, los comentarios, generalmente, reflejaban las mismas emociones, y cuando eran negativas ocurría lo mismo.

Es decir, el contagio emocional tiene el poder de atravesar las pantallas y afectarnos, aunque no estemos físicamente con una persona que sienta esa emoción. Este efecto demuestra la impresionante influencia que tienen las redes sociales y los medios de comunicación ante cómo vivimos nuestro día.

Las expectativas ante la elección del papa

Analizando la expectación que ha vivido el mundo con un evento de magnitud mundial como es la elección del nuevo pontífice, es lógico asumir que este contagio emocional también ha tenido lugar. La expectación por la incertidumbre que mostraban tanto periodistas, como otras personas que se encontraban en el evento (física o emocionalmente) llevan a las personas a contagiarse con una expectación similar. Una vez conocido el resultado, la alegría o la decepción se diseminaron ayer entre toda la población.

Sin embargo, una vez finalizado, los sentimientos vuelven a asentarse a sus niveles basales. La gran noticia ya es cosa del pasado y ahora las emociones se han ido suavizando, pero esto no significa que el contagio emocional haya desaparecido. Las emociones compartidas durante eventos de gran magnitud como el acontecido durante el jueves pueden tener efectos duraderos en nuestro comportamiento y nuestras relaciones que conviene estudiar para comprender mejor las dinámicas sociales.

Especialmente en la era digital, donde estamos constantemente expuestos a una variedad de emociones a través de las redes sociales, es esencial ser conscientes de cómo estas influencias pueden afectarnos y actuar en consecuencia para poder llevar una vida normal. Esta interconexión emocional es una muestra más de nuestra naturaleza social y de cómo, incluso en un mundo cada vez más virtual, seguimos siendo profundamente humanos, con nuestra capacidad innata para empatizar y conectar con los demás. Estemos juntos, o separados.

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